Sectas y religiones

Por: Ligia Gómez

 

APARECIDO EN SINDIOSES.ORG

Una tarea realmente difícil para el que no profesa ni se adhiere a ninguna fe en particular, es vislumbrar los límites reales, si es que existen, entre sectas y religiones.
Más allá de estudiar el concepto de lo que es una secta y de lo que se supone que no es una religión, está el hecho de que para muchos no existe diferencia alguna. Para quien se adhiere a una secta difícilmente aceptará que se trata de una, por lo que no considerará en ningún momento que deba hacerse alguna diferenciación.
Para el que profesa una religión, desde su punto de vista, tampoco será necesario hacer distinción alguna pues se encuentra seguro de estar del lado correcto, es decir, en una religión y no en una secta. A fin de cuentas, queda para el escéptico, descreído, ateo o sencillamente indiferente a la temática sectaria/religiosa, intentar determinar o comprender si hay o no diferencias entre una forma de culto y otra.

Y quizás muchos se pregunten por qué es importante hacer alguna distinción. Es fácil si nos damos cuenta de la connotación despectiva que la palabra secta ha adquirido en las últimas décadas. Más que por la naturaleza de las mismas, que ya de por sí implican un perjuicio para quienes se adhieren a ellas, por los sonados casos de sectas suicidas, que desde Jonestown, con Jim Jones invitando al suicidio a más de 900 personas (e invitando es sólo un eufemismo deliberadamente usado), se han sucedido numerosos casos de sectas que llevaron a sus seguidores a la muerte, sea por un acto de suicidio o porque directamente los asesinaran cuando no aceptaron inmolarse junto al resto. Así que ahora quedan de un lado las sectas y del otros la religiones, consciente o inconscientemente se asume que profesar una religión está bien, mientras que ser parte de una secta está mal. Pensemos de nuevo: cerrarse a otras opiniones diferentes a aquellas que nuestro grupo acepta, aislarse intelectualmente al no aceptar que existan otras explicaciones para lo que es la vida, la naturaleza, el universo y todo lo que ello implica, asumir como reales seres, historias, hechos y relatos porque un libro, fundamento de ese grupo y en base al cual se ha tejido todo un sistema de creencias, que no filosófico, lo dice, no es, según las religiones, perjudicial para quienes se unen a ellas.

Sin querer ser reiterativos, no está de más pensar una tercera vez y considerar hasta qué punto somos certeros al acusar solo a las sectas de estar en la posición equivocada.
Hasta qué punto alertamos en una única dirección y dejamos que lo establecido por la tradición, por costumbre, por antigüedad, por ser extremadamente poderoso política, social y económicamente, se acepte como favorable para el individuo, aunque esto le signifique la mutilación de su libertad de opinión e individualidad y el derecho de todo ser humano a mantener su mente abierta al conocimiento, la información y la decisión para obrar según lo que las leyes morales de la sociedad y de sí mismo, le dicten como más adecuado, sin el continuo temor de que un error le condenará al infierno eterno o le asegurará la expulsión de quienes hasta ese momento fueron su refugio, su compañía y su guía, dándole la espalda al cometer algún pecado, decir una blasfemia o romper cualquiera de sus reglas sagradas impuestas por seres humanos tan imperfectos como quien las vulnera.
Ciertamente que en la actualidad algunas religiones no fomentan ni provocan la muerte se sus seguidores, pero no debemos olvidar que otras sí lo hacen, de hecho, esperan ganar el anhelado cielo de esa forma, a través del suicidio, aunque ello implique la muerte de miles de personas como podemos ver continuamente en Israel o, más recientemente, con lo ocurrido en Nueva York.
Sin embargo, no pasemos por alto algo que continuamente obviamos, sea porque queremos o porque no nos damos cuenta: muchos crímenes son cometidos también al amparo de supuestas posesiones, exorcismos y demás ideas que determinadas religiones han inculcado como ciertas.
Y eso sin contar que fenómenos como las sectas satánicas no existirían si no hubiese una fe, cuyo pilar fundamental es la supuesta lucha contra el mal, al cual han personificado, nombrado y dotado de toda una historia de, por supuesto, desobediencia a las reglas, normas o palabras de su dios, y es que no podía ser diferente.
Añadamos que para no dejar morir lo que tan sustanciosamente les ayuda a mantener a sus fieles en el camino de Dios, su dios claro,  autoridades religiosas de alto poder aún en la actualidad insisten en asegurar a sus fieles que el Diablo existe y deben cuidarse de él…la solución, obviamente, es continuar siendo devotos a su respectiva fe y no desobedecer en absoluto a quienes detentan la autoridad, en un entramado jerárquico con tintes más políticos que espirituales. Siendo las cosas de esta forma, los crímenes se pueden adjudicar, fuera de las pasiones humanas, al rock, a las drogas, a las sectas, al Diablo, a las películas e incluso, increíble pero cierto, a los libros. Pero nunca a la devoción por la fe de una religión que se ha convertido en buen ejemplo de cómo tener
poder político y económico, y millones de seguidores alrededor del mundo que no se atreven a juzgarla ni cuestionarla por ello.
Si algo tiene de admirable, es esto.
Nada de lo que hemos desarrollado hasta ahora debe ser entendido como una crítica a ninguna religión en particular, sino a todas en general.
No se refiere a una crítica en contra del aspecto espiritual que todas buscan o, por lo menos, intentan desarrollar en sus adeptos, sino a los métodos, formas, normas, exclusión de otros conceptos diferentes a los suyos, la cerrazón filosófica y el sectarismo que les caracteriza, así como la falta de flexibilidad para adaptarse a la sociedad actual y las necesidades de cada individuo, dejándolo de lado en pro de su crecimiento como grupo acumulador de poder, de dinero o de reclutamiento de fieles que le confieran, precisamente, todo esto.
Tampoco debe ser entendido como una forma de quitar parte de la carga al fenómeno sectario, sino más bien de dar a entender que ambas, las dos, son, de una u otra forma, la misma cosa, que convergen en muchos puntos, quizás demasiados, y esto les lleva muchas veces a la misma posición. No sabemos si la muerte de miles de personas en el World Trade Center o la de cientos de personas en Israel  mes a mes, son más o menos que las decenas que son conducidas al suicidio a través de las llamadas sectas destructivas.
Tampoco sabemos si la ceguera de los más acérrimos seguidores de las principales religiones es mayor que la de aquellos que se mantienen en los límites impuestos por sus líderes sectarios.
Pero lo que si nos muestra un cuidadoso estudio del fenómeno sectario y del religioso es que tal como pensaba Krishnamurti, son una camisa de fuerza para nuestra mente.
Creo que todo el que la tenga debería, o querría si lo supiera, escapar de ella.

Cuando la Religión pisa el césped de la Ciencia

Por: Richard Dawkins

LA SUPUESTA SEPARACIÓN ENTRE AMBAS NO ES TAN PERFECTA

Existe una cobarde blandeza del intelecto que aflige a gente que, normalmente racional, se enfrenta a religiones establecidas desde hace mucho tiempo (aunque, de manera significativa, no con tradiciones más modernas como la Cienciología o los Moonies). S. J. Gould, comentando la actitud del Papa acerca de la evolución en su columna de Natural History, es representativo de una escuela dominante de pensamiento conciliador entre creyentes y no creyentes: La ciencia y la religión no están en conflicto, ya que sus enseñanzas ocupan dominios diferentes… Creo, con todo mi corazón, en un concordato respetuoso, incluso amoroso [el énfasis es mío]… ? Stephen Jay Gould

Bien, ¿en qué consisten esos dos dominios diferenciados, esos “Magisterios No Superpuestos” que deberían apiñarse en un concordato respetuoso y amoroso? De nuevo, Gould: La red de la ciencia cubre el universo empírico: de qué está formado (hecho) y por qué funciona de esta manera (teoría). La red de la religión se extiende sobre cuestiones del significado y el valor moral. ?
Stephen Jay Gould

¿Quién ostenta la moral?
Ojalá fuera tan perfecto. En un momento abordaré lo que realmente dice el Papa sobre la evolución, y luego otras afirmaciones de su iglesia, para ver si realmente están tan bien diferenciadas del dominio de la ciencia. Sin embargo, primero haré un inciso sobre la afirmación de que la religión posee algún tipo de preparación especial sobre cuestiones morales. Esto lo acepta a menudo incluso la gente no religiosa, presumiblemente con el ánimo de esforzarse civilizadamente por concederle al oponente la mejor cualidad que puede ofrecer – por muy débil que sea esa cualidad. La pregunta “¿Qué es lo correcto y lo equivocado?” es una pregunta genuinamente difícil que la ciencia no puede responder. Dada una premisa moral o una creencia moral a priori, la importante y rigurosa disciplina de la filosofía moral secular puede buscar formas científicas o lógicas de razonamiento para sacar a relucir implicaciones ocultas de esas creencias, o inconsistencias ocultas entre ellas. Pero las propias premisas morales absolutas deben provenir de algún otro sitio, presumiblemente de la convicción no argumentada. O, puede esperarse, de la religión – lo que significa una combinación de autoridad, revelación, tradición y escritura. Desafortunadamete, la esperanza de que la religión pueda proporcionar un lecho de roca a partir del cual pueda derivarse nuestra moral (que de otra manera estaría basada en arena), es una esperanza vana. En la práctica, ninguna persona civilizada utiliza las Escrituras como autoridad última para el razonamiento moral. En lugar de eso, escogemos las partes bonitas de las Escrituras (como el Sermón del Monte) e ignoramos alegremente las partes desagradables (como la obligación de lapidar a los adúlteros, ejecutar a los apóstatas y castigar a los nietos de los delincuentes). El propio Dios del Viejo Testamento, con sus celos vengativos y despiadados, su racismo, sexismo y ansias de sangre, no sería adoptado como modelo de comportamiento literal por nadie que usted o yo queramos conocer. Sí, por supuesto que es injusto juzgar las costumbres de una era antigua con nuestros estándares ilustrados. ¡Pero ése es precisamente mi punto! Evidentemente, tenemos una fuente alternativa de convicción moral última que invalida a las Escrituras cuando nos conviene. Esa fuente alternativa parece ser algún tipo de consenso liberal sobre la decencia y la justicia natural que cambia a lo largo del tiempo histórico, frecuentemente bajo la influencia de reformistas seculares. Hay que admitir que eso no suena como un lecho de roca. Pero, en la práctica, nosotros, incluídos los religiosos, le damos una prioridad mayor que a las Escrituras.

 En la práctica, más o menos ignoramos las Escrituras, citándolas cuando respaldan nuestro consenso liberal, olvidándonos de ellas silenciosamente cuando no lo hacen. Y, venga de donde venga ese consenso liberal, nos es accesible a todos nosotros, seamos religiosos o no. De manera similar, los grandes maestros religiosos como Jesús o Gautama Buddha pueden inspirarnos, con su buen ejemplo, a adoptar sus convicciones morales personales. Pero, de nuevo, escogemos nuestros líderes religiosos, evitando los malos ejemplos como Jim Jones o Charles Manson, y podemos escoger buenos modelos de comportamiento seculares como Jawaharlal Nehru o Nelson Mandela. También las tradiciones, por mucho tiempo que haya pasado desde que las seguimos, pueden ser buenas o malas, y utilizamos nuestro juicio secular de la decencia y la justicia natural para decidir cuáles seguir y cuáles abandonar.

La religión sobre el césped de la ciencia
Pero esta discusión sobre los valores morales no era más que una digresión. Ahora regreso a mi tema principal de la evolución y de si el Papa cumple con el ideal de mantenerse fuera del césped de la ciencia. Su “Mensaje sobre la Evolución de la Academia Pontificia de las Ciencias” comienza con un casuístico discurso tergiversador diseñado para reconciliar lo que Juan Pablo II estaba a punto de decir con los pronunciamientos anteriores más equivocados de Pío XII, cuya aceptación de la evolución era comparativamente más reacia y de mala gana. La Revelación nos enseña que [el hombre] fue creado a imagen y semejanza de Dios. […] si el cuerpo humano tiene su origen en materia viva preexistente, el alma espiritual es creada inmediatamente por Dios […] Por consiguiente, las teorías de la evolución que, de acuerdo con las filosofías que las inspiran, consideran a la mente como algo que emerge de las fuerzas de la materia viva, o como un mero epifenómeno de esta materia, son incompatibles con la verdad sobre el hombre. […] Con el hombre, por tanto, nos encontramos ante una diferencia ontológica, un salto ontológico, podríamos decir. Para crédito del Papa, en este punto reconoce la contradicción esencial entre las dos posiciones que intenta reconciliar: “Sin embargo, ¿no va la existencia de esa discontinuidad ontológica en contra de esa continuidad física que parece ser la línea de investigación principal en la evolución, en el campo de la física y la química?” Que no cunda el pánico. Igual de a menudo que en el pasado, el oscurantismo viene al rescate: Considerando el método utilizado en las variadas ramas del conocimiento, es posible reconciliar dos puntos de vista que parecen irreconciliables.

 Las ciencias de la observación describen y miden las múltiples manifestaciones de la vida con creciente precisión y las correlacionan con la línea del tiempo. El momento de transición a lo espiritual no puede ser objeto de este tipo de observación que, sin embargo, puede descubrir, a nivel experimental, una serie de signos muy valiosos que indican lo que es específico del ser humano En lenguaje corriente, hubo un momento en la evolución de los homínidos en el que Dios intervino e inyectó un alma humana en un linaje que previamente era animal. (¿Cuándo? ¿Hace un millón de años? ¿Hace dos millones de años? ¿Entre el Homo erectus y el Homo sapiens? ¿Entre el Homo sapiens “arcaico” y el H. sapiens sapiens?) Es necesaria una inyección súbita, por supuesto, porque de otra manera no habría distinción en la que basar la moralidad católica, que es especiesista hasta la médula. Puedes matar animales adultos como alimento, pero el aborto y la eutanasia son asesinatos porque está implicada vida humana. La “red” del catolicismo no se limita a las consideraciones morales, aunque sólo sea porque la moral católica tiene implicaciones científicas.

La moral católica requiere la presencia de un gran abismo entre el Homo sapiens y el resto del reino animal. Tal abismo es fundamentalmente antievolutivo. La inyección súbita de un alma inmortal en la línea del tiempo es una intrusión antievolutiva en el dominio de la ciencia. Hablando más generalmente, es completamente irrealista afirmar, como hacen Gould y muchos otros, que la religión se mantiene fuera del césped de la ciencia, restringida a la moral y los valores. Un universo con una presencia sobrenatural sería un universo fundamental y cualitativamente distinto de uno que no la tuviera. La diferencia es, ineludiblemente, una diferencia científica. La religión realiza afirmaciones sobre la existencia, y esto significa afirmaciones científicas. Lo mismo es cierto para muchas de las principales doctrinas de la Iglesia Católica Romana. La Inmaculada Concepción, la Asunción corporal de la Virgen María, la Resurrección de Jesús, la supervivencia de nuestras almas tras la muerte: todo esto son afirmaciones de una naturaleza claramente científica. O Jesús tuvo un padre corporal o no lo tuvo. Ésta no es una cuestión de “valores” o “moral”; es una cuestión sobre un hecho formal. Puede que no tengamos la evidencia para responderla, pero es una cuestión científica. Puede estar seguro de que si se descubriese alguna evidencia que apoyara esa afirmación, el Vaticano no se resistiría a promocionarla. O se descompuso el cuerpo de María cuando murió, o fue extraído físicamente de este planeta hacia el Cielo. La doctrina católica oficial de la Asunción, promulgada tan recientemente como en 1950, implica que el Cielo tiene una ubicación física y existe en el dominio de la realidad física – ¿Cómo podría el cuerpo físico de una mujer ir allí de otra manera? No estoy diciendo aquí que la doctrina de la Asunción de la Virgen sea necesariamente falsa (aunque, por supuesto, así lo pienso). Simplemente estoy refutando la afirmación de que está fuera del dominio de la ciencia. Al contrario, la Asunción de la Virgen es evidentemente una teoría científica. También lo es la teoría de que nuestras almas sobreviven a la muerte corporal, y todas las historias de las visitas angélicas, manifestaciones marianas y milagros de todo tipo.

 Hay algo deshonesto y auto beneficioso en la táctica de afirmar que todas las creencias religiosas están fuera del dominio de la ciencia. Por un lado, las historias milagrosas y la promesa de la vida tras la muerte se utilizan para impresionar a la gente sencilla, ganar adeptos y engrosar rebaños. Es precisamente su poder científico lo que les da a estas historias su atractivo popular. Pero, al mismo tiempo, se considera golpe bajo someter a las mismas historias a los rigores habituales de la crítica científica: son temas religiosos y por tanto están fuera del dominio de la ciencia. Pero no se puede jugar a dos bandas. O, al menos, no se debería dejar a los teóricos y proselitistas religiosos que jueguen a dos bandas. Desafortunadamente, demasiada gente, incluyendo a gente no religiosa, está inexplicablemente dispuesta a dejarles. Supongo que es gratificante tener al Papa como aliado en la lucha contra el creacionismo fundamentalista. Es ciertamente gracioso ver cómo se fastidian los planes de creacionistas católicos como Michael Behe. A pesar de ello, si me dieran a elegir entre el fundamentalismo genuino por un lado, y el doblepensamiento oscurantista y nada ingenuo de la Iglesia Católica Romana por otro, sé muy bien cuál prefiriría.

 Sobre el autor
Richard Dawkins es biólogo evolutivo, nació en Nairobi, Kenya, en 1941 y se educó en la Universidad de Oxford. Comenzó su carrera como investigador en los 60, estudiando bajo la dirección del etólogo Nico Tinbergen, ganador del premio Nóbel, y desde entonces su trabajo ha girado en torno a la evolución del comportamiento. Ha obtenido las cátedras Gifford de la Universidad de Glasgow y Sidwich del Newham College de Cambridge. Además ha sido profesor de zoología de las universidades de Oxford y California, ha presentado programas de la BBC y dirigido varias publicaciones científicas. En 1995 se convirtió en el primer titular de la recién creada cátedra Charles Simony de Divulgación Científica en la Universidad de Oxford. Autor de obras muy leídas como El gen egoísta (1976 & 1989). El fenotipo extendido (1982), El relojero ciego (1986), River Out of Eden (1995), Escalando el monte improbable, Destejiendo el arco iris (2000) y La máquina de memes (2000). Copyright © 1998 Richard Dawkins

¿Para qué sirve la Religión?

Por: Richard Dawkins

DE LA REVISTA FREE INQUIRY 

Como Darwiniano, el aspecto de la religión que llama mi atención es su derroche libertino, su despliegue extravagante de inutilidad barroca.
La naturaleza es un contador tacaño, enviando los centavos, observando el reloj, castigando el más mínimo desperdicio. Si un animal salvaje realiza habitualmente una actividad inútil, la selección natural favorecerá a los individuos rivales que a cambio dedican tiempo a sobrevivir y a reproducirse.
La naturaleza soporta jeux d’esprits frívolos. El utilitarismo rudo triunfa, aunque no parezca. “El hormigueo (Anting)” es el hábito raro de pájaros como el arrendajo que “al bañarse” en un nido de hormigas aparentemente incita a las hormigas a invadir sus plumas.
Nadie sabe a ciencia cierta cuál es el beneficio de esto: tal vez sea algo de higiene, limpieza de parásitos en las plumas. Mi punto es que la incertidumbre como propósito no-ni debe-hacer que los Darwinianos dejen de creer, con gran confianza, que el “hormigueo”, debe ser bueno para algo.
La conducta religiosa en simios bípedos ocupa grandes cantidades de tiempo. Devora grandes recursos. Una catedral medieval consumía cientos de hombres y siglos en su construcción.
La música sagrada y las pinturas devocionales monopolizaron enormemente el talento medieval y el del Renacimiento. Miles, talvez millones, de personas han muerto, con frecuencia aceptando primero la tortura, por la lealtad a una religión contra una alternativa que apenas se distinguía.
Gente devota ha muerto por sus dioses, asesinado por ellos, ayunado por ellos, soportado azotes, llevado una vida de celibato y jurado silencio por el bien de la religión.
Aunque los detalles varían según las culturas, ninguna cultura conocida carece de una versión de los rituales religiosos del paso del tiempo, consumo de riqueza, provocación de hostilidad, pérdida de la fecundidad. Todo esto presenta un mayor rompecabezas para alguien que piensa de manera Darwiniana. Adivinamos por qué los arrendajos utilizan las hormigas.

¿No es la religión un reto similar, una afrenta a priori al Darwinismo, que requiere de una explicación análoga? ¿Por qué rezamos y cedemos en prácticas costosas que, en muchos casos individuales, más o menos consumen totalmente nuestras vidas?

Por supuesto, los cavernícolas deben ahora venir dando tumbos.
La conducta religiosa es solamente un asunto Darwiniano si se extiende, no alguna anomalía extraña. Aparentemente, es universal, y el problema no se ve solamente porque los detalles cambien con las culturas. Como con el lenguaje, el fenómeno subyacente es universal, aunque se interpreta de manera diferente en diferentes regiones.
No todos los individuos son religiosos, como la mayoría de los lectores de esta revista pueden atestiguar. Pero la religión es un universal humano: cada cultura, en cualquier lugar del mundo, tiene un estilo de religión que aún los no practicantes reconocen como norma para esa sociedad, así como se tiene un estilo de vestir, un estilo de cortejar y un estilo de servir la comida. ¿Para qué es buena la religión? Hay poca evidencia de que las creencias religiosas protejan a las personas de enfermedades relacionadas con el estrés. La evidencia no es buena, pero no sería del todo tan sorprendente. Una parte no-insignificante de lo que un doctor puede darle a un paciente es consuelo y seguridad.
Mi doctor no practica literalmente la imposición de manos. Pero muchas veces he sido instantáneamente sanado de alguna enfermedad menor por una voz calmada y tranquilizante de un rostro inteligente superando un estetoscopio. El efecto placebo está bien documentado. Pastillas ficticias, sin ninguna actividad farmacéutica, mejoran la salud demostrablemente.
Es por eso que las pruebas de drogas utilizan placebos como controles. Es por eso que los remedios homeopáticos parecen funcionar, aunque ellos están tan diluidos que contienen la misma cantidad de ingrediente activo que el placebo de control-cero moléculas.

¿Es la religión un placebo médico, que prolonga la vida reduciendo el estrés?

Tal vez, aunque la teoría va a tener que aceptar el reto de los escépticos quienes señalan las muchas circunstancias en las que la religión aumenta el estrés más que lo que lo disminuye.

En cualquier caso, encuentro la teoría del placebo muy exigua para tener en cuenta el fenómeno masivo o persuasivo de la religión. No pienso que tengamos la religión porque nuestros antecesores religiosos redujeron sus niveles de estrés y por lo tanto sobrevivieron más. No pienso que ésta sea una teoría lo suficientemente grande para la tarea. Otras teorías se desvían del punto de las explicaciones Darwinianas. Me refiero a sugerencias como,
“La religión satisface nuestra curiosidad acerca del universo y nuestro lugar en él.”
O “La religión es consuelo. La gente le teme a la muerte y están enredados en religiones que prometen que la sobreviviremos.”
Puede haber algo de verdad sicológica en esto, pero no es en sí misma una explicación Darwiniana.

Como lo ha dicho Steven Pinker en How the Mind Works (Cómo trabaja la mente) (Penguin, 1997): . . . sólo surge la pregunta de por qué una mente evolucionará para encontrar confort en creencias que claramente ve que son falsas. Una persona yerta no encuentra confort creyendo que está tibia; una persona cara a cara con un león no se apacigua creyendo que es un conejo. (p. 555)
Una versión Darwiniana de la teoría del miedo a la muerte tendría que ser de la manera, “La creencia en la supervivencia después de la muerte tiende a posponer el momento en el que se pone a prueba.” Esto podría ser cierto o falso-talvez esta sea otra versión del estrés y de la teoría del placebo-pero no debo seguirla. Mi punto es que ésta es la clase de camino en el que un Darwiniano debe rescribir la pregunta. Los planteamientos sicológicos al efecto de que la gente encuentre alguna creencia agradable o desagradable son aproximados, no explicaciones últimas.

Como Darwiniano me preocupan las preguntas últimas. Los Darwinianos resaltan la distinción entre próxima y última. Las preguntas próximas nos conducen a la sicología y neuroanatomía. No hay nada de malo con las explicaciones próximas. Son importantes y científicas. Pero mi preocupación son las explicaciones últimas relacionadas con lo Darwiniano.
Si los neurocientíficos encuentran un “centro de dios” en el cerebro, los científicos Darwinianos como yo, queremos saber por qué el centro de dios evolucionó. ¿Por qué aquellos de nuestros antecesores quienes tuvieron una tendencia genética a que creciera un centro de dios sobrevivieron mejor que sus rivales que no lo tenían? La pregunta última Darwiniana no es una mejor pregunta, no es una pregunta más profunda, no es una pregunta más científica que la pregunta próxima neurológica.

Pero es de la que hablo aquí. Algunas últimas supuestas explicaciones pasan a ser -o son declaradas- teorías de selección de grupos. La selección de grupos es la idea controversial de que la selección Darwiniana elige entre grupos de individuos, en la misma forma que, de acuerdo con la teoría Darwiniana normal, elige entre individuos en los grupos. El antropólogo de Cambridge Colin Renfrew, por ejemplo, sugiere que la Cristiandad sobrevivió por una forma de selección por grupos ya que esto promovió la idea de la lealtad y el amor fraterno entre grupos. El evolucionista Americano David Sloan Wilson ha hecho una sugerencia similar en la Catedral de Darwin.
Este es un ejemplo, para mostrar otra forma en la cual la teoría de la selección por grupos de la religión podría funcionar. Una tribu con un “dios de las batallas” conmovedoramente beligerante gana las guerras contra una tribu cuyo dios pide paz y armonía o una tribu sin ningún dios.
Los guerreros que creen que la muerte de un mártir los enviará derecho al paraíso luchan valientemente y deseosos de dar sus vidas. De modo que es más probable que su tribu sobreviva a una selección entre tribus, robe el ganado de la tribu que conquistó y tome a sus mujeres como concubinas. Esas tribus exitosas crean otras tribus hijas que salen y propagan más tribus hijas, todas venerando al mismo dios de la tribu.
Note que es diferente a decir que la idea de una religión guerrera sobreviva. Claro que lo hará, pero en este caso el punto es que el grupo de personas que sostienen la idea sobreviven. Hay objeciones formidables a las teorías de la selección de grupos. Pero debo tratar de alejarme de estas en esta columna. Los modelos matemáticos sugieren condiciones muy especiales bajo las cuales la selección de grupos puede funcionar. Podría decirse que las religiones en las tribus humanas establecen dichas condiciones especiales.
Esta es una línea interesante de la teoría para seguir, pero no lo haré aquí.

¿Puede la religión ser un fenómeno reciente, que surgió desde que nuestros genes fueron sometidos a la selección natural?

Su ubicuidad va contra cualquier versión simple de esta idea, No obstante, existe una versión de ésta que quiero defender. La propensión de que lo que fue naturalmente seleccionado en nuestros antecesores no fue la religión per se.
Tiene otros beneficios, y solo se manifiesta incidentalmente hoy como conducta religiosa. Entenderemos esta conducta religiosa solamente después de haberla renombrado.
Es natural para mí como zoologista utilizar una analogía de los animales no humanos. La “jerarquía de dominación” fue descubierta primero como el “orden de picoteo” en las gallinas. Cada gallina aprende qué individuos puede picotear en una lucha y cuáles lo picotearán.
En una jerarquía de dominación bien establecida, se puede ver una lucha poco evidente. Grupos estables de gallinas, que han tenido la oportunidad de clasificarse en un orden de picoteo, ponen más huevos que en gallineros cuya afiliación cambia continuamente.
Esto puede sugerir una “ventaja” para el fenómeno de la jerarquía de dominación. Pero este no es un buen Darwinismo, ya que la jerarquía de dominación es un fenómeno a nivel de grupos.
Los granjeros pueden cuidar la productividad del grupo, pero, excepto bajo condiciones muy peculiares que no aplican aquí, la selección natural no lo hace. Para un Darwiniano, la pregunta
“¿Cuál es el valor de supervivencia de la jerarquía de dominación?” no es legítima.
La pregunta adecuada es,
“¿Cuál es el valor de supervivencia individual de deferencia para las gallinas más fuertes?
Y de castigar la falta de deferencia de las más débiles.”

Las preguntas Darwinianas tienen que dirigir la atención hacia el nivel en el cual las variaciones genéticas puedan existir. Las tendencias agresivas o deferentes en gallinas son un objetivo adecuado ya que ellas varían o pueden variar fácilmente genéticamente. Los fenómenos de grupos como jerarquía de dominación no varían en sí genéticamente, puesto que los grupos no tienen genes.

O por lo menos usted tendría su trabajo detenido argumentando un sentido peculiar en el cual un fenómeno de grupo pudiera estar sujeto a variación genética. Mi punto, por supuesto, es que la religión puede ser como la jerarquía de dominación.
“¿Cuál es el valor de supervivencia de la religión?” puede ser la pregunta equivocada.
La pregunta correcta puede ser, “¿Cuál es el valor de supervivencia tanto de una conducta individual o característica sicológica no especificada todavía, que se manifiesta, bajo circunstancias apropiadas, como de la religión?” Tenemos que rescribir la pregunta antes de responderla sensatamente. Los Darwinianos que buscan el valor de supervivencia de la religión se están haciendo la pregunta equivocada. En cambio, nos debemos centrar en algo en la evolución de nuestros antecesores que no hubiera sido reconocido como religión, pero que está listo para ser reconocido como tal en contexto modificado de la sociedad civilizada.
Cité el orden de picoteo en las gallinas, y el punto es muy importante para mi tesis que espero que usted perdone otro ejemplo de animal. Las polillas vuelan por encima de la llama de una vela y no parece un accidente.
Ellas se salen de su camino para hacer de ellas mismas una ofrenda. Podemos llamar a esto “conducta de auto inmolación” y preguntarnos cómo la selección natural Darwiniana podría favorecerla.
Mi punto, de nuevo, es que necesitamos rescribir la pregunta antes de poder si quiera dar una respuesta inteligente. No es suicidio. El suicidio aparente surge como un efecto colateral inadvertido. La luz artificial es una llegada reciente en la escena nocturna. Hasta hace poco, las únicas luces nocturnas eran la luna y las estrellas. Estando en infinidad óptica, sus rayos son paralelos, lo que los hace compases ideales. Se sabe que los insectos utilizan los objetos celestiales para guiarse con exactitud en una línea recta. El sistema nervioso de los insectos es experto en establecer una regla temporal de reconocimiento como, “Establecer un curso tal que los rayos de luz lleguen a sus ojos a un ángulo de 30°.” Debido a que los insectos poseen ojos compuestos, esto sumará para favorecer un omatidio particular (tubo óptico individual que sale de la parte del centro del ojo compuesto). Pero el compás de luz cuenta con el objeto celestial que está en la infinidad óptica.

De lo contrario, los rayos no están paralelos sino que divergen como los radios de una rueda. Un sistema nervioso que utiliza una regla de 30° hacia una vela, como si fuera la luna, guiará a la polilla, en un espiral logarítmico puro, hacia la flama. Es aún, en promedio, una buena regla. No notamos los cientos de polillas que silenciosamente y efectivamente están guiándose por la luna o una estrella luminosa o es más, por las luces de una ciudad distante. Solamente vemos polillas que se lanzan hacia nuestras luces y nos hacemos la pregunta incorrecta. ¿Por qué todas esas polillas están suicidándose? En cambio, debemos preguntarnos por qué ellas tienen sistemas nerviosos que se guían manteniendo un ángulo fijo automático hacia los rayos de luz, una táctica que sólo notamos en ocasiones cuando va mal. Cuando se replantea la pregunta, desaparece el misterio. Nunca estuvo bien llamarlo suicidio. Una vez más aplica la lección para la conducta religiosa en humanos. Observamos gran número de personas -en muchas áreas locales suman hasta el 100 por ciento- que mantienen creencias que contradicen de lleno hechos científicos demostrables, así como a religiones rivales.

Ellas no sólo sostienen estas creencias sino que dedican tiempo y recursos a actividades costosas que surgen de mantenerlas. Mueren o matan por ellas. Nos asombramos ante todo esto, así como nos maravillamos de la conducta de inmolación de las polillas. Desconcertados, nos preguntamos

“¿Por qué?”

Aún de nuevo, el punto es que podemos estar haciéndonos la pregunta incorrecta.
La conducta religiosa puede ser una falla, una manifestación desafortunada de una propensión sicológica subyacente que en otras circunstancias fue una vez útil.

¿Qué podría haber sido esa propensión sicológica? ¿Cuál es el equivalente de utilizar los rayos paralelos de la luna como compás útil?

Ofreceré una sugerencia, pero debo hacer énfasis que es sólo un ejemplo de la clase de cosas de las que estoy hablando. Estoy mucho más comprometido con la idea general de que la pregunta debe ser replanteada correctamente que con lo que estoy en dar una respuesta en particular.

Mi hipótesis específica tiene que ver con los niños.
 Más que otras especies, sobrevivimos debido a la experiencia acumulada de las generaciones previas. Teóricamente, los niños deben aprender de la experiencia para no nadar en aguas infestadas de cocodrilos.
Pero para decir lo menos, habrá una ventaja selectiva en los cerebros de los niños con la regla: Crea lo que sus mayores le digan. Obedezca a sus padres, obedezca a los ancianos de la tribu, especialmente cuando adopten un tono solemne. Obedezca sin preguntar.
Nunca he olvidado un sermón horroroso, predicado en la capilla de mi escuela cuando era pequeño. Fue horroroso: en ese entonces, mi cerebro de niño lo aceptó como lo pretendía el predicador. Él contó la historia de un grupo de soldados, que entrenaba a lado de una línea del ferrocarril.
En un momento crítico, el sargento que dirigía el entrenamiento se distrajo y olvidó dar la orden de detenerse. Los soldados que habían sido bien entrenados para obedecer órdenes sin preguntar continuaron marchando justo en la vía en la que venía un tren.
Ahora, por supuesto, no creo la historia, pero lo hice cuando tenía nueve años. El punto es que el predicador quería que nosotros los niños consideráramos como virtud el servilismo de los soldados y la obediencia incuestionable hacia una orden, por demás absurda. Y, hablando por mí, pienso que lo consideramos como una virtud. Me pregunto si yo hubiera tenido el coraje de cumplir con mi deber marchando hacia el tren. Como los soldados entrenados idealmente, los computadores hacen lo que se les dice. Ellos obedecen servilmente las instrucciones que se les den correctamente en su lenguaje de programación. Es así como realizan cosas útiles como procesar palabras y hacer hojas de cálculo. Pero, como producto inevitable, son igualmente automáticos al obedecer malas instrucciones.
No tienen forma de decir si una instrucción tendrá un efecto bueno o malo. Simplemente obedecen, como se suponen que hacen los soldados. Es su obediencia incuestionable lo que hace que un computador sea vulnerable a la infección de virus.
Un programa diseñado maliciosamente que diga “Cópieme en todo nombre en cualquier lista de direcciones que encuentre en este disco duro” será obedecido sencillamente y obedecido nuevamente por otros computadores a los cuales se les envíe, de manera exponencial. Es imposible diseñar un computador que sea obediente y al mismo tiempo inmune a la infección. Si he hecho mi trabajo bien, usted ya habrá completado el argumento acerca del cerebro de los niños y la religión. La selección natural construye los cerebros de los niños con una tendencia a creer lo que sus padres y ancianos de la tribu les digan. Y esta cualidad los hace automáticamente vulnerables a la infección. Por excelentes razones de supervivencia, los cerebros de los niños necesitan confiar en sus padres y en los ancianos a los cuales sus padres les dijeron que debían confiar. Una consecuencia automática es que “el que confía” no tiene forma de distinguir entre un buen consejo y uno malo.

El niño no puede decir que “Si nada en el río será alimento de los cocodrilos” es un buen consejo pero que “El que no arriesga un huevo no tiene un pollo” es un mal consejo. Estos suenan igual.
Ambos consejos vienen de fuentes confiables y están dichos con una seriedad solemne que exige respeto y requiere obediencia. Lo mismo aplica para las proposiciones acerca del mundo, el cosmos, la moralidad y la naturaleza humana. Y, por supuesto, cuando el niño crece y tiene sus propios hijos, naturalmente les pasará toda la suerte a sus hijos utilizando las mismas sentencias impresionantes. En este modelo, esperamos que, en diferentes regiones geográficas, diferentes creencias arbitrarias que no tienen una base real sean transmitidas, para que sean creídas con la misma convicción que los conocimientos útiles de la sabiduría tradicional tales como la creencia de que el estiércol es bueno para los cultivos. También debemos esperar que estas creencias que no están basadas en los hechos evolucionarán por generaciones, aleatoriamente o siguiendo alguna clase de analogía de la selección Darwiniana, mostrando eventualmente un patrón de divergencia significativa de los ancestros comunes.
Los lenguajes se van distanciando de un origen común dado el tiempo suficiente en la separación geográfica. Igualmente verdaderas son las creencias tradicionales y los requerimientos judiciales transferidos por generaciones, inicialmente debido a la capacidad de programación del cerebro de un niño.

La selección Darwiniana establece que el cerebro en la niñez tiene una tendencia a creer en sus ancianos, a imitar, por lo tanto indirectamente a extender rumores, leyendas urbanas y a creer en religiones. Pero dado que la selección genética ha creado los cerebros para esto, entonces ellos pueden proporcionar el equivalente de una nueva clase de herencia no genética, que puede formar la base de una nueva clase de epidemiología y talvez una nueva clase de selección Darwiniana no genética. Yo creo que la religión es uno de los grupos de fenómenos explicados por esta clase de epidemiología no genética, con la posible mezcla de una selección Darwiniana no genética. Si estoy en lo correcto la religión no tiene un valor de supervivencia para los seres humanos individuales ni para el beneficio de sus genes. El beneficio si existiera no sería la religión en sí

Nota: Richard Dawkins es biólogo evolutivo, nació en Nairobi, Kenya, en 1941 y se educó en la Universidad de Oxford.

Comenzó su carrera como investigador en los 60, estudiando bajo la dirección del etólogo Nico Tinbergen, ganador del premio Nóbel, y desde entonces su trabajo ha girado en torno a la evolución del comportamiento. Ha obtenido las cátedras Gifford de la Universidad de Glasgow y Sidwich del Newham College de Cambridge. Además ha sido profesor de zoología de las universidades de Oxford y California, ha presentado programas de la BBC y dirigido varias publicaciones científicas. En 1995 se convirtió en el primer titular de la recién creada cátedra Charles Simony de Divulgación Científica en la Universidad de Oxford. Autor de obras muy leídas como El gen egoísta (1976 & 1989). El fenotipo extendido (1982), El relojero ciego (1986), River Out of Eden (1995), Escalando el monte improbable, Destejiendo el arco iris (2000) y La máquina de memes (2000).

La experiencia religiosa en el hombre delincuente

Por: Juan Carlos Bircann

ORIGINALMENTE APARECIDO EN SINDIOSES.ORG

Es una idea de aceptación general que la religión hace buenos y virtuosos a los hombres. Nadie se atrevería, excepto Bertrand Russell, a contradecir esta afirmación, que, escuchada cientos de veces desde la temprana infancia, ha calado en lo más profundo de nuestra conciencia. Goebbels, el célebre Ministro de Propaganda del Tercer Reich que se encargó de presentar una imagen positiva del régimen nazi a los alemanes, decía que una mentira repetida mil veces se convertía en una verdad. La experiencia es una fuente de conocimiento de primer orden. A través de ella vemos las cosas en su justa dimensión y pisamos el terreno de la realidad. En los 4 años que laboramos en la Procuraduría Fiscal de Santiago tuvimos la oportunidad de aprender cosas que no se enseñan en ninguna Escuela de Derecho ni se presentan en maestrías ni cursos de post-grado. La Fiscalía constituye una verdadera escuela; es un laboratorio criminológico en el que convergen los más variados y disímiles personajes, se plantean infinitud de situaciones y se escuchan los relatos más asombrosos. Una de las cosas que despertó nuestra curiosidad fue el “perfil religioso” de los procesados que a veces salía a flote en el curso de la instrumentación de los expedientes. Frases como “el verdadero juez es el que está allá arriba” (señalando hacia el cielo); “Yo sólo creo en la justicia de Dios” y una que otra cita bíblica alusiva al homicidio o al robo son comunes en los despachos judiciales. A veces se utiliza la religión como medio de defensa. El justiciable alega que no es capaz de cometer un delito porque es un hombre de “fe” o de la “iglesia”; que pertenece a la Junta de Vecinos, etc. La experiencia religiosa en el delincuente es muy rica y variada. En muchos de los allanamientos en que nos tocó participar verificamos que en las puertas de las casas era muy frecuente hallar litografías de santos, algunas veces acompañadas de una penca de sábila o un trozo de pan. El uso de medallas con la figura de San Lázaro es una constante. Dentro de las billeteras comúnmente se encuentran oraciones y postalitas, así como “resguardos”. A propósito del escándalo desatado hace unos meses en Santo Domingo tras la puesta en libertad de la denominada “Reina del Extasis”, la misma, tras ser entrevistada en E.E.U.U. atribuyó su liberación a la influencia de los “espíritus”. Investigaciones posteriores demostraron que los susodichos seres eran de carne y hueso y que actúan por móviles nada sagrados. Contrario a lo que pudiera esperarse el Hombre Delincuente es profundamente religioso. Leoncio Ramos, nuestro más destacado criminalista, nos dice al respecto: “Ferri no encontró sino un ateo entre 700 asesinos; Havelock Ellis afirma que en las prisiones es cosa rara entrar librepensadores, y que, según J.W. Horsley, Capellán de prisiones inglesas, sólo encontró 57 ateos entre la cifra de 28,351 delincuentes; Laurent afirma cosa igual; y asimismo Muller y Joli afirman que entre los ejecutados en París, en el curso de veinte años, sólo uno rechazó los auxilios espirituales en los últimos momentos…Por todo lo dicho, no creemos que pueda ponerse en duda que la delincuencia es menos común entre los no religiosos que entre aquellos que profesan un credo” (Notas para una Introducción a la Criminología p. 275-276). Lamentablemente esta obra no ha sido publicada formalmente y de ella sólo existen copias mimeografiadas. Gabriel García Márquez, en “Noticia de un Secuestro”, libro que narra uno de los episodios de mayor tensión en la narcoguerra que protagonizaron “Los Extraditables” y el Estado colombiano, nos relata la extraña coincidencia de pensamiento que tuvieron el General Miguel Alfredo Maza Márquez, Director del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) y el Padrino de los narcos, Pablo Escobar Gaviria. El Premio Nóbel de Literatura nos dice: “Para él la guerra contra el narcotráfico era un asunto personal y a muerte con Pablo Escobar. Y estaba bien correspondido. Escobar se gastó dos mil seiscientos kilos de dinamita en dos atentados sucesivos contra él: la más alta distinción que Escobar le rindió jamás a un enemigo. Maza Márquez salió ileso de ambos, y se lo atribuyó a la protección del Divino Niño. El mismo santo, por cierto, al que Pablo Escobar atribuía el milagro de que Maza Márquez no hubiera logrado matarlo”. Finalmente el Divino Niño se quedó con Maza y Escobar fue acribillado por miembros del Cuerpo Elite el 2 de diciembre de 1993, un día después de su cumpleaños, cuando se entretuvo hablando más de la cuenta por el teléfono y su llamada pudo ser triangulada por un GPS. Hace poco, cuando leíamos “Mi Confesión” nos enteramos que Carlos Castaño, jefe de los Paramilitares, tuvo participación en la producción de “inteligencia” en el operativo en que se le dio de baja al decano de los narcos. Alonso Salazar nos cuenta que cuando “El Patrón” formalizó su entrega ante el sacerdote García Herreros pidió que le bendijera una medallita de la virgen que llevaba puesta; en ese mismo acto los guardaespaldas que le acompañaban, algunos de los cuales tenían en su haber cientos de muertos, se arrodillaron y pidieron al Padre que los confesara y que les diera su bendición. Horas después ingresaban a la cárcel que denominaron “La Catedral”, de la cual Escobar terminaría escapando. Una anécdota curiosa es la de un tal Toño Molina, narcotraficante colombiano de la década del 70, quien tras cometer cada nuevo asesinato salía corriendo al confesionario a poner al cura al tanto de sus pecados. Cesare Lombroso nos dice acerca de los reclusos que “la mayor parte de ellos, sobre todo si se trata de campesinos, es creyente, aun cuando se haya formado una religión estrecha y acomodaticia, que hace de Dios una especie de benévolo tutor de los delitos… Tortora, que había dado muerte por su propia mano a doce soldados y también a un sacerdote, se creía invulnerable porque llevaba en el pecho la hostia consagrada… Religiosísimo, y de familia santurrona inclusive, era Verzein, estrangulador de tres mujeres” (Medicina Legal, vol. I. P.130-131). Todo lo cual se explica, según el padre de la Criminología, porque la religión “es la supervivencia de un sentimiento atávico y, salvo en la barbarie absoluta, crece tanto más cuanto más inculto y primitivo es el pueblo; y después, porque, como ha observado ingeniosamente Ferri, la religión no es por sí misma la moral sino la sanción de la moral” (Lombroso, op. cit. P.132). Años más tarde Freud daría a conocer ideas similares en “El Porvenir de una Ilusión” y “Moisés y el Monoteísmo”, obras que nos abstenemos de comentar por razones de espacio pero que sugerimos leer (recomendamos la edición de las Obras Completas, en tres volúmenes; traducción de Luis López-Ballesteros y prólogo de Ortega y Gasset. Biblioteca Nueva; Madrid, España, 1973). El perfil religioso del criminal se manifiesta además en el uso de tatuajes alusivos a cuestiones de fe. Es frecuente observar cruces, Biblias e imágenes de santos. En cierta ocasión tuvimos la oportunidad de apreciar una auténtica obra de arte tatuada sobre toda el área del tórax de un recluso. Se trataba de la figura de Jesucristo en cuyo centro había un corazón espinado y sangrante. La figura se destacaba aún más por el contraste que hacía con la piel blanca del sujeto, los efectos luminosos que le aplicaron y el hecho de que el artista se cuidó de que el corazón de ambos coincidiera en el mismo punto. Al tratar este tema no podemos pasar inadvertida la Oración del Santo Juez: “Señor, líbrame de mis enemigos. Si ojos tienen, que no me vean. Si manos tienen, que no me agarren. Si pies tienen, que no me alcancen. No permitas que me sorprendan por la espalda. No permitas que mi muerte sea violenta. No permitas que mi sangre se derrame. Tú que todo lo conoces, sabes mis pecados pero también sabes de mi fe. No me desampares. Amén”. Recientemente conocimos otra versión de esta plegaria en la obra “Confesiones de un Delincuente”, de la autoría del colombiano José Navia. En la República Dominicana tenemos una obra muy completa respecto a la relación entre religiosidad, superstición y delito. En ella se transcriben algunas versiones de oraciones muy conocidas, como la de la “Santa Camisa”. Se trata del libro escrito por M. R. Cruz Díaz en 1945 y que lleva por título “Supersticiones Criminológicas y Médicas”. En esta obra se complementa la teoría con vivencias propias del autor en ocasión de desempeñarse como Juez de Instrucción en Santiago y la Provincia Duarte (San Francisco de Macorís). Es un texto tan completo que incluso lleva anotaciones jurisprudenciales sobre el tema. En familias en que no existe la figura paterna y que por tanto la autoridad y responsabilidad recae sobre la madre se nota una mayor devoción por la Virgen. Así vemos que un recluso del penal de Bellavista (Colombia) expresa: “Nosotros le rezamos a Chuchito y a la Virgen, pero sobre todo a la Virgen porque ella es la Madre de Dios, y la madre es la madre, aquí y en cualquier parte”. Más adelante agrega: “Creo en Dios y en la santísima Virgen y siempre vamos es pa?delante. La Sagrada Escritura prohibe matar, yo entiendo que no se debe matar cristianos. Pero aquí no matamos cristianos sino animales. Porque una persona que tenga inteligencia no mata a un trabajador para robarle el sueldito y dejar aguantando hambre una familia. Ni los animales hacen esas maldades. Como cristianos creyentes nos defendimos y nunca me ha remordido la conciencia, a pesar de tanta sangre”. ( Alonso Salazar. “No Nacimos P?a Semilla”. P.76). En situaciones como estas la religión subsiste con fuerza extraordinaria. Sólo que en esta modalidad Dios ha sido destronado. La Virgen le ha dado golpe de Estado. Esta visión distorsionada de la religión no es exclusiva de los delincuentes. Muchos Criminaloides que pululan por la calle, gente aparentemente “normal”, tienen ideas parecidas, inculcadas por la educación que reciben. El buen comerciante reza para que le salga bien el negocio en que piensa engañar a alguien y el sicario lo hace para que no le fallen los tiros, para que el “trabajo” le salga bien y no lo descubran. Sobre este particular cabe destacar el uso de balas “rezadas”, las cuales se hierven en agua bendita previo a colocarse en el arma. En ” La Virgen de los Sicarios” (Fernando Vallejo, Alfaguara, 1994) y “Rosario Tijeras” (Jorge Franco Ramos, Plaza & Janés, 1999) se destaca la práctica de este ritual así como las oraciones a María Auxiliadora, patrona de los sicarios. Especialmente ilustrativa de este tema es la muy conocida obra de Germán Castro Caycedo, “La Bruja: coca, política y demonio”. Aquí se traza un bosquejo histórico de los orígenes del narcotráfico en Colombia y su relación con la alta política. Todo a la luz de una amalgama de catolicismo ortodoxo y hechicería. Este libro fue prohibido por los tribunales del Departamento de Antioquia, pero luego la Sala Plena de la Corte Constitucional revocó el fallo. Lleva más de 10 ediciones y las últimas contienen la sentencia como anexo y algunas glosas. Realmente vale la pena leerlo. Quienes leyeron “El Padrino” y “El Siciliano” de Mario Puzo recordarán la profunda devoción de la famiglia Corleone. Salvatore Giuliano antes de ejecutar al barbero que lo traicionó le concedió un minuto para que hiciera las paces con Dios. Del mismo autor es “Los Borgia”, su obra póstuma, la cual tuvo que ser concluida por su compañera Carol Gino. Antes de morir Puzo se refirió a esta novela de carácter histórico como “otra historia familiar”. En ella se recrean los pecadillos y travesuras del Papa Alejandro VI y sus hijos: Asesinatos, envenenamientos, traición, robo, usura, incesto, etc. Con razón el libro lleva el subtítulo “la primera gran familia del crimen”. En “Hannibal” Thomas Harris nos describe al Dr. Lecter con los ojos piadosamente cerrados mientras se bendice la cena y agrega que el apóstol Pablo no lo hubiera hecho mejor. A la luz del pensamiento criminológico la religiosidad del justiciable más que una atenuante a su favor constituye un estigma, y, en ciertos casos, puede considerarse como un indicio. (El autor es abogado.)

¿Existe Dios?

Por: *Dr. Serafín Mercado* Investigador de la Facultad de Psicología de la UNAM

CONSIDERACIONES ACERCA DE SU IMPROBABLE EXISTENCIA

Todas las culturas han creado religiones, han creído en algún tipo de seres sobrenaturales; los dioses, e incluso algunas de estas religiones han sido monoteístas, planteando la existencia de un solo dios. Sin embargo, si en lo general las religiones, todas, tienen mitos que les son comunes, como la explicación del origen del mundo y el universo, el origen de la vida y, fundamentalmente, el origen y naturaleza del hombre y, hasta donde yo se, todas han postulado un alma y una vida más allá de la muerte como forma de dar cuenta de la conciencia y para explicar y atenuar la terrible experiencia de la muerte; en lo específico han sido muy disímiles tanto en la naturaleza y número de los dioses como en los atributos de estos, su ubicación y sus poderes; siendo así que la explicación de los orígenes del universo, de la tierra, de la vida y del hombre han sido distintas una de otra, siendo cada una un relato particular, surgido de la peculiar solución lograda por la cultura en cuestión.

En este artículo me centraré en la versión de origen judaico que predomina en occidente, es decir, el cristianismo en todas sus variantes y el judaísmo mismo, con objeto de analizar la naturaleza de estas creencias y de su compatibilidad con el conocimiento científico y la reflexión filosófica actuales; aunque este análisis es válido en principio para cualquier otra religión. El centrarnos en este subconjunto es por ser más conocido tanto para los lectores como para el autor. Tenemos evidencia arqueológica e histórica de que el hombre siempre ha querido hacer sentido del mundo. La conciencia expandida que evolucionó al desarrollarse el gran y complejo cerebro que tenemos, la conciencia ampliada de uno mismo, del tiempo presente, pasado y futuro y la posibilidad de manejar la realidad en términos de categorías y relaciones categóricas, entre ellas, sobresaliendo las relaciones de causa y efecto, hizo que no sólo buscara adaptaciones y soluciones a los problemas de supervivencia, sino explicaciones a todo lo existente, incluyéndose a sí mismo.

La cultura, hija del lenguaje y madre de la historia humana, hizo posible la acumulación de observaciones, explicaciones y prácticas sociales que permitieron un cierto grado de consenso en cada cultura acerca de la naturaleza y origen de las cosas, consenso que quedó imbricado en la estructura político-económica de esos pueblos. Ciertas versiones de la explicación quedaron sancionadas por las autoridades políticas y religiosas, las cuales frecuentemente eran las mismas o estaban muy relacionadas entre sí. Con la aparición de la escritura en sus diferentes formas aparecieron los libros sagrados: La Biblia, el Popol Vú, los Vedas, el Corán, etc., aunque en la mayoría de los pueblos la transmisión de estas “verdades” fue simplemente oral. La interrogación que me planteo aquí es, dado lo reiterativo de la pregunta y la similitud de la respuesta, ¿habrá algún tipo de verdad detrás de las explicaciones religiosas?.

Evidentemente, estas explicaciones son todas dadas antes del descubrimiento del método científico y de su aplicación masiva al análisis de la realidad en todos sus ámbitos. Este método es quizá el aporte cultural más importante de occidente, descansa en la capacidad analítico sintética de Homo, en su lenguaje y en el descubrimiento de los multiplicadores de este: la escritura, la imprenta y ahora la computadora y las redes de cómputo. Su fundamento es simplemente el requerimiento de un análisis crítico de las ideas ante la realidad y en relación a su coherencia. Se busca lograr métodos precisos, cuantitativos y un lenguaje sin ambigüedades; así como procedimientos que permitan ahondar en la naturaleza de los fenómenos, más allá de la apariencia superficial.

En la actualidad la aplicación del método científico ha permitido dar explicaciones congruentes con la evidencia acumulada y coherente tanto internamente como con otras teorías científicas, en términos de la lógica, lo que ha permitido dar respuesta a casi todas las preguntas abordadas por las diferentes religiones, siendo este conocimiento el modo de descalificar los mitos religiosos, no sin lucha y sangre, por la enorme reacción político religiosa a las implicaciones de estas nuevas visiones. Ahora contamos con una teoría heliocéntrica muy bien sustentada empíricamente y con enorme coherencia interna con otros cuerpos de conocimiento. De acuerdo con ella la tierra no es el centro del universo, sino tan solo un humilde planeta de tamaño intermedio que gira alrededor de una estrella no muy espectacular. Esta teoría esta contenida en una visión más general del universo, su naturaleza, su dinámica y su evolución formado de un número nunca soñado por los antiguos judíos de estrellas y galaxias.

Esta explicación, apoyada en un mar de evidencia acumulada durante siglos de observación y experimentación, no sólo astronómica, sino física, química y de ciencias de la Tierra misma, la cual le da una enorme credibilidad. Esta perspectiva está en desacuerdo con las explicaciones mitológicas de todas las religiones que conozco y en específico con la tradición judaico-cristiana de occidente. El origen del universo data de unos miles de millones de años, cuando se da el Big Bang (La Gran Explosión) y se supone que la Tierra, al igual que el Sol y los otros planetas se formaron de polvo interestelar hace unos 4600 millones de años. Hay dudas acerca de si el Big Bang no implica colapsos previos de la materia, de los cuales los hoyos negros (concentraciones de materia tan densos que ni la luz puede escapar) son tal vez el principio de uno nuevo o si la materia solamente explotó una vez. La vida empieza hace unos 3500 millones como un proceso químico en el que por azar se llega a formar una molécula capaz de reproducirse a sii misma, usando componentes más básicos.

Desde ese momento empieza la evolución de la vida hasta llegar a como la conocemos ahora. La vida ha quedado elucidada como un proceso fundamentalmente químico y su evolución, explicada por el proceso de selección natural, lo que se ve atestiguado por la enorme acumulación de evidencia de fósiles que han podido ser fechados con muy diversos métodos, pudiéndose seguir con bastante detalle el rastro de los cambios evolutivos de las especies hasta nuestros días. El origen del hombre es un caso especial, pues en todas las mitologías religiosas él ocupa un lugar privilegiado, distinto al de plantas y animales y que implica un estatus diferente, ignorando las características similares entre nosotros y otros animales y el increíble parecido que tenemos con gorilas y chimpancés, no sólo anatómico, fisiológico y conductual, sino genético. Estas propuestas van contra la sólida evidencia acumulada acerca de la evolución del hombre mismo, la cual hace patente nuestra procedencia animal y nuestra pertenencia a la naturaleza, sin un estatus especial; así pues las cuestiones fundamentales relacionadas a los orígenes quedan explicadas por la ciencia; exégesis que en nada coincide con el Génesis bíblico, por ejemplo.

Por otra parte, la vida queda aclarada como un fenómeno físico-químico, más químico que físico. También vemos que la ciencia aporta evidencia contundente de que la mente es un producto de la actividad del sistema nervioso y que el tamaño y complejidad del cerebro humano da cuenta de sus extraordinarias capacidades cognoscitivas. Vemos como se han ido develando los procesos de percepción, memoria, consciencia, pensamiento, emociones, deseos, volición y conducta. Actualmente la evidencia es impresionante en el sentido de que nuestra experiencia y conducta son consecuencia de la función de integración ecológica del sistema nervioso animal. De esta manera se da un golpe letal a las teorías del alma inmortal y su relación con la vida eterna y la idea de un dios o dioses. La sociedad humana y la cultura vienen a ser explicadas como consecuencia de la peculiar forma de evolución de Horno Sapiens, y las implicaciones éticas de la religión pasan a ser formas de imposición política de normas vigentes para un período y convenientes para un grupo hegemónico.

Esto ha contestado la pregunta del origen del universo, del origen y naturaleza de la vida y del origen del hombre. El documentar esto con mayor acuciosidad no es tarea de un artículo, sino de muchos volúmenes muy gruesos; pero el lector se puede remitir a una gran variedad de síntesis para la divulgación científica que le podrían dar un cuadro más detallado y repleto de evidencias para secundar lo aquí aseverado. También encontramos que hay un factor que hace sumamente atractiva la religión, como es el hecho de que al crear almas inmortales y una cohorte de dioses, santos (politeísmo disfrazado) y sacerdotes, los que hacen posible invocar el poder divino. Es muy reconfortante para Homo creer que hay una fuente externa de poder que lo protege de los males y peligros y que le concede privilegios si se le propicia adecuadamente. Sin embargo no hay evidencia de que los creyentes estén más protegidos del mal que los no creyentes, sino al contrario y de que la mediación de Dios y su cohorte de santos, ángeles, etc., en realidad rompa las leyes de la naturaleza. La credulidad implica un rezago respecto a la inteligencia científica contemporánea y una actitud acrítica que permite aceptar como hechos meros accidentes y patrañas.

Así, de la amplia cobertura explicativa de la idea de Dios como creador y manipulador del universo y sus habitantes, queda tan solo el problema de los orígenes de todo. El problema de los orígenes radica en una limitación cognoscitiva producto de la peculiar experiencia humana. Homo produce una gran cantidad de artefactos, los cuales tienen su origen en la extraordinaria capacidad planeadora y transformadora de nuestra especie. Una mesa, por ejemplo, es producida al cortar el tronco de un árbol (o de varios), del cual se sacan tablas, las cuales son cortadas y rebajadas para conformar las diferentes partes de una mesa,las cuales, unidas entre sí con taquetes, clavos, tornillos y pegamentos, forman el mueble como un todo, para después ser lijado y pintado o barnizado con objeto de darle la apariencia que nos apetece. La mesa como tal tiene origen en la idea y actividad de su o sus creadores. Sin embargo, en realidad la mesa no es más que un tronco de árbol modificado y adicionado de otros elementos, una reorganización espacial de la madera del tronco de un árbol. A pesar de ello, nosotros generamos una expectativa de que todo lo que vemos tuvo que ser creado por alguien.

Un principio básico de la naturaleza es que materia y energía no se crean o se destruyen, solo se transforman, incluso entre sí. Así la idea creacionista viene de la miope perspectiva de observar que nosotros manufacturamos objetos múltiples y que los animales y plantas nacen y consideramos que el origen de todo es una manufactura inicial por un ser especial. No se toma en cuenta que la creación natural de nuevos seres es tan solo transformaciones espacio temporales de materia y energía ya existentes, todo dentro del marco de las leyes naturales. Además, esta solución tiene un problema fundamental, que si atribuimos a un creador el origen del universo y de todo lo en el existente, incluyendo las leyes que le rigen y hemos descubierto, entonces, surge la pregunta de ¿quien creó al creador? Las soluciones han sido diversas a este dilema. Una es que el creador se autocreó; pero esta no resuelve nada, ya que no es concebible que algo que no existe cree algo. A lo más considero esta solución como una tomadura de pelo de uno de los sistemas religiosos más autoritarios. La segunda es que Dios es infinito. Sin embargo es más simple y sin complicaciones considerar la posibilidad de que el universo en sí sea infinito y no necesitamos agregar una complicación más como la de implicar a Dios.

Aunque es necesario explicar el Universo y sus leyes, si metemos a dios, es mucho más complejo explicarlo a él a su vez. El cerebro humano es el ente más complejo que hemos descubierto en el universo, superado solo por la sociedad, que es una estructura de cerebros en interacción y por el Universo mismo, que los contiene a los dos; podríamos suponer que Dios es mucho más complejo que eso. Un problema en esta visión es el hecho de que equiparamos las leyes científicas a las leyes de la sociedad humana. Estas últimas son el producto de la imposición de normas emergidas de la necesidad de regular las relaciones sociales, a través de los sistemas jurídicos, que hacen posible la preservación del grupo y su funcionamiento y el estado de cosas actual en la sociedad, generalmente conservando el estatus y privilegios de los grupos en el poder.

Las leyes naturales en realidad son simplemente conjeturas acerca de las regularidades causales que se dan en la naturaleza, y estas no tienen por que haber sido dictadas por nadie ni impuestas, simplemente son y nosotros las descubrimos. Ante estos argumentos, la idea de Dios no sólo no resuelve el problema del origen, que sin lugar a dudas no está resuelto aún, sino que lo dificulta más, creando un problema de regresión infinita (El creador que crea al creador, que crea al creador, … ), o la introducción de elementos que en realidad no aportan nada a la solución y que, por lo tanto, son inútiles. Vemos la naturaleza esencialmente irracional de esta postura al obtener una respuesta contundente a este tipo de reflexiones: “Todo es cuestión de fe”, es decir, se exige creer acríticamente. Podemos ver que la idea de Dios es un atavismo cultural que se mantiene por lo pequeño o nulo que es el conocimiento y comprensión por la población mundial en general de la ciencia y sus implicaciones, siendo el conocimiento científico compartido tan sólo por élites académicas, incluso muchas veces aún a esos niveles, parcializado por la especialización.

Esto hace ver lo necesario de la formación de una cultura científica general en la población como base de una inteligencia social. Esto es básico, pues es perfectamente reseñado en la historia el surgimiento de prácticas irracionales, autoritarias e incluso genocidas en ciertas épocas de la historia de los pueblos, que fueron razón de conflictos, derramamiento de sangre y para el estancamiento del progreso cultural. También vemos a los diferentes mitos religiosos y sus textos como la preservación de un pensamiento que ha sido superado contundentemente por el método crítico de la ciencia y por la evidencia que la sustenta. Mitos como los de la creación y de Adán y Eva se enfrentan fútilmente a lo que conocemos acerca de la naturaleza y el origen de la vida y en especial del hombre. Vemos que la Biblia, a pesar de ser la supuesta revelación de Dios al hombre, no menciona nunca la existencia de otros continentes, de muchas especies animales y vegetales desconocidos para los judíos de esa época, de la naturaleza atómica de la materia, de las partículas subatómicas, de energías desconocidas como el magnetismo y la electricidad, por no mencionar la energía atómica. No se mencionan virus y bacterias ni su papel en la patología o el papel del sistema nervioso en la consciencia, la conducta y las emociones.

Podemos tomar un ejemplo más, aunque en realidad toda la Biblia se encuentra plagada de casos similares. En la Biblia se menciona el caso de un “Diluvio Universal”, del cual, por cierto, no existe evidencia geológica. Después de cierto tiempo de la creación y todo lo demás que siguió, Dios está muy enojado porque los hombres son muy malos. El omnisapiente Dios, que no puede cometer error alguno, se arrepiente de haber creado al hombre y la vida. Sin embargo, en un arranque de piedad, él recurre a Noé y su familia para salvar la vida en el mundo. Dios ordena a Noé que construya un arca y que la llene con una pareja de animales de cada especie.. Si Noé construyó el arca de las dimensiones especificadas en la Biblia, trescientos codos de longitud, cincuenta de anchura y treinta de altura, sin duda no habrían cabido allí todas las especies terrestres que hoy conocemos y de las cuales no tenían idea los judíos en esa época.. Su lista es sorprendentemente: 20 de las aves, de las bestias (supongo mamíferos) y de los reptiles según su especie; no menciona batracios, insectos, gusanos y especialmente los microbios, que sin duda desconocían.

Tan sólo de los mamíferos existen alrededor de 6,000 especies conocidas. El problema no es solo del tamaño, en la Biblia no solo no se menciona que se salvaran las plantas terrestres, las cuales hubiesen perecido, lo cual muestra la ignorancia biológica de la época, sino que no se considera lo que los animales comerían y beberían en el transcurso, el que los carnívoros habrían devastado a sus presas habituales y, por supuesto, no se consideró el efecto de la reproducción de las especies. Por lo tanto, Noé y su arca no son más que una hermosa leyenda y una forma muy efectiva de inducir el temor a Dios, pero no corresponde en lo más mínimo a la realidad. En conclusión, las ideas de las religiones y de Dios (o los Dioses) son el producto de una etapa de desarrollo cultural de la humanidad, completamente invalidado por los desarrollos de los cuatro o cinco últimos siglos de ciencia. Que la idea de Dios no aporta nada a la solución de los problemas, sin duda aún irresueltos, acerca de los orígenes del universo. Creo que podemos prescindir de la idea de Dios con grandes ventajas para el pensamiento filosófico y el avance del conocimiento científico.

La religión, en su época, fue un buen intento para explicar el mundo, el universo, la naturaleza, la vida y al hombre, su sociedad y su cultura. Ahora no se sostiene ante el embate del conocimiento científico. Las explicaciones religiosas fueron adueñadas por las clases en el poder y distorsionadas para detentar, justificar y legitimar ese mismo poder. También ha sido origen de muchos conflictos humanos, incluyendo innumerables guerras en la historia humana. Creo que es un buen momento para tratar de rebatirlo, idea de algunos de los pensadores tras las Revoluciones Francesa y Marxista. Sin embargo, creo que esto no se logrará sin una buena educación científica como respaldo y un gran valor ante las fuerzas e intereses reaccionarios detrás de la religión. La educación elemental y media son el pilar sobre el cual hay que erigir la nueva consciencia, la nueva inteligencia social.