¿Quién tiene la verdadera Biblia?

Por: Frank R. Zindler

TRADUCIDO POR MALCOLM CARTAGENA.

Prólogo

En La Calle
Evangelista: Hermano, usted está en un apuro si pone su fe en la ciencia. La ciencia nunca le puede dar la verdad absoluta. La ciencia siempre tiene que corregir sus errores. ¡La ciencia no puede salvar!
Pagano: probablemente usted está acertado en que la ciencia no nos puede dar conocimiento absoluto. Pero en tanto nos dé información suficientemente sólida como para seguir sosteniendo nuestras vidas, ¿Qué más necesitamos? De todos modos, no parece haber ninguna otra fuente de información que sea más segura y gran cantidad que son mucho menos seguras que la ciencia del hombre. En cuanto a salvar, el récord de la penicilina no es demasiado malo.

El Evangelista: Amigo, hay algo más cierto que la ciencia. Hay una fuente de la verdad absoluta e indefectible. Usted no tiene que ir más con las adivinaciones de la ciencia. Usted puede ir directamente a la fuente de todo conocimiento.

Pagano: ¿Realmente? Qué es?
Evangelista: La Santa Biblia, hermano, el Libro de Libros!
Pagano: ¿Cuál Biblia es “La Santa Biblia “? Quiero decir, hay gran cantidad de Biblias diferentes que flotan alrededor. Está el Corán …
Evangelista: Pecador, yo hablo acerca de la Biblia Cristiana, no las Biblias falsas de los paganos supersticiosos.
Pagano: Bien, aún si admito que las Biblias cristianas son mejores que las Biblias musulmanas o mormonas, ¿cómo sabe usted cuál Biblia cristiana es la correcta? Las Biblias Católicas contienen setenta y tres libros, las Biblias protestantes tienen sólo sesenta y seis.
Evangelista: Los Católicos son esclavos del Diablo, hermano.
Ellos tienen algunos libros falsos junto con los verdaderos. La Biblia verdadera es la versión del Rey Jaime traducida sin error de las lenguas originales al propio inglés de Dios. Usted no creerá que Dios permitiría que cayésemos en un error con la transmisión de su propia palabra. ¿ No? La versión del Rey Jaime ha sido preservada sin errores para traer el mensaje de la salvación a los pecadores como nosotros.
Pagano: ¿No bromea? ¿Cómo justifica el hecho de que algunos de “nosotros” son Católicos? ¿ Por qué dios permitió que la transmisión de su palabra a los Católicos se corrompiera? ¿Por qué dios permitió que a los protestantes se les vendieran las primeras ediciones de la versión del Rey Jaime, que todavía contenía los setenta y tres libros encontrados en la Biblia Católica?

Tres Problemas
Los verdaderos creyentes que desean poner toda su fe en la Biblia encaran tres problemas:

(1) ¿Cómo puede uno saber cuales libros están “inspirados” y deben formar parte del canon bíblico? (2) ¿Cómo pueda uno saber cuál, si cualquiera de los manuscritos contradictorios existentes (MSS) de un libro dado preserva la expresión “verdadera”?
(3) Suponiendo que uno tiene el manuscrito correcto (MSS) de un libro dado, ¿cómo puede uno saber lo que significan las palabras particulares en griego, hebreo, o arameo?

Como veremos, no hay manera de que estas preguntas se puedan contestar con absoluta certeza.
A lo sumo, los creyentes deben confiar en las probabilidades, no las certezas, que surgen de una investigación científica de los hechos circundantes a los textos y las tradiciones bíblicas. Los creyentes tendrán que enfrentar el hecho de que no hay ninguna manera de saber en cuál Biblia creer, ni mucho menos qué creer en ella.
Los creyentes todavía tienen que poner su “fe” en otros seres humanos. ¿Cuáles Libros?
Como recién se mencionó el primer problema que tienen que encarar los creyentes es el problema de cuáles libros pertenecen a la Biblia, cuáles no, y cómo decidir. Verdaderamente, es extremadamente raro para los individuos decidir, estos dilemas  por sí mismos.
Generalmente ellos heredan un conjunto de “libros santos” de las familias en las que nacieron.
Los niños católicos heredan un número algo más amplio que los niños protestantes, y los niños judíos obtienen todavía treinta y cuatro menos que los niños Católicos.
A los que menos se les da es a los niños Samaritanos. Ellos sólo obtienen el Génesis, El Exodo, Levitico, los Números, Deuteronomio, y si toman su sopa quizás Joshua. Si para ser “salvado” uno necesita encontrar información, digo, en la Revelación, 2 Paralipomenon, o Baruch, ¿no es raro que dios permita que nazca tanta gente en ambientes deficientes de libros necesarios para la salvación? ¿Cómo es entonces, que hay tal diversidad de opinión en cuanto a cuáles libros son “canónicos,” en otras palabras, deben formar parte de la colección oficial de escritura “inspirada”? ¿Qué principio divino ha dejado a los Samaritanos con Biblias que contienen sólo cinco o seis libros, a los judíos con treinta y nueve, a los protestantes con sesenta y seis, y a los Católicos con setenta y tres? ¿Por qué los cristianos antiguos tenían aún más libros en sus Biblias?

En el caso de los Samaritanos, el número pequeño de libros en su Biblia no refleja nada más significativo que el hecho que los samaritanos, que vivían en la parte septentrional de Palestina, fueron separados del centro principal de la evolución cultural judía el reino sureño de Judah antes que los profetas y otras escrituras fuesen consideradas “Escritura” por cualquiera. Hoy en día el resto lastimoso de creyentes que se llaman a sí mismos samaritanos reclaman que todo libro fuera del Pentateuco (los primeros cinco libros de la Biblia, los llamados Cinco Libros de Moisés) no son inspirados y, por lo tanto, son no canónicos.

Una excepción posible es el sexto libro de la Biblia, el Libro de Joshua, el que parece ser dado la posición cuasi bíblica. No sólo son los libros posteriores del canon judío “no escriturales,” en el punto de vista Samaritano aún la versión Hebrea del Pentateuco (el “Texto Masoretico,” el llamado Textus Receptus o ” texto recibido” del que nuestro Rey Jaime (King James) y Biblias posteriores traducidas) no es bueno tampoco. Difiere del texto Samaritano ¡En más de seis mil lecturas variadas! Pero ¡ay! para las creencias de los Samaritanos y los judíos, el tamaño pequeño de la Biblia Samaritana y las seis mil lecturas variadas del Texto Masoretico no son debidas a ningún principio divino discerniblemente de selección: Ellos son meramente accidentes de la historia y la guerra políticas.

A través de la historia judía hasta el Concilio de Jamnia (celebrado cerca de la actual ciudad de Joppa, cerca del fin del primer siglo A.D.), la lista de libros pensados para “ensuciar las manos” (en otras palabras, fueron inspirados) diferidos como una función de geografía y afiliación política. Por los tiempos en que se formó la iglesia cristiana, los judíos greco parlantes habían acumulado unos pocos libros más que ensucian las mano que los que tenían los que permanecieron en casa, primos arameo o hebreo-parlantes. Cuándo los cristianos adoptaron el “Viejo Testamento” Griego para si mismos (inclusive los libros novedosos que fueron con él), los judíos Palestinos tuvieron que defenderse. En el Concilio de Jamnia, los judíos eliminaron tales libros como Baruch, Ecclesiasticus, y tantos Libros como Maccabeos. Por un escaso voto, ellos evitaron estrechamente eliminar a Ezekiel, Proverbios, Ester, Eclesiastés, y Cantares de Salomón.

En el caso del Libro de Daniel, los judíos eliminaron los últimos dos capítulos, asentando una docena. ( El Libro Católico de Daniel contiene todavía catorce capítulos.) Kaine E Diatheke Figura 1. Una página de Kaine E Diatheke, un Nuevo Testamento griego publicado por la Sociedad Britanica y Extranjera de la Biblia (© 1958), mostrando el “texto preferido” y “aparato crítico” para Mateo1:11,16,18. A. El texto tradicional de verso 16 Dice: “Y Jacob engendró a José, esposo de María, de quien nació Jesús, el llamado Cristo.” B. El comienzo de las variadas lecturas para el verso 16, con símbolos para los varios manuscritos seguidos por sus lecturas diferentes. C. El símbolo para el manuscrito de Sinaiticus (s) Siríaco (sy), un documento del siglo tercero a cuarto que refleja el estado del texto bíblico en el segundo siglo, antes de que los creyentes en el mito del nacimiento de virgen hubiese triunfado en alterar todos los textos del evangelio. D. El griego magníficamente abreviado dice: “Y José engendró a Jesús, el llamado Cristo.

Así como la lista de libros santos difería de comunidad judía a comunidad judía, así la lista de libros considerados santos entre los cristianos tempranos difería de iglesia a iglesia, aunque los cristianos preferían generalmente el Viejo Testamento griego más grande al más pequeño Hebreo. Además de las escrituras judías, cada comunidad cristiana desarrolló sus propias escrituras del Nuevo Testamento, creando más de una docena de evangelios diferentes y un número incierto de epístolas y apocalipsis.

No sorprende saber que no se conoce ningún “Padre de la Iglesia” que declarara la canonicidad de los libros de la misma manera que el evangelio completo bautizado por el fuego de la Santa Iglesia Pentecostal de Dios en Cristo de hoy. El ilustre Ireneo (B. ca. Ac. 130), por ejemplo, consideraba al Pastor de Hennas como inspirado, pero rechazaba a Hebreos, Jude, David, 2 Pedro, y 3 Juan. Clemente de Alejandría (ca. Ac. 150-213) incluyó el Apocalipsis de Pedro, la Epístola de Barnabas, y el pastor de Hermas en su Biblia. Tertulliano (B. ca. Ac. 160) mejor recordado por su dictamen, Certum, est quia impossible est (“yo lo creo porque es imposible”) eliminó todos los libros del Nuevo Testamento menos los cuatro evangelios, hechos, trece epístolas de “Pablo”, Revelación, y Juan. Como ciertas iglesias (tales como las de Roma, Alejandría, Antioquía, y Constantinopla) ganaron en poder político, cada una hizo esfuerzos arduos para suprimir “la herejía,” y los concilios de la iglesia fueron convocados (a menudo por El Emperador Romano más que por Papas o Patriarcas) para votar sobre cuáles libros eran canónicos y para antemizar a los que no podrían comprar suficientes votos para estar en el lado ganador. La historia de estos concilios es tanto desorientadora como abominable.

El concilio de Laodicea (A. D. 363) incluyó Baruch en el Viejo Testamento, pero prohibió la Revelación del Nuevo. El Concilio de Cartago (ca. Ac 397) incluyó Ecclesiasticus, Sabiduría, Tobit, Judith, y 1 y 2 Maccabeos. La enumeración de la infalible más reciente del canon Católico sucedió en el Concilio de Trento (A. D. 1563), en el medio de la Reforma alemana. La Iglesia Ortodoxa griega cerró su canon en algún momento en el décimo siglo, cuando admitió finalmente el libro de La Revelación (aunque todavía no use las citas de este libro en sus leccionarios). La Iglesia Ortodoxa Siria adoptó a regañadientes La Revelación aún un siglo más tarde. Aunque no cada concilio de la iglesia debatiera qué libro pertenecía a la Biblia, es no obstante verdadero que las ediciones decididas por los concilios previos ayudaron a formar las decisiones que definieron el canon.

El contrario a la opinión ingenua que las deliberaciones de los concilios de la iglesia fueron infundidos por el poder de la guía divina, la mayor parte del los concilios y sus repercusiones eran asuntos bastante horrorosos. El concilio de Nicaea, por ejemplo, fue convocado en AC. 325 por El emperador romano Constantino el primer emperador cristiano. Después de convertirse al cristianismo, Constantino mato a su esposa, su hijo, un sobrino y su esposa, y estranguló a Licinius (su coemperor) y su hijo después de prometerles la vida. Cumplidas estas tareas convocó a los obispos y patriarcas del reino para definir la naturaleza de la Trinidad y decidir a cuál de las facciones en disputa de los creyentes debería darse la patente real para la ortodoxia.

La pregunta candente del concilio era el argumento entre Arius y el obispo Alexander de Alejandria. Arius proclamaba que Jesús era esencialmente distinto del Padre, habiendo sido creado ex nihilo por el último. Alexander, sin embargo, proclamaba “como Dios es eterno, así es su Hijo cuando el padre, entonces el Hijo está presente en Dios sin nacimiento, jamás engendrado, un engendrado no engendrado.” Por un voto areglado, Arius fue condenado como hereje, excomulgado, y exiliado. Tres años después, sin embargo, Constantino se suavizó con la herejía (o cambió de opinión en cuanto a quiénes eran los herejes) y volvió a llamar a Arius a Constantinopla.

En el mismo día en que Arius debía volver a entrar triunfante a la Catedral, sus intestinos estallaron repentinamente en un excusado, obviando cualquier necesidad de redefinir la ortodoxia. Los ortodoxos lo consideraron un milagro; los Arianos sabían que fue asesinato. Figura 2. ¡Ningún nacimiento virgen aquí! parte de la genealogía de Jesús en los manuscritos de Syriacus Sinaiticus se refirieron a él en Fig. 1 C. (Imprimió el texto © 1894 por Agnes Smith Lewis, los cuatro Evangelios en el Siríaco, Trascripción del Palimpsesto Sinaitico, Prensa de la Universidad de Cambridge). Siríaco se lee de derecha a izquierda. Los asteriscos marcan la palabra Siríaca `wld, ” engendrado” los subrayados muestran nombres repitiendose en la fórmula: A engendró a B, B engendró a C, C engendró a D, etc. Los versos quince a dieciséis leen dicen: ” Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matthan, Matthan engendró a Jacob, Jacob engendró a José; José, a quien era prometido una mujer joven, María, engendró a Jesús[ (l) yshw`, el apellido subrayado] que se llama Messiah.

El veneno no era la única manera de decidir las preguntas de la teología. En el Concilio ” ecuménico” de Ephesus (A. D. 431), San. Cirilo, el Papa de Alejandria, sobornó a suficientes obispos para poder convocar el Concilio antes de la llegada del Patriarca de Antioquía, cuya oposición él temía. Sin la oposición de la delegación de Antioquía era cuestión sencilla condenar a Nestorius como hereje, y proclamar a la Virgen María como theotokos, o “madre de dios.” En el Segundo Sínodo de Ephesus (A. D. 449), Dioscoros, el Papa de Alejandría (sucesor de Cirilo), condenó a Flavian, el Papa de Constantinopla, y luego pateó a su rival en Cristo tan severamente que él murió tres días después. Convocando una muchedumbre de monjes y soldados esgrimiendo palos, espadas, y cadenas, Dioscoros convenció a los obispos que habían planeado votar por Flavian a votar “correctamente.” Tales eran los medios por los cuales se determinaba la verdad en la Iglesia Católica ortodoxa.

Entre los protestantes estaba cada pecador por sí mismo cuándo vino a decidir que libros pertenecían a la Biblia. Entre los protestantes “reformistas,” eran comunes las opiniones que difieren en mucho de las sostenidas por los protestantes. Luther no pensaba que Ester pertenecia en la Biblia, pero pensaba, elevadamente de 1 Maccabeos y Sirach. Él tuvo una opinión baja de los Hebreos, y pensaba que la Revelación era de escaso valor, no siendo apostólica ni profética. La Epístola de Jaime la llamó “una epístola de paja.” El reformista suizo Zwingli decretó no Bíblica a la Revelación. John Calvin denunció ese libro de delirios como incomprensible, y prohibió a los pastores de Ginebra procurar interpretarlo. ¿Cuáles Manuscritos? Aunque fingiéramos que podríamos saber de algún modo con toda seguridad que el evangelio de Mateo, es sinceramente inspirado y, así, un libro legítimo para ser incluido en el canon, ¿cómo podríamos decir si cualquiera de los muchos MSS de Mateo contiene la expresión correcta e inspirada? La mayoría de los creyentes verdaderos no saben nada de nada acerca de este problema, porque es un secreto bien mantenido entre los eruditos de la Biblia que ninguno de los dos MSS de Mateo ni ningún otro libro bíblico son parecidos.

Peor todavía, para cada libro existen familias diferentes de tipos MS, a menudo de antigüedad aproximadamente igual, pero difiriendo uno de otro en maneras típicas. Para tratar de seguir todas el las diferentes expresiones en Mateo y otros libros de la Biblia, las ediciones eruditas del Nuevo Testamento griego contienen un llamado aparatus criticus, un sistema complicado de notas a pie de página que indican las mayores lecturas variadas para cada pasaje en el ” texto preferido” [ve Figs. 1 y 3].

Con respecto al texto preferido de la Biblia griega, los lectores pueden preguntarse ¿Quién decide y cómo las lecturas preferidas? El espacio no permite una discusión de los principios científicos (y a veces muy no científicos) implicados. Podemos sólo observar que es tanto irrisorio como triste ver a los fundamentalistas más inteligentes aprendiendo diligentemente griego para “leer la palabra de Dios en la lengua original.” Ellos poco sospechan, al mirar fijamente las paginas libres de notas a pie de página de sus testamentos griegos Westcott Hort, las miles de decisiones científicas y no-tan científicas que se tuvieron que tomar para que ellos vean o no vean lo que hay en cada página.

Los apologistas de la Biblia tratan de eliminar los centenares de miles de variadas lecturas en el existente MSS diciendo que las diferencias son triviales y no afectan los pasajes esenciales para la doctrina cristiana. “Meramente diferencias ortográficas,” dicen. La falsedad de esta afirmación puede verse no sólo en los ejemplos dados en Figs. 1-3 ( variaciones que afectan la doctrina del nacimiento virgen, así como también la doctrina de que discípulos verdaderos pueden beber veneno y acariciar cobras), sino también en los pasajes que golpean en el corazón de la doctrina de la Trinidad. Cuando Erasmo de Rotterdam publicó primer Nuevo Testamento griego de Europa en 1516 él omitió el texto Trinitario de la prueba, 1 Juan 5:7: Porque hay tres que se registran en el cielo, el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo: y estos tres son uno.

Es innecesario decir, Erasmo fue criticado robustamente por la omisión. Él se defendió declarando que él habría incluido el verso ( muy conocido en la Biblia latina) si hubiese sido capaz de encontrar un solo MSS griego que lo contuviera. Poco después a Erasmo se le presentó ¡una Biblia Griega que contenía el verso! Sospechando un fraude, pero incapaz de probarlo, Erasmo agregó el verso,a ediciones posteriores de su Biblia, el libro destinado a llegar a ser el Textus Receptus el libro del que los traductores del Rey Jaime derivarían la versión inglesa “autorizada” de 1611. dura suerte para la Trinidad, ` la intuición de Erasmo era correcta. Hasta hoy ningún MS Griego más viejo que el siglo quince a dieciséis ha sido jamás encontrado conteniendo el pasaje.

Ahora se sabe que el verso fue un invento español del siglo cuarto, apareciendo finalmente en el MSS de la Vulgata latina (la Biblia oficial de la Iglesia Católica romana) alrededor del año 800. El descubrimiento de que las Biblias más viejas omiten a 1 Juan 5:7 deja a los cristianos sin “la prueba de la Trinidad Bíblica”. Mientras que hay todavía otros versos que son compatibles con la doctrina trinitaria, ninguno es la prueba de ello. A menos que los apologistas cristianos consideren la Trinidad como trivial, ¡ellos deben admitir que las diferencias en MSS son importantes! La magnitud de las diferencias entre diferentes MSS del mismo libro, pueden ser asombrosas. Uno de los rollos del Mar Muerto, el rollo Jeremías 4QJer-b es un octavo más corto que el texto Masoretico de ¡Jeremías! Aún en tiempos antiguos existían las diferencias salvajes en el MSS de los libros individuales.

El Padre de la Iglesia Irenaeus nos dice que el MSS del el evangelio de Mateo usado ca. Ac. 185 por los Ebionites (Los cristianos judíos originales de Jerusalén) careció de los primeros dos capítulos los capítulos conteniendo la genealogía imaginaria de Jesús, la historia del nacimiento virgen, los hombres sabios, y la matanza de los inocente de Herodes. Ahora se entiende porque los cristianos primitivos no creían en el cuento de María y el ángel. Figura 3. El fin del Evangelio de Marcos, de la Biblia griega usado en la Fig. 1, mostrando el estado de confusión total en que finaliza el Evangelio. A. El texto latino del manuscrito la antigua versión latina, Africana del siglo cuarto al quinto, el Codex Bobbiensis (k) que añade al verso 3 de Marcos. 16 los versos: “Repentinamente en la tercera hora del día había oscuridad sobre la tierra entera, y los ángeles descendieron del cielo y se pararon con el dios vivo, [y] subieron [al cielo] junto con él, y e inmediatamente hubo luz.

Entonces ellas [mujeres] se acercaron a la tumba.” B. La nota diciendo que el verso 8, así como también los versos 9-20, son omitidos por un manuscrito egipcio Fayumico temprano (fa). C. La nota diciendo que el verso 8 es el verso concluyente los manuscritos más viejo y mejores, inclusive los famosos Codex Sinaiticus, Codex Vaticanus, y el Syriacus Sinaiticus mostrados en Fig. 2. Esto significa todos los cuentos de post Resurrección de la “conclusión larga” tradicional, están ausentes, junto con Marcos. 16:18 el pasaje tan amado del manejo de la serpiente, beber veneno por creyentes verdaderos en el Sur. Los manuscritos más viejos finalizan su cuento con las mujeres que huyen del sepulcro, “ya que ellas tenían miedo.” Verdaderamente, las notas a pie de página que se relacionan al fin de Marcos continúan dos páginas más después de la que se muestra.

Una de las notas posteriores nos dice que, algunos manuscritos contienen un fin alternativo “corto” a Marcos. 16: 9-20 que dice: “Pero ellos informaron brevemente a Pedro y a ésos con él todo lo que se les había dicho. Y después de esto, Jesús mismo envió por medio de ellos, del este al oeste, la sagrada e imperecedera proclama de la salvación eterna.” ¡Otra nota a pie de página nos dice que hay varios manuscritos que incluyen ambos finales! Podemos notar otra rareza con respecto al “texto recibido” usada para producir la Biblia del Rey Jaime: Porque el Libro de la Revelación nunca fue popular en la Iglesia Ortodoxa griega, fue difícil para Erasmo encontrar MSS del libro. Verdaderamente, él no pudo encontrar un solo MS que contuviese los últimos seis versos.

Consecuentemente, ¡él tuvo que componer su propio griego traduciendo los últimos seis versos al griego del latín vulgar! Hasta hoy no se encontró jamás ningún texto griego que reproduzca la versión de Erasmo` de los últimos seis versos de la Biblia. Asi de fuerte es la traducción de la Biblia del Rey Jaime. Mientras discutimos el Libro de la Revelación el libro amado del presidente Reagan y de los gematriastas (numerologistas bíblicos; la palabra rima con “pederastas”) que le aconsejan que deberíamos notar que “el número del nombre de la bestia” [Rev. 13: 18] no puede ser 666 después de todo. ¡En algunas fuentes muy antiguas el número es 616! Indudablemente para consternación de los gematriastas, que procuran guiar la política exterior nuclear Americana sobre bases de indicios bíblicos, ni solo ni en combinación los nombres “Madalyn,” “Murray,” o “O Hair” suman a 616 ó 666 al escribirlos en el alfabeto griego.

En 651, “Murray” se acerca a 666: ¡cerca pero no justo! Finalizaremos esta discusión de variedad de MSS considerando el problema de versiones traducidas de la Biblia. El problema de saber qué significados dar a las palabras en idiomas extranjeros se considerará en la próxima sección de este ensayo. Lo qué nos concierne aquí es un problema de interés aún mayor a los que quieren saber lo que el “texto original” de la Biblia dijo una vez. Entre el tercer siglo A.C. y el primer siglo D.C, los eruditos judíos greco parlantes en Alejandría y en otra partes tradujeron las escrituras hebreas al griego, produciendo una serie de ediciones del Viejo Testamento griego conocido colectivamente como el Septuagésimo (Abreviado LXX). Una comparación del LXX con el texto Hebreo Masotérico muestra diferencias fundamentales en diferencias de contenido que no pueden renunciarse como errores de traducción, sino se pueden ver como evidencia de que el texto hebreo usado por los traductores difirió profundamente del texto hebreo hoy conocido.

Entre las muchas diferencias entre el LXX y el texto de Masoretico estan las discrepancias numéricas. Enoch tenía sesenta y cinco años de edad cuando él engendró a Matusalén en Hebreo, pero tenía 165 cuando él lo hizo en griego. Después del nacimiento de Lamech, Matusalén.Vivió 782 años en Hebreo, pero 802 en griego. No sólo hay diferencias numéricas entre los textos el griego y Hebreos versos y párrafos se agregan o son borrados y, en el caso de Jeremías, las profecías individuales son dispersadas tan diferentemente en las dos versiones que es muy difícil comparar las dos en absoluto. El problema para los creyentes verdaderos es este: La versión griega refleja un texto hebreo más de mil años más viejo que el texto Hebreo usado como estándar para el Rey Jaime. ¿No deberíamos seguir al griego aún si es una traducción en vez del hebreo? Se debe notar que los autores del Nuevo Testamento, al citar el Viejo Testamento, lo citaron en griego pareciéndose al LXX mucho mas a menudo que el Masoretic Textus Receptus.

Si el LXX fue suficientemente bueno para Jesús, ¿No debería ser suficientemente bueno para los Presbiterianos?. El descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto ha confundido además el asunto. Estos Rollos Hebreos y Arameos desplazan la fecha a un tiempo tan distante atrás como al tiempo en que comenzó la traducción del LXX y temporalmente superpuso el período en el cuál la traducción se completó. ¿Estos rollos asientan el asunto de cual es mejor, el LXX o el Texto Masoretico? ¡De ninguna manera! Algunos de los rollos, tal como el Rollo Magnífico de Isaiah, están extremadamente cerca del Texto Masoretico. Es por eso que los fundamentalistas nunca parecen cansarse de contarnos acerca de este rollo y de cómo justifica su Biblia (ellos no le contarían acerca del Rollo Corto de Jeremías, mencionado arriba, que se parece al LXX).

En el caso de Jeremías, se han encontrado rollos semejantes a ambos: el LXX y los textos Masoreticos se han encontrado MSS del éxodo que se asemejan no sólo a LXX, sino también a la versión samaritana.Apenas por añadidura, algunos rollos reflejan todavía a otras, hasta desconocidas tradiciones textuales. ¿Cuál es el MS correcto? La pregunta en si misma ha llegado a no tener sentido en esta etapa en la comprensión científica de los textos bíblicos. Las tradiciones orales diferentes fueron reducidas gradualmente a escribir en tiempos diferentes y en lugares diferentes. Difiriendo una de otra en el momento que fueron puestas por escrito, las varias formas escritas de una historia dada continuaron diferenciandose mientras los textos individuales se copiaban y recopiaban, y los escribas cometían errores y “correcciones” Periódicamente los escribientes descubrian MSS contradictorios relacionados con el mismo cuento. Entonces entraba en juego la “armonización” combinando el escribiente los textos contradictorios en una narrativa ” armoniosa”. Un ejemplo extremo de esto se ve en cierto MSS posteriores de los evangelios de Mateo y Lucas, donde las dos genealogías de Jesús en el Textus Receptus difieren una de otra y han sido “armonizadas” casi totalmente en una identidad cien por ciento.

Después de todo su estudio, los eruditos de la Biblia han llegado a una sencilla conclusión: Tratar de encontrar la “correcta lectura” de la mayoría de los MSS bíblicos es tan desesperado y tan sin sentido como tratar de encontrar el “votante promedio”. ¿ Cuál Diccionario usar? Uno de los problemas más desconcertantes que enfrenta un creyente es uno que casi nunca se reconoció aún que exista. Cómo puede uno saber lo que una palabra dada significa . ¿Un antiguo MS? No es suficiente tener un buen diccionario griego o hebreo. El mas brillante de los escritores de diccionario no puede estar segurodel significado de cada palabra como se usa en cada cultura y subcultura , en cada período en la historia. Si encontramos la palabra hebrea zabach, “sacrificio,” por ejemplo, en una oración antigua que dice “Rey Ishkibibbel sacrificó mucho y Jahweh lo protegió a él y a su orinal” ¿significa lo mismo que la oración en un moderno periódico de Jerusalén que dice: “Shmuel sacrificó mucho y tuvo sus niños en el colegio”? No se necesita ir a textos antiguos para ver la magnitud de este problema. Las obras de William Shakespeare (1564-1616) datan de tiempos relativamente modernos y ellos están en inglés. Aún es a menudo bastante imposible saber con toda seguridad qué quiso decir Shakespeare con ciertas líneas.

En el tercer acto de Hamlet, apenas después del famoso “ser, o no ser”el soliloquio, Hamlet dice a Ofelia, “vete a un convento.” (go thee to a nunnery) ¿Qué podría ser más sencillo de entender? Fue bastante impactante, hace treinta años, cuando supe que el término del Argot ¡ Isabelino para el burdel era convento(nunnery)! En todos los años desde entonces He sido incapaz de decidir si Hamlet quería que Ofelia fuera a un convento o a un burdel. Cualquier significado se adecua al contexto. Hamlet podría estar preocupado de que Ofelia pudiese llegar a ser “una procreadora de pecadores” y debería retirarse de las tentaciones del mundo retirándose a la religión. O considerando de la presencia de palabras tales como ramera, y obseno en el contexto inmediato, y considerando que Hamlet denigra el “libertinaje” de Ofelia es plausible que Hamlet, en repugna, diga a Ofelia que se uniera a la profesión más vieja del mundo.

Mientras la ambigüedad de este pasaje meramente entretiene o molesta, dependiendo de cuánto uno desea entender a Shakespeare ,la situación sería gravemente mortal si Hamlet fuera un libro de la escritura en vez de un trabajo del arte. ¿Qué si una creyente verdadera trató de imitar a Ofelia y fue al lugar incorrecto? Ella podría pasar la eternidad en “un lugar incorrecto,” verdaderamente, si ella fue a un convento, digamos, en vez de una ¡casa de gatas! Aunque sea a menudo difícil de discernir el significado de palabras en las escrituras inglesas de Shakespeare, puede ser bastante imposible literalmente saber el significa de ciertas palabras en antiguos MSS bíblicos.

En la (NEB) nueva Biblia inglesa, una traducción de modulador/producida por un panel reputado de eruditos de Oxford Cambridge, no es en absoluto raro encontrar páginas con notas a pie de página diciendo “lectura Probable” o “Hebreo incomprensible,” o con pasajes salvajemente diferentes de los del Rey Jaime. En la traducción del Rey Jaime de Job 39:13-14, por ejemplo, leemos: ¿Diste tu las buenas alas a los pavos reales? O alas y ¿plumas al avestruz? Que dejará sus huevos en la tierra y los calentará en el polvo… En la Nueva Biblia inglesa leemos: Las alas del avestruz son raquíticas * sus alas y plumaje son tan escasos** que ella abandona sus huevos en el suelo, permitiéndolesseguir siendo entibiandos por la arena. Las dos notas a pie de página asociadas dicen: * Son raquíticas: la lectura probable; Hebreo incomprensible. **Probable Lectura; Hebreo [significa] santa o cigüeña. Aunque ni Oxford ni Cambridge sobrellevaran el problema de Job 39:13-14, la Nueva Versión Internacional (NIV), una producción fundamentalista, decidió de algún modo traducir nuestro verso: Las alas del avestruz se agitan alegremente, pero no pueden compararse con las alas y plumas de la cigüeña…. Mientras la falta de notas a pie de página podría dirigirnos a suponer que los fundamentalistas nunca dudan en cuanto a lo que “la palabra de dios” significa,

En la introducción a la Nueva Versión Internacional nosotros encontramos la admisión, como en otros documentos antiguos, el significado preciso de los textos bíblicos es a veces incierto. Esto es más a menudo el caso con los textos hebreos y arameos que con el texto griego. Aunque los descubrimientos arqueológicos y lingüísticos en este siglo ayudan a la comprensión de los pasajes difíciles, algunas incertidumbres permanecen…. [Oxford Biblia Internacional Nueva Versión internacional de estudio Scofield de Oxford, E. Schuyler inglés, Presidente, Comité Editorial de Revisión, la editorial de la Universidad de Oxford, 1984, P. xix] ¿Cómo puede ser esto? Parte del problema deriva del hecho que el hebreo y el arameo antiguo esta escrito con un alfabeto defectuoso, en otras palabras, un alfabeto en que la mayoría de las vocales no se escriben.

Fue solo mucho mas tarde en la historia de la escritura de la biblia hebrea (emtre los siglos V al IX) que los puntos de las vocales (llamadas “pizcas y particulas”) se añadieron a los textos consonánticos. Desgraciadamente, no hay manera de saber que las vocales correctas se suministraron. De hecho, durante el siglo IX y X, había una larga enemistad heredada entre dos familias de eruditos judíos, los Ben Ashers y los Ben Naphtalis, sobre la vocalizacion de las escrituras. Desgraciadamente, los Ben Ashers vencieron a los Ben Naphtalis tan completamente que casi toda historia de ellos fue expurgada, y quedamos con un sentido falso de seguridad con respecto a la uniformidad aparente de puntos de vocales en el texto Hebreo hoy.

Es fácil de ver qué lío nosotros tendríamos en el inglés si no indicaramos las vocales al escribir. Si nos encontramos con la palabra de dos letras “By”, por ejemplo, cómo sabriamos si la palabra pensada era “By,” “Bay,” ” boy,” “buoy,” “buy,” o “obey”? Por supuesto el contexto si hubiera Uno, ayudaría a resolver vocalizaciones y significados. Pero lo qué si en el caso de By, la verdadera palabra destinada fuera una palabra rara tal como¿ “Bey”? Las dificultades causadas por la falta de letras de vocales en hebreo son compuestas por el número increíble de legomena hapax, palabras que ocurren sólo una vez en la Biblia entera. Una prueva rápida del vocabulario hebreo y arameo del Viejo Testamento revela que hay más de 1,500 palabras (aproximadamente veinte por ciento del vocavulario entero del Viejo usado sólo una vez.

Esto incluye la palabra dibyonim, traducida como “excremento de paloma” en el Rey Jaime, pero que la Concordancia Analítica de los jóvenes a la Biblia nos asegura que significa “guisante del polluelo asado” aunque la Nueva Biblia inglesa lo traduce como “frijoles de cigarra,” y la Nueva Versión Internacional traduce “vaina de semillas”! Imagínese la perplejidad de un erudito de la Biblia por no decir nada de un verdadero creyente encontrándose con una oración tal como “a menos que usted pusiera el shnurq sobre el altar antes de abandonar pan , usted morirá seguramente.” Suponiendo que la palabra shnurq no aparece en ningún otro contexto, nosotros podemos concluir sólo que un shnurq es probablemente algo más pequeño que un hipopótamo. La incertidumbre espantosa que resulta de no saber que poner en el altar podría forzar a un creyente verdadero a abandonar el pan! ¿ Por qué Molestarse? Aunque fuimos sólo capaces de discutir unos pocos de los problemas encarados por personas que quieren creer en la Biblia, debería ser obvio que los problemas son insuperables.

Cuándo las votaciones se lanzaron en los grandes concilios eclesiásticos que asentaron el canon, ¿qué certeza tenemos que Jahweh no estaba contando gorriones caídos en algún lugar en vez de contar los votos antes de ser emitidos – o ver si los obispos correctos fueron envenenados antes del voto? Qué certeza tenemos que el falsificador que deslizo la Trinidad en la tercera edición de Erasmo hizo su ¿Falsificación bajo la inspiración de una contradicción triple en aritmética? ¿Qué certeza tenemos de que la gente que escribe los diccionarios ¿De griego y hebreo biblico sabe qué definiciones poner en ellos? ¿Cómo sabremos si leemos acerca de garbanzos o excremento de paloma? Es claramente inútil tratar de encontrar la Biblia en qué creer, y de cuál obtener “la verdad.” por lo tanto ¿porque molestarse en probar? La búsqueda de la verdad absoluta es pueril, un remanente de un período precientifico de la evolución cultural. Aunque las “verdades” de la ciencia no sean absolutas, lo hacen agradablemente en un pellizco.
Y en cuanto a la salvación, ¡el récord de la Penicilina no es demasiado mala aunque pueda causar urticaria!

La virginidad de María

Por: Pepe Rodríguez

TOMADO DEL CAPÍTULO 16 DE MENTIRAS FUNDAMENTALES DE LA IGLESIA 

La «Inmaculada Concepción», un dogma de fe fundamental de la Iglesia católica… que no fue impuesto a los creyentes como tal hasta el año 1854.

El día 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX proclamó el decreto siguiente:

«Nos, por la autoridad de Jesucristo, nues­tro Señor, de los santos apóstoles Pedro y Pablo, y por la nuestra propia, declaramos, promulgamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santa Virgen María, en el primer instante de su concepción, debido a un privilegio y una gracia singulares de Dios Omnipotente, en consideración a los meritos de Jesucristo, el Salvador de la humanidad, fue preserva­da libre de toda mancha del pecado original, ha sido revelada por Dios, y por lo tanto ha de ser firme y constantemente creída por todos los fieles.»

Diecinueve siglos después de su nacimiento y de su parto prodigioso, la honra de María era definitivamente puesta a salvo de dudas y murmuraciones afirmando oficialmente que su pureza no era ninguna suposición teológica sino una reve­lación de Dios.

La tardanza quizá fuese excesiva, pero cabe recordar que a Jesús, base del cristianismo, no le declararon oficialmente como consustancial con Dios hasta el año 325. La religión católica, como el vino, ha ido aumentando su gra­do de divinidad gracias al paso del tiempo. Según el Catecismo católico, «para ser la Madre del Salva­dor, María fue “dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante” (LG 56). El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como “llena de gracia” (Lc 1,28).

En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente poseída por la gracia de Dios».364 Parece obvio que estar «llena de gracia» divina debe significar algo notable, pero carece absolutamente de fundamento el deducir de Lc 1,28 que María «fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción»365 Desde la pésima traducción de la Vulgata, los. católicos reproducen el pasaje de Lc 1,28 como: «Presentándose a ella [el ángel Gabriel], le dijo: Salve, llena de gracia, el Señor es contigo», pero la traducción correcta es la de: «… le dijo: ¡Te saludo, gran favorecida! El Señor esté contigo», que aporta un matiz bien distinto.

El sentido claro dc lo que la Iglesia ha traducido por «llena de gracia» es el dc mujer «muy favoreci­da» o especialmente escogida para lo que se le anunciará a continuación; y el ángel muestra su deseo cortés —habitual en los saludos hasta el día de hoy— de que el Señor «esté» con María, pero no afirma que ya «es» con ella. Leyendo todo el relato de la anunciación, no se encuentra en parte alguna que María «estuviese totalmente poseída por la gracia de Dios». Lucas prosigue: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios,366 y concebirás en tu seno y darás a luz un hijo. (…) El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra,367 y por esto ci hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios» (Lc 1,30-36). ¿Dónde se dice que concebirá sin mácula ninguna?

De hecho, el propio comportamiento de María después de parir a Jesús denota que ella misma fue la primera en creer que sí tenía mancha o pecado. «Así que se cumplieron los días de la purificación conforme a la Ley de Moisés, le lleva­ ron a Jerusalén para presentarle al Señor, según está escrito en la Ley del Señor que “todo varón primogénito sea consa­grado al Señor”, y para ofrecer en sacrificio, según lo prescri­to en la Ley del Señor, un par de tórtolas o dos pichones»(Lc 2,22-24); «al entrar los padres con el niño Jesús para cumplir lo que prescribe la Ley» (Lc 2,27) quedó demostrado que María fue al templo a ofrecer un sacrificio expiatorio porque se sentía impura según la Ley de Dios.368 Para analizar en su justa medida el personaje de María, hoy fundamental en la Iglesia católica, hay que tener en cuenta que su figura apenas tiene presencia en los textos del Nuevo Testa­mento. María sólo fue citada por su nombre 18 veces (dos en relatos referidos a la vida pública de Jesús y el resto en los epi­sodios de su infancia) y en 35 ocasiones fue mencionada como «madre» de Jesús.

Eso es todo. Y, tal como ya mostramos en el capítulo 3, no hay nada sólido en las Escrituras que permita tan siquiera suponer que la madre del nazareno le concibiese mi­lagrosamente y mantuviese su virginidad perpetuamente

¿Cómo es posible que Dios no inspirase la verdadera impor­tancia y virtud de María a los redactores de los Evangelios?
En este sospechoso silencio de Dios se fundamentó la opo­sición a la doctrina de la «inmaculada concepción» que mantu­vieron, entre otros, padres de la Iglesia tan importantes como san Bernardo, san Agustín, san Pedro Lombardo, san Alberto el Grande, santo Tomás de Aquino y san Antonio, o papas como León 1 (440)369, 369 Gelasio(492)370 o Inocencio III (1216).
La lenta carrera dc María hacia la gloria celestial tuvo su más poderoso y fundamental impulso en el siglo y, con la ve­hemente defensa que el patriarca Cirilo de Alejandría —tal como ya vimos en el capítulo 6— hizo de María como Theo­tákos —madre dc Dios o Dei genitrix—, una proposición que acabó siendo ratificada por la Iglesia católica al procla­marla como Mater Dei.
De modo oficial, sin embargo, María no fue «preservada libre de toda mancha del pecado original» hasta el año 1854, como ya señalamos, y no se aseguró su asunción a los cielos ¡hasta 1950! Casi un siglo después del celebrado pronunciamiento de Pío IX, otro pontífice homónimo, Pío XII, hablando ex ca­thedra, eso es de modo infalible, decretó, el 1 de noviembre de 1950, que:

«Por la autoridad de Jesucristo, nuestro Señor, de los santos apóstoles Pedro y Pablo, y por la nuestra propia declaramos, promulgamos y definimos que es un dogma di­vinamente revelado: que la Inmaculada Madre de Dios, Ma­ría siempre virgen, al terminar su vida terrenal, fue elevada a la gloria celestial en cuerpo y alma.
Por tanto, si alguno se atreve (Dios no lo permita) a negar voluntariamente o a du­dar lo que ha sido definido por nosotros, sepa que ha aposta­tado completamente la fe divina y católica.»

Sin duda resulta chocante que Pedro y Pablo, cuya autoridad invocó Pío XII, no le dedicaran a María ni una sola línea —ya en la tierra como en el cielo— en sus escritos neotestamentarios.
Mircea Eliade y Joan P. Couliano, expertos mitólogos, han resumido el proceso evolutivo de la figura de María con estas palabras: «La posición que se impondrá está expresada, en el siglo u, por el Protoevangelio de Santiago:371 María permaneció virgo in partu y post partum, es decir, fue semper virgo.

En el conjunto de los personajes del escenario primor­dial cristiáno, María terminó asumiendo un papel cada vez más sobrenatural. Así, el segundo concilio de Nicea (789) la coloca por encima de los santos, a los cuales se les reserva simplemente la reverencia (douleia), mientras que a María se le debe tributar la “superreverencia” (hyperdouleia). Insensi­blemente María se convierte en un personaje de la familia di­vina: la Madre de Dios. La dormitio virginis se transforma en Maria in caelis adsumpta; María, a quien los franciscanos ex­cluyen del pecado original, termina convirtiéndose en Mater Ecclesiae, mediatrix e intercessor en favor del género humano ante Dios.
De esta manera el cristianismo instaura en ci cielo un modelo familiar mucho menos riguroso e inexorable que el patriarcado Solitario del Dios bíblico.»372 Pero este proceso no fue todo lo lineal ni limpio que pare­ce sugerir el párrafo anterior. En el siglo ni los padres de la Iglesia le habían reprochado a María pecados tan graves como «falta de fe en Cristo», «orgullo», «vanidad», etc.

Durante el siglo iv se valoró a María por debajo del más insignificante de los mártires; así, por ejemplo, en las oraciones litúrgicas cul­turales se veneraba a los santos citándolos por su nombre, pero María sólo fue incluida en esas prácticas a partir del siglo V. La primera iglesia dedicada a María no se construyó hasta finales del siglo IV, en Roma -ciudad en la que actual­mente hay más de ochenta consagradas a ella-, y no hubo señal alguna de culto mariano hasta pasado el concilio de Éfeso (431), donde el padre de la Iglesia Cirilo de Alejandría logró imponer el dogma de la maternidad divina de María mediante cuantiosos sobornos. El concilio de Éfeso fue convocado por el emperador Teo­dosio II  en 373 pero, debido a los problemas de desplazamiento y enfermedad (incluso muerte) que afectaron a numerosos obis­pos, se retrasó quince días su fecha de comienzo.

Por fin, aún faltando por llegar obispos importantes y contraviniendo la voluntad gubernamental, Cirilo —a quien Teodosio II acu­saba de ser «soberbio» y tener «afán disputador y renco­roso»— decidió inaugurar el sínodo por su cuenta, aseguran­dose con tal maniobra el tener una mayoría favorable a sus intenciones contrarias a Nestorio. El documento que salió de la primera sesión de ese sínodo fue una victoria rotunda para Cirilo, ya que se le hizo saber al obispo Nestorio, ausente del plenario, que: «El santo sínodo reunido en la ciudad de Éfeso por la gracia del más pío de los emperadores, santo entre los santos, a Nestorio, el nuevo Ju­das: Has de saber que a causa de tus impías manifestaciones y de tu desobediencia frente a los cánones del santo sínodo has sido depuesto este 22 de junio y que ya no posees rango algu­no en la Iglesia.» Con la euforia del éxito contra la herejía nestoriana —que se celebró por las calles con gran pompa y alboroto—, los textos conciliares se olvidaron de mencionar lo que les adjudica la Iglesia y no aparece en ellos ninguna de­finición dogmática de María como Theotákos, como madre de Dios.

Pero el concilio tendría una segunda parte cuando, días después, al llegar por fin a Éfeso los obispos sirios —«los orientales»—, reclamaron la presencia de Candidiano —co­misionado imperial y protector del concilio, que había sido imperiose et violenter expulsado del sínodod Cirilo— y se reunieron, junto con los prelados que se habían opuesto a Cirilo, en legítimo concilio. De sus deliberaciones salió la de-posición de Cirilo y del obispo local Memnón (cuyas hordas de monjes fanáticos obligaron a Nestorio a refugiarse bajo la protección militar) y la excomunión de los restantes padres conciliares hasta que no condenasen las doctrinas de Cirilo que habían aprobado, puesto que eran «frontalmente opues­tas a la doctrina del Evangelio y de los apóstoles». Este decre­to conciliar, emitido en campo contrario, encrespó los áni­mos de las multitudes controladas por Cirilo y Memnón y la situación se volvió caótica. Inmediatamente se cruzaron decretos de uno y otro conci­lio en los que se deponían y excomulgaban mutuamente.

Fi­nalmente tuvo que intervenir el tesorero imperial y, mediante un decreto del monarca, depuso y arrestó a Cirilo, Memnón y Nestorio. Fue precisamente en esta fase tan virulenta del con­cilio de Éfeso cuando Cirilo presentó oficialmente su dogma de María como Theotókos o madre de Dios..374 aunque, cier­tamente, lo hizo después de dilapidar la fortuna de la Iglesia de Alejandría repartiendo eulogias —«donativos»— con el fin de lograr no sólo liberarse de su arresto sino ganarse las sim­patías de la corte imperial hacia su propuesta. San Cirilo, que fue distinguido como Doctor Ecclesiae —el maximo título dentro de la Iglesia católica— hace apenas un siglo,375 «untó con gigantescas sumas a altos funcionarios, usando así sus “conocidos recursos de persuasión”, como dice Nestorio con sarcasmo —que no le duraría mucho, desde lue­go—, de sus “dardos dorados”.

Dinero, mucho dinero: dinero para la mujer del prefecto pretoriano; dinero para camareras y eunucos influyentes, que obtuvieron singularmente hasta 200 libras de oro. Tanto dinero que, aunque rebosante de riqueza, la sede alejandrina hubo de tomar un empréstito de 1.500 li­bras de oro, sin que ello resultase a la postre suficiente, de modo que hubo que contraer considerables deudas. (…) En una palabra, cl doctor dc la Iglesia Cirilo se permitió, sin de­trimento de su santidad sino, más bien, al contrario, ponién­dola cabalmente así de manifiesto, “maniobras de soborno de gran estilo” (Gaspar), pero, al menos, maniobras tales —escri­be complacido cl jesuita Grillmeier— “que no erraron en sus objetivos”. Disponemos de inventario de aquellas maniobras constatables en las actas originales del concilio. Una carta de Epifanio, archidiácono y secretario (Synce/lus) de Cirilo al nuevo patriarca de Constantinopla, Maximíano, menciona los «regalos”, una lista adjunta los desglosa exactamente, y el pa­dre de la Iglesia Teodoreto, obispo de Ciro, informa como tes­tigo ocular.

El dogma costó lo suyo, no cabe duda. A fin de cuentas ha mantenido su vigencia hasta hoy y el éxito santifica los medios».376 En relación con el pasado mítico pagano en el que tanto y tan bien se ha inspirado todo lo que es fundamental en el cris­tianismo, Karlheinz Deschner señala con razón que «de se­guro que también jugó su papel el que el dogma de la mater­nidad divina de María tomase cuerpo precisamente en Éfeso, es decir, en la sede central de la gran deidad madre pagana, de la Cibeles frigia, de la diosa protectora de la ciudad, Artemi­sa, cuyo culto, rendido por peregrinos, era algo habitual des­de hacía siglos para los efesios. Artemisa, venerada especial­mente en mayo, como Intercesora’, “salvadora” y por su virginidad perpetua, acabó por fundir su imagen con la de María»377 Regína Vírginum. Amén. 364 Cfr. Santa Sede (.1992>. Op. cit., p. 115, párrafo 490. 365 Ibíd,p. 115, párrafo 491. 366
La traducción más correcta del original es «has hallado favor a los ojos de Dios». 367 La traducción más correcta del original es «y el poder del Altísi­mo te envolverá en [con] su sombra». 368 La Ley se contiene en el capítulo 12 del Levítico. «Cuando dé a luz una mujer y tenga un hijo, será impura durante siete días. (…> El octavo día será circuncidado el hijo, pero ella se quedará todavía en casa durante treinta y tres días en la sangre de su purificación; no tocará nada santo ni irá al santuario hasta que se cumplan los días de su purificación. (…) Cuando se cumplan los días de la purificación. (…) presentará ante el sacerdote (…) un cordero primal en holocausto y un pichón o una tórtola en sacrificio por el pecado (…> Si no puede ofrecer un cordero, tomará dos tórtolas o dos pichones» (Lev 12,1-8). 369 «Sólo el Señor Jesucristo entre los hijos de los hombres nació in­maculado», afirmó León 1 (Cfr. Sermón 24 de Nativ. Dom.). 370 Corresponde sólo al Cordero Inmaculado el no tener pecado alguno (Cfr. Gelassi Papae Dicta, vol. 4 Colosenses 1241. 371 En este texto apócrifo (considerado falso por la Iglesia), que se ocupa exclusivamente de la historia de María, se relata que: «cl Gran Sa­cerdote (1..) oró por María. Y he aquí que un ángel del Señor se le apareció, diciéndole: Zacarías, Zacarías, sal y convoca a todos los viudos dcl pueblo, y que éstos vengan cada cual con una vara, y aquel a quien el Señor le envíe un prodigio, de aquél será María la esposa. (…) Y José, abandonando sus herramientas, salió para agruparse a los demás viudos, y todos congrega­dos, fueron a encontrar al Gran Sacerdote.

Este recogió las varas dc cada cual (…) penetró en cl templo y oró, (…> salió, se las devolvió a sus dueños ­respectivos, y no notó en ellas prodigio alguno. Y cuando José tomó la úl­tima, he aquí que una paloma salió de ella, y voló sobre la cabeza dcl viu­do. Y el Gran Sacerdote dijo a José: Tu eres cl designado por cl Señor, para tomar bajo tu guarda a la Virgen dcl Altísimo. Más José se negaba a ello diciendo: Soy viejo, y tengo hijos, mientras que ella es una niña. No quisiera servir dc irrisión a los hijos de Israel. (…) Y José, lleno dc temor, recibió a María bajo su custodia… » (Cfr. Protoevangclio dc Santiago, ca­pítulo IX, párrafos 1 a 3). En los capítulos siguientes se cuenta cómo José, tras seis meses de ausencia de su casa, se encontró a María embarazada y se planteó denunciarla por su infidelidad, pero tras ser «confortado» por un ángel aceptó su concepción por obra del Espíritu Santo (capítulos X a XXII).

De este texto procede buena parte dc las leyendas que rodean cl nacimiento de Jesús tal como se lo conmemora aún mediante los belenes navideños. 372 Cfr. Eliade, M. y Couliano, I.P. (1992). Diccionario de las reli­giones. Barcelona: Paidós, p. 118. 373 Este sínodo, tal como fue la norma en los ocho primeros «conci­lios ecuménicos», fue convocado por el emperador, no por el papa. Por esta razón, el papa Pío XI, en su encíclica Lux Veritatis (25 de diciembre (le 1931), faltó a la verdad cuando dijo que el concilio se reunió por man­dato del papa Celestino 1 (»Iussu Romani Pontificis CaeLestini 1»). 374 «Ita non dubitaverunt sacram virginem Deiparam appeIlare (Cfr. De incamatione, en Denzinger, H. (1957). Op. cit., pp. 57). 375 Por decreto de la Sagrada Congregación para los Ritos fechado el 28 de julio de 1882. 376 Cfr. Deschner, K. (1992). Op. Cit., pp. 51 – 52 377 Ibíd,p.52.

La Ciencia frente a las creencias religiosas

Por: Juan Antonio Aguilera Mochçomn

El viejo debate sobre las relaciones entre ciencia y religión, lejos de extinguirse por ausencia de novedades, ha cobrado vigor en los últimos años, sobre todo en el ámbito anglosajón. En Estados Unidos, los ataques a la enseñanza de la evolución por parte de activistas religiosos se están recrudeciendo, y han merecido una portada y un editorial de la gran revista científica Nature (2005). Como ha ocurrido en este caso, la respuesta desde las instancias científicas a los ataques directos a la ciencia por parte de algunos creyentes religiosos suele ser conciliadora con la religión en general, una respuesta que recibe el visto bueno de la mayor parte de los pensadores y autoridades religiosos. Habitualmente, en efecto, se defiende una posición próxima a esta:

«La religión ya no es enemiga de la ciencia. Ciencia y religión no son incompatibles, sino complementarias, y entre ellas se espera una “mutua armonía”. Cuando -por ejemplo- los creacionistas niegan la evolución se trata de una invasión inaceptable del terreno científico, y cuando algunos científicos pretenden que la ciencia diga algo sobre lo sobrenatural o quieren que la ciencia guíe todas las actividades humanas estamos ante una intromisión improcedente en el terreno religioso.»  Este espíritu conciliador se ha alentado en los últimos años desde diversos frentes. Tuvo una inusitada repercusión el número de 20 de julio de 1988 de la revista estadounidense Newsweek, cuyo titular de portada rezaba “Science Finds God” (“La ciencia encuentra a Dios”). Otras revistas recogieron el tema de forma similar y dieron cuenta de las crecientes iniciativas de diálogo entre “las dos vías de conocimiento”. Un incentivo no desdeñable de este diálogo “constructivo” en el mundo anglosajón lo supuso la creación de la Fundación Templeton, financiada por el multimillonario sir John Templeton. En 1972 convocó el premio Templeton para el progreso en la religión, dotado en 2005 con 795.000 libras esterlinas (aproximadamente un millón doscientos mil euros que se ha embolsado el premio Nobel de Física de 1964 Charles Townes): más que el propio premio Nobel, de hecho es el mayor premio monetario anual otorgado a un individuo. Pero son múltiples las iniciativas de esta Fundación; en 2004 apoyó en Barcelona la décima Conferencia Europea sobre Ciencia y Teología. Animados o no por estos reclamos, lo cierto es que son numerosos los científicos que han escrito en torno a esta idea de la “mutua armonía”. Destaquemos por su alcance estos libros de los ganadores del premio Templeton en 1995, 1999, 2001 y 2002, respectivamente: La mente de Dios, de Paul Davies (1992),Religión y Ciencia, de Ian Barbour (1997), God and Science, de Arthur Peacocke (1996) y Ciencia y Teología, de John Polkinhorne (1999). Pero ha tenido mayor impacto popular el libro que publicó, pocos años antes de morir, Stephen Jay Gould, el gran divulgador evolucionista y combatiente activo contra el creacionismo en Estados Unidos: Ciencia versus religión (Gould 1999). En él proclamaba -en línea con lo que ya propusiera Kant- el fin del viejo contencioso entre la ciencia y la religión, en particular la católica: cada una tendría un “magisterio” independiente. La ciencia se ocuparía del reino empírico, de los hechos del universo y de por qué éste funciona como lo hace; la religión, de los valores morales, los fines y el significado último. Según Gould, la religión católica y otras respetan esta división de tareas. Muchos otros científicos (y, por supuesto, muchos teólogos) han manifestado públicamente su coincidencia con Gould en esta visión armoniosa, no conflictiva, que no obstaculizaría el que los científicos coherentes fueran creyentes religiosos no menos coherentes.Sin embargo, en mi opinión, Gould llega a esa percepción de ausencia de conflicto sin atender en ningún momento al contenido doctrinal de las religiones: no hace el análisis de las creencias religiosas concretas. Así, no alcanza a ver este posible lugar conflictivo: el de la percepción y explicación de la realidad, el del “reino empírico”, en sus propias palabras. En efecto, encontramos una serie de creencias religiosas fundamentales en las que se hacen afirmaciones de gran calado sobre cómo es y cómo funciona el mundo, y, por tanto, sobre aspectos de la realidad de los que se ocupa la ciencia.Como al fin y al cabo quien esto escribe no es más que un científico, quiero empezar recogiendo lo que dicen los científicos en general sobre las creencias religiosas; más aún: respecto a las mayores creencias religiosas -como la relativa a Dios-, ¿son los científicos creyentes, o incrédulos?

Los científicos y Dios
La pregunta ya se la hecho un prestigioso físico español, Antonio Fernández Rañada, en su libro Los científicos y Dios (Rañada 2000). En la pág. 40 defiende la tesis de que “la ciencia y la religión son plenamente compatibles”, y en la pág. 44 se adscribe a la idea de que “por sí misma, la práctica de la ciencia ni aleja al hombre de Dios, ni lo acerca a Él”.
En la pág. 45 sostiene Rañada:“Desarrollaré la tesis de este libro siguiendo los testimonios de grandes científicos. Me parece necesario hacerlo así. La experiencia de personas como Maxwell, Einstein, Planck, Darwin o Monod está hondamente arraigada y expresa un compromiso vital profundo que les hace estar por encima de estereotipos, de modas o de interpretaciones superficiales.”

Rañada recuerda a los más grandes científicos de los siglos anteriores y llega a la conclusión de que casi todos eran “religiosos”. La palabra “religión” es polisémica y gracias a ello Rañada puede incluir entre los religiosos a autores como el pionero evolucionista Wallace o Einstein. Pero la creencia a la que se adhiere queda muy clara cuando concreta esta definición (pág. 59):Lo que se suele entender por Dios en nuestra cultura es el Dios personal de las religiones monoteístas, judaísmo, cristianismo o islamismo. Es un ser creador y mantenedor del mundo, que administra justicia en una vida futura. Es posible tener una relación personal y directa con Él: se le puede adorar, rezar, amar, agradecer o hablar.”

Me parece una definición muy acertada, que apoyarían las autoridades oficiales y la inmensa mayoría de los creyentes de esas religiones. Pero, comoquiera que Rañada ciñe su estudio casi totalmente a científicos pretéritos, convendría saber qué piensan (qué creen) los actuales. Por fortuna, se han hecho al respecto en Estados Unidos unas encuestas muy acreditadas (sus resultados han aparecido en Nature y en Scientific American).En 1914 y 1933, el psicólogo James H. Leuba se propuso poner a prueba la hipótesis de que cuanto más instruida es la gente, menos probable es que crea en Dios. Para ello, realizó una encuesta entre científicos estadounidenses, y sus respuestas confirmaron la idea de que es mucho menos probable que crean en Dios los miembros de este colectivo que el público general. Leuba atribuyó esto a la mejor educación de los científicos, y se aventuró a predecir que con el paso del tiempo y el presumible aumento en la educación del público general, las creencias religiosas se harían cada vez más raras. En 1997 y 1998, Edward J. Larson y Larry Witham (el primero historiador de la ciencia en la Universidad de Georgia, el segundo periodista del Washington Times) publicaron dos artículos en Nature (Larson, Witham 1997, 1998) mostrando los resultados de sendos estudios en los que se repitieron las encuestas de Leuba. Éste había indagado sobre las actitudes de los científicos, concretamente, de los biólogos y físicos (incluyendo entre éstos a los matemáticos) estadounidenses, en lo referente a lo que él denominó “las dos creencias centrales de la religión cristiana”: la existencia de un Dios influenciado por la oración (en la que centraremos nuestro análisis), y la otra vida (afterlife). Abrevió como “creencia en un Dios personal” la fe en “un Dios en comunicación intelectual y afectiva con la humanidad, es decir, un Dios a quien uno puede rezar en espera de recibir una respuesta”: esta es la definición de Dios que aparecía en la encuesta; como vemos, muy acorde con la de Rañada. Ya en tiempos de Leuba hubo protestas por la naturaleza de las preguntas; por ejemplo, alguien decía que creía en Dios pero no esperaba que respondiese a las plegarias. Pero Leuba mantuvo que el Dios de su pregunta es el que postulan todas las ramas de la cristiandad. Y Larson y Witham no modificaron las preguntas para poder comparar los resultados con rigor.Leuba hizo sus encuestas entre científicos “normales”, por una parte, y “grandes científicos”, por otra. La distinción la hacía el propio American Men of Science, de donde obtuvo la lista de científicos. Larson y Witham, por su parte, han buscado biólogos, físicos y matemáticos en el ahora llamado American Men and Women of Science, pero éste ya no distingue a los grandes científicos, así que han tomado como tales a los miembros de la mucho más elitista National Academy of Sciences (NAS).Veamos en primer lugar qué pasa con los científicos “normales”. Como vemos en la Tabla 1, tanto en 1914 como ahora, aproximadamente el 40% de los científicos creen en un Dios personal. En cambio, la creencia en la inmortalidad ha caído de algo más del 50% a algo menos del 40%, y se ha duplicado sobradamente la increencia.En lo que respecta a la creencia en Dios, estos datos no corroboran una de las predicciones de Leuba, que esperaba que, gracias al progreso científico y educativo, la increencia religiosa crecería tanto entre los científicos estadounidenses como entre los estadounidenses en general. Como vemos, los científicos “normales” son hoy casi tan creyentes en Dios como entonces, y las encuestas Gallup sugieren lo mismo respecto a la población general: siempre más del 90 % de estadounidenses creyentes en Dios. (Sí parece haber un descenso en el caso de los españoles: un 79 % de creyentes en 1987, pero un 72,9 % en 2005; este porcentaje es la suma de las respuestas a “creo firmemente” (41,7 %) y “más bien creo” (31,2 %) frente a “más bien no creo” (5,4 %), “no creo, en absoluto” (9,2 %) o no contestan (0,8 %). Datos de Pérez-Agote y Santiago, 2005). Hay que señalar que en las encuestas no suele darse una definición precisa de Dios, del tipo de la que se empleó para los científicos; en este sentido nos interesa la encuesta publicada por Tom Rice (2003), según la cual el 83 % de los estadounidenses cree que Dios responde a las plegarias. En todo caso, los datos de unas y otras encuestas permiten decir algo más: el título del artículo de Larson y Witham es “Los científicos mantienen su fe”, pero, siguiendo a Máximo Pigliucci (1998), biólogo de la Universidad de Tennessee, más bien debería decirse que “Los científicos mantienen su poca fe”, pues tanto en 1914 como en 1996 el porcentaje de científicos que creen en Dios (40 %) es significativamente menor que en la población general (más del 80 %).Pero ¿lleva razón Pigliucci cuando explica el mantenimiento de los porcentajes de creyentes diciendo que el nivel de educación de la mayoría de los científicos es hoy probablemente comparable al que tenían en 1914, y que nuestra visión global del universo no ha cambiado dramáticamente desde entonces? Pigliucci concluye que “claramente, no hay mucha correlación entre el nivel de educación general y la capacidad para discriminar ficción y realidad”, pero creo que este autor no considera otros datos sociológicos y psicológicos que pueden empujar al pensamiento irracional. Esto permitiría entender lo que también señala el autor: a pesar de que ahora muchos más estadounidenses han estudiado más, no han descendido tampoco sus creencias en astrología, parapsicología u ovnis.En la segunda parte de su estudio, Leuba encontró en la elite científica mucha más increencia y duda (véase la Tabla 2).La “creencia en un Dios personal” cayó casi a la mitad en 19 años: un 27,7 % creían en 1914, y sólo un 15 % en 1933. El estudio de 1998 no hizo sino confirmar esa tendencia, pues la “creencia” bajó hasta el 7%, mientras que la “increencia” subió al 72,2 % y la “duda o agnosticismo” permaneció cerca del 21 %. (Véase la Tabla 2, y la Figura 1, donde se resumen los datos recientes sobre creencia en un Dios personal de los científicos y la población general de los Estados Unidos).La creencia en la inmortalidad bajó de manera similar, aunque en este caso el aumento en la increencia fue mayor (se triplicó de 1914 a 1998) y hubo además un fuerte descenso en el porcentaje de dudosos o agnósticos.La mayor propensión a la increencia de los “grandes” científicos, Leuba la atribuyó a su “superior conocimiento, entendimiento y experiencia”, y los resultados de 1998 confirmarían sus predicciones. Larson y Witham, a pesar de ser creyentes ellos mismos -Larson asiste a una iglesia metodista y Witham declara sentirse confortable con el Dios definido por Leuba-, no dejan de reconocer que el resultado de su encuesta es coherente con otros datos estadísticos, y citan al historiador Paul K. Conkin (1998): “Hoy, cuanto mayor es el nivel educativo de los individuos, o mejores sus resultados en test de inteligencia o de rendimiento, menos probable es que sean cristianos”. Los datos de que disponemos en España apuntan en el mismo sentido (Pérez-Agote, Santiago 2005, pp. 43 y 82): conforme aumenta el nivel de estudios, disminuye la creencia en Dios; el 90,4 % de los españoles sin estudios creen en Dios, pero sólo el 55,5 % de quienes tienen estudios superiores. Entre éstos, no reza nunca el 43,7 %, pero sólo el 15,8 % de quienes carecen de estudios. Los autores de este importante estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas llegan además a esta conclusión:”La sociedad española tiende a crecer en su nivel medio de estudios y, con ello, a decrecer en su nivel de religiosidad” (p. 124).Volviendo a las respuestas de los grandes científicos, cabe pensar que se deben a convicciones personales y no a una adhesión a una especie de toma de postura colectiva antirreligiosa -como alguien ha llegado a sugerir-. De hecho, un grupo de científicos de esa elite (NAS) proclamó públicamente en 1998, en un escrito en defensa de la enseñanza de la evolución en la escuela pública, que la ciencia es neutral sobre la cuestión de Dios. Bruce Alberts, presidente del NAS, declaró que “hay muchos miembros muy destacados de esta Academia, muchos de ellos biólogos, que son muy religiosos y creen en la evolución”. El biólogo Richard Dawkins, de la Universidad de Oxford, achaca este tipo de declaraciones a “cobardía”. Lo cierto es que, mientras en la encuesta confidencial los científicos de elite se revelan mayoritariamente ateos, suelen guardarse de manifestarlo en declaraciones públicas.Como vemos, el camino tomado por Rañada acaba volviéndose en contra de su tesis. Es muy significativo que en la p. 46 de su libro haga mención de los estudios estadísticos de Leuba, Larson y Witham sobre los científicos “normales” pero, en cambio, ¡ignore por completo los datos de los científicos “eminentes”!, que son mucho más pertinentes según su propia reivindicación del especial valor de las opiniones de éstos.Cabe añadir que, puestos a evaluar el peso de las opiniones de grandes científicos del pasado y actuales, deberían ganar nuestros contemporáneos sencillamente porque, por el propio desarrollo científico, disponen de mucha más información. Casi todos los grandes científicos de épocas pasadas creían en Dios, es cierto, pero también tenían otras creencias que se han demostrado falsas (por ejemplo, antes de Pasteur daban por cierta la generación espontánea). Es el caso de pensadores tan importantes como Descartes y Newton. Newton era alquimista y creía en la Biblia hasta tal punto que pensó el mundo acabaría con el Apocalipsis en 2060. En realidad, esto es aún posible, pero es que, además, creía que el Sol estaba habitado, que se podía obtener oro a partir del antimonio…Llegados a este punto, que podría parecer favorable para mis tesis posteriores, quiero hacer borrón y cuenta nueva, prescindiendo del mero recurso a la autoridad de personas “eminentes”.En efecto, una manera muy común de enfrentarse a un asunto conflictivo consiste en dejarse llevar por las autoridades en la materia. La falacia de la autoridad, también llamada argumento de autoridad, se produce cuando se proclama una tesis como verdadera sólo porque una persona de reconocido valor intelectual o moral (autoridad) la afirma. Esto tiene sentido práctico cuando uno no está capacitado para entrar en el fondo de una cuestión; así, si no entiende la mecánica cuántica, quizás sea lo más conveniente aceptar lo que dice un experto en esta disciplina si se está discutiendo un asunto que la atañe. Pero aunque en general es mucho más probable que sean ciertas las opiniones de un especialista que las de un lego, no es raro que el especialista se equivoque, y en las ciencias experimentales y en la filosofía el argumento de autoridad es muchas veces un obstáculo para la investigación.
Dijo Richard Feynman -¡toda una autoridad!- que la ciencia enseña que se debe dudar de los expertos. En definitiva, la opinión de una autoridad no es suficiente: deberá fundamentarla con razones y pruebas.Menos valor aún tiene el “efecto de halo”, tan común en nuestra sociedad, por el que una autoridad en una materia (o una persona simplemente “famosa”) es considerada autoridad en otra materia en la que no es experta. Y una última falacia a la que nos puede conducir el resultado de las encuestas es el “argumento de la mayoría”: lo que la mayoría crea debe ser verdad.En el tema que aquí nos ocupa, el posible conflicto con la ciencia de ciertas creencias religiosas, mi intención es que el lector llegue a sus propias conclusiones. Pero como antes de escribir, es obvio que yo he analizado el caso y he alcanzado una conclusión, quiero hacerla explícita para que se mantenga alerta y crítico conmigo: existen conflictos irresolubles entre la ciencia y algunas creencias religiosas fundamentales.Para poder opinar con conocimiento de causa, conviene empezar por comparar brevemente las características del conocimiento científico y del religioso.

El conocimiento científico

La ciencia es un conocimiento y un modo de conseguir conocimiento sobre la base de pruebas objetivas, que busca explicar de forma rigurosa cómo es y funciona el mundo. La ciencia incluye, en primer lugar, una serie de métodos empíricos y lógicos para la observación sistemática de fenómenos con el objetivo de entenderlos y explicarlos. Es lo que englobamos bajo el nombre genérico de método científico. En segundo lugar, la ciencia comprende el conjunto organizado y sistemático de conocimientos que derivan de aplicar los anteriores métodos. Lo podemos dividir en una serie de ciencias específicas -cada una con unas metodologías características- según el tipo de fenómenos empíricos que investigan: física, astronomía, geología, química, biología, …La ciencia trata de fenómenos y hechos de la realidad empírica (natural, que podemos percibir directa o indirectamente con los sentidos), se basa en la razón y no en sensaciones, opiniones infundadas o dogmas, es sistemática (busca constituir un cuerpo de proposiciones entrelazadas) e intenta ser explicativa, no sólo descriptiva (véase Bunge 1979 y Carrier 2001). En esta labor explicativa, que supone que el conocimiento y la metodología científicos son comunicables, resalta la búsqueda de coherencia, claridad y precisión. Se rechazan el gusto, la intuición o la conveniencia (tan decisivos en otros terrenos) como criterios de verdad. Hay que dejar constancia, no obstante, de que sigue habiendo controversias en las reflexiones teóricas sobre el método científico, pero donde sobre todo las hay es en el análisis del avance de la ciencia: las aportaciones clásicas de Popper, Khun, Lakatos, Feyerabend, Polanyi o Bunge siguen discutiéndose acaloradamente.Últimamente se insiste mucho en que la ciencia presupone unas creencias, lo que la hace similar a las religiones. Es cierto que para que la ciencia funcione son necesarios algunos presupuestos filosóficos. En la ciencia se acepta de entrada que hay una realidad externa, que nuestros sentidos nos dan una indicación al menos parcialmente aproximada de ella, y que esa realidad es inteligible. Asimismo se asume que el pasado es (o fue) real y que podemos confiar un mínimo en la memoria de la mayoría. Por fin, la asunción sobre el futuro es que los patrones y principios que han existido en el pasado probablemente continuarán existiendo, que hay una continuidad de los fenómenos. Son unas asunciones tan básicas que las necesitamos para sobrevivir. Pero, en ocasiones (¿en la mecánica cuántica?) incluso estos presupuestos pueden contravenirse desde la propia ciencia; ésta es capaz de superar las limitaciones y posibles errores de los sentidos… incluido el “sentido común”.Sobre estas bases tan elementales, la ciencia se construye gracias a un modo de hacer tan simple como extraordinario en la actividad humana. Para que algo se califique como ciencia, las observaciones deben ser verificables independientemente por otros. La mayor fuerza de la ciencia viene de que sus hallazgos están bajo sospecha, sujetos a prueba. Se deben eliminar de la consideración científica las impresiones subjetivas y los fenómenos sin pruebas. Una verdad “objetiva” es aquella sobre la que se pueden poner de acuerdo todos los observadores (en su caso, que estén completamente enterados del tema). El que esto se consigue se manifiesta en que hay una sola ciencia, independientemente del lugar de origen o de las creencias de los científicos. En resumen, el truco es usar estrategias que permitan un conocimiento lo más objetivo posible de la realidad. Se busca eliminar toda una serie de fuentes de error en nuestro entendimiento del mundo: superstición, pensamiento mágico, pensamiento guiado por el deseo (wishful thinking), pensamiento reprimido, autoengaño, refuerzo grupal, explicaciones ad hoc y post hoc, distorsión de los recuerdos, alucinación, ilusión, fraude… Se desarrolla un escepticismo que favorece un máximo de objetividad.Otro rasgo extraordinario de la ciencia, íntimamente ligado al anterior, es la asunción de provisionalidad. Se considera que el conocimiento científico es provisional porque es siempre susceptible de cambiarse o modificarse sobre la base de nuevas evidencias. Fue Karl Popper quien mejor defendió la falsabilidad como una característica esencial de las hipótesis científicas -aunque su papel en la historia real de la ciencia sea muy discutible-. Paradójicamente, la provisionalidad de la ciencia la hace enormemente fuerte, es una de sus grandes virtudes: el camino hacia la verdad no sería posible sin el cambio, sin la rectificación. La ciencia ha redondeado así el mayor y más efectivo control contra los errores, y progresa espectacularmente a pesar de las debilidades de los científicos.Decía antes que hay quienes acusan a la ciencia de no ser más que otro sistema de creencias. No podemos aceptarlo, pues tales “creencias” no se forman por “fe ciega o intuitiva”, sino que se basan en observaciones múltiples e independientes, en la aportación de pruebas rigurosas, en la resistencia a los intentos de falsación. En la ciencia se unen la supuesta fe (creencia) con la justificación empírica de modo que el resultado no es una fe, pues se está en las antípodas del “creer sin ver”.La ciencia no sólo somete a prueba hipótesis, sino también métodos, de forma que cada vez encuentra las mejores formas para acercarse a la verdad. Este es otro factor que añade fiabilidad a los conocimientos adquiridos vía científica. La ciencia se basa en la observación, y los experimentos son sólo una manera especialmente valiosa de llevarla a cabo. La contrastación (sometimiento a prueba) de las predicciones que generan nuestras hipótesis se puede hacer con experimentos, que tienen el interés de añadir controlabilidad, pero no siempre es posible hacerlos. Apenas podemos hacer experimentos con montañas, astros, ecosistemas naturales o personas: puede resultar imposible o ser carísimo, podemos interferir demasiado en los fenómenos, o simplemente pueden frenarnos los impedimentos éticos. En estos casos se hacen predicciones (o retrodicciones) de lo que se debería encontrar si la hipótesis es cierta… y la observación será lo que nos servirá para contrastar si se cumple o no lo que predecimos.Los objetivos principales de la ciencia son generar descripciones generales, pero también predicciones y explicaciones (a través de hipótesis, leyes y teorías). Los hechos son aquello que cuidadosamente hemos observado (a menudo como consecuencia de una hipótesis), y las teorías son explicaciones a esos hechos. Las leyes identifican y describen las relaciones entre los fenómenos observables, su conducta. Las leyes describen, las teorías expli-can: revelan las causas. Por ejemplo, Newton expuso leyes de la gravedad, pero no propuso ninguna teoría al respecto. Recordemos que una teoría científica no es lo que se entiende por teoría en el lenguaje coloquial; por el contrario, es una explicación que tiene una considerable cantidad de pruebas que la sustentan y que resiste los intentos de refutarla.El caso de Newton nos recuerda el carácter creativo de la innovación científica: la imaginación y la creatividad son esenciales para la actividad científica más interesante. Se necesitan para elaborar hipótesis, para idear metodologías concretas, para buscar aplicaciones prácticas, etc. La fuerza de la ciencia procede también, pues, de la conjugación de la creatividad con el rigor de la razón y la exigencia de pruebas.También hay que decir que la ciencia ni tiene la exclusiva de la racionalidad ni debe considerarse el único instrumento de conocimiento objetivo y verdadero. De hecho, habrá quedado claro que el conocimiento científico no se considera a sí mismo necesariamente “verdadero”.Por fin, conviene dejar claro que está fuera del alcance de la ciencia el emitir juicios de valor u opiniones estéticas, no importa que pueda llegar a explicar los mecanismos moleculares del goce estético o de las decisiones morales. En este último terreno, la ciencia puede decirnos qué puede hacerse -y qué consecuencias pueden tener nuestros actos-, pero no qué debe hacerse. Y puede aclararnos si las afirmaciones sobre la realidad en las que se fundamenta una moral son falsas, probablemente ciertas o inverificables.

El conocimiento religioso

¿Qué caracteriza, por su parte, al conocimiento religioso? ¿No busca conocer la verdad, como la ciencia? En principio, es claro que sí, incluso -según se declara- verdades de más envergadura, podríamos decir. La diferencia está en el procedimiento que se sigue para alcanzar las verdades. En las religiones, este procedimiento se basa en la tradición y en la autoridad.Por la tradición, la gente suele creer ciertas cosas nada evidentes porque los antepasados del lugar han creído lo mismo durante siglos. Además, las creencias se sostienen en que las sostienen personas importantes (autoridades).La tradición y la autoridad confluyen en la familia, en los padres. Como resalta Richard Dawkins (1995), millones de personas creen una serie de cosas posiblemente porque se les dijo que las creyesen cuando todavía eran suficientemente pequeñas como para ponerlas en duda. A los niños musulmanes, por ejemplo, se les dicen cosas distintas a las que se dicen a los niños cristianos, y ambos grupos crecen absolutamente convencidos de que ellos tienen razón y los otros se equivocan. Incluso entre los cristianos, los católicos creen cosas diferentes de las que creen los anglicanos, los adventistas, los testigos o los mormones, y todos dicen estar totalmente seguros de que son ellos quienes poseen la verdad. Cuando los niños crecen, otras autoridades toman el relevo de los padres: en la religión católica, curas, maestros y catequistas, bajo el control doctrinal de los obispos, y, por encima de todos, del Papa. En otras religiones encontramos autoridades como imanes, ayatolás, rabinos, pastores, gurús, diversos tipos de sacerdotes,… Pero no sólo en las religiones mayoritarias: en la inmensa mayoría de los casos las autoridades son masculinas, no pueden ser mujeres.También encontramos la tradición y la autoridad unidas en el singular crédito de la fuente de conocimiento característica de las grandes religiones occidentales: la llamada revelación escrita, los libros sagrados. Sobre estas bases, las religiones suelen hacer afirmaciones dogmáticas y pretendidamente “inmutables”. Por la fe religiosa, no sólo se deben creen cosas sin pruebas, sino que, en ocasiones, hay que creerlas aunque haya pruebas en contra: se considera que esto precisamente pone a prueba y refuerza la fe. No es que se rechace abiertamente la razón, sino que, como se dice en la encíclica Fides et ratio, la razón está “iluminada” por la fe. Para entender qué significa esto baste analizar un texto oficial reciente de la Iglesia: en la Nota del Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española del 5 de mayo de 2005 contra la ley de los matrimonios homosexuales, en tres ocasiones se arguye una contradicción, no ya con la moral católica (que es simplemente “la ley moral”), sino con la razón o la “recta razón”. Es evidente que se entiende que la razón está subordinada a la fe.Como se ve fácilmente, estamos en las antípodas de la provisionalidad y la exigencia de constatación independiente que caracteriza a la ciencia. Pero hay que señalar que las religiones, a su pesar, no logran escapar al carácter revisable y caducable de sus creencias.
El Dios del Viejo Testamento parece ahora un tipo colérico y vengativo. O repárese en las fechas de instauración de los dogmas católicos sobre María: la virginidad de María no fue un dogma hasta la Constitución apostólica del 7 de agosto de 1555; el dogma de la Inmaculada Concepción fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854; y la tradición que afirma que el cuerpo de María fue elevado al cielo se declaró que era una creencia oficial de la Iglesia católica en 1950.Resumiendo, tenemos de un lado datos, leyes y teorías científicas: muy contrastados, muy resistentes a los intentos de refutación, “universales”… y de otro creencias y dogmas religiosos: no verificados, sin pruebas, múltiples e incompatibles entre sí…Hay personas dispuestas a morir por defender unos “conocimientos”, unas aseveraciones; o a matar a quien no los crea. Se podría pensar que tienen muy buenas razones -evidencias- para mantenerlos. ¡Lo que ocurre es justo lo contrario!: normalmente, estas aseveraciones que desencadenan odios y guerras son las más carentes de pruebas, las de tipo religioso. Las diferencias de opiniones científicas, el abatimiento de teorías… rarísima vez llevan la sangre al río, jamás mueven turbas vengadoras. Dice Dawkins (2001):“Etiquetar a las personas como enemigos merecedores de la muerte a causa de desacuerdos en la política del mundo real es bastante malo. Hacer lo mismo a causa de desacuerdos sobre un mundo ilusorio habitado por arcángeles, demonios y amigos imaginarios es ridículamente trágico.”

En nuestras propias sociedades modernas occidentales y democráticas, uno puede burlarse de Einstein y sus postulados -apoyadísimos en la razón y la evidencia- sin mayor peligro que el desdén, pero ay de quien se atreva contra un dogma religioso -nunca verificado-. Incluso personas y organizaciones que arremeten con furor y sarcasmo contra las pretensiones de conocimiento de astrólogos o futurólogos, callan en público ante las religiosas. Sin duda las personas religiosas están en su derecho de serlo: merecen todo el respeto, pero no creo que pueda decirse otro tanto de las propias creencias religiosas, si eso quiere decir que se prohíbe discutirlas públicamente. Quiero reclamar el derecho (¡y el deber!) de someter a duda escéptica, a escrutinio científico, también las creencias religiosas, y aquí lo haré con las católicas, si bien pienso que llegaría a conclusiones similares con las de cualquier otra religión teísta.Me centraré exclusivamente en aquellas creencias religiosas que se refieren a la realidad física, material. Puesto que esta realidad es el terreno propio (no digo exclusivo) de la ciencia, cabe preguntarse si aquí hay colisión. En mi opinión, este es el punto de posible conflicto profundo entre ciencia y religión; otros desencuentros entre científicos y religiosos, con ser todo lo importantes que se quiera para las vidas de los afectados, pues son conflictos de intereses, no tienen ese calado y alcance. Dice Polkinghorne (1998, p. 12 de la trad. española) que “durante los últimos años, ningún otro asunto ha despertado tanto interés… en los escritos de la comunidad de estudiosos de las relaciones entre ciencia y religión” como el de si “es posible concebir que, en el universo ordenado que nos describe la ciencia, tengan lugar acciones divinas singulares”. Pero este asunto es, en mi opinión, donde el propio Polkinghorne, Peacocke, Barbour, Gould y tantos otros mantienen una posición oscura, elusiva, ambigua, o netamente anticientífica, y es el asunto que ahora quiero tratar.Desde el punto de vista científico, hay todo un grupo de creencias religiosas especialmente retadoras, desde su propia definición, para la ciencia: las que afirman la realidad de los milagros.

¿Qué supone un milagro?

 Aceptemos la definición de milagro de la Real Academia Española de la Lengua, que es esencialmente con la que ya trabajaron autores de la talla de Hume y Spinoza, y que coincide con lo que entiende la mayoría y las autoridades católicas: “Hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino”. Permítanme que no entremos en mayores consideraciones teóricas, sino que, para que se comprenda claramente lo que suponen los milagros desde el punto de vista científico, tratemos un par de ejemplos, los sugeridos por Polkinghorne (1998, p. 124). Empecemos por el milagro quizás más intrascendente, incluso frívolo, de Jesús, el primero que hizo, según los Evangelios: la conversión, a regañadientes y a instancias de su madre, de unos cientos de litros de agua en vino en las bodas de Caná. Ciertamente, parece insignificante en todos los sentidos, no parece un gran alarde esa transformación.Pero veamos. Un litro de vino puede tener aproximadamente 100 gramos de etanol, que incluyen unos 2.600.000.000.000.000.000.000.000 (más de dos cuatrillones y medio) átomos de carbono… átomos que no estaban en cada litro de agua cananea (en el agua hay algo de carbono, en forma de bicarbonato, por ejemplo, pero es una cantidad insignificante frente a la que estamos considerando; además, recuérdese que en este cálculo sólo estamos teniendo en cuenta la aparición de etanol). ¿Cómo se puede obtener ese carbono de nuevas? Si no haycreación absoluta (véase luego) y partimos de agua, habría que usar los átomos de ésta, hidrógeno y/o oxígeno. Nos puede proporcionar una pista el origen natural de los átomos de carbono en la historia del universo (véase Mason 1991). No mucho después del big bang, según los muy verosímiles modelos actuales del origen y evolución del universo, sólo se formaron los elementos ligeros hidrógeno, deuterio, litio y helio. Se necesitaron algunos cientos de millones de años para que se formaran estrellas, se fusionara el hidrógeno en el  interior de estr hasta generar elementos pesados, y, finalmente, éstos se esparcieran por el espacio impulsados por los estallidos estelares conocidos como supernovas. Es decir, no pudieron formarse planetas con carbono (y otros elementos pesados) como el nuestro hasta que esos elementos procedentes de supernovas quedaron disponibles para la construcción de nuevos sistemas estelares.Toda esa tremenda historia que hubo que recorrer a lo largo de cientos de millones de años para que estuvieran disponibles los átomos de carbono la recapituló Jesús en un santiamén, para que no decayera una fiesta trivial. Sin embargo, Dios no había hecho nada por adelantar la disponibilidad de carbono y el surgimiento de la vida; tuvo que esperar miles de millones de años hasta que pudo aparecer la Tierra… Como se ve, es una pretensión de un calibre descomunal. (Si en vez de formarse el carbono a partir de hidrógeno… se postula otra posibilidad, como una creación absoluta, la violación de las leyes naturales es mucho mayor, si cabe). Y eso sin tener en cuenta que además de carbono tuvieron que formarse otros elementos, como nitrógeno, y que había que formar con ellos una gran cantidad y diversidad de moléculas: además de etanol, azúcares, ácidos, vitaminas, aminoácidos, otros compuestos nitrogenados…Como vemos, no sólo se trata de que se “suspendan” las leyes naturales, según tantas veces se dice en un intento de no afrentar a la ciencia, sino de que se contravienen de una forma muy profunda, como ya señalaron desde distintas posiciones los citados Hume y Spinoza (en todo caso, suspender esas leyes no es más que una forma de transgredirlas.) Un verdadero milagro no debe ser sólo un hecho extraordinario actualmenteinexplicado por la ciencia, sino que ésta nunca podrá explicarlo.El ejemplo analizado es un milagro intrascendente, que de hecho muchos teólogos que discriminan en los evangelios entre milagros verídicos e improbables, sitúan en este último grupo. Veamos pues otro milagro mucho más central en la religión católica, que nos permitirá otras consideraciones.

La resurrección de Jesús

Si la conversión de agua en vino choca contra lo que sabemos científicamente, imagínense lo que significa que un cadáver de varios días vuelva a la vida. Infinidad de microprocesos físicos, químicos y biológicos tendrían que ocurrir de una forma que jamás se ha constatado con rigor.Sin embargo, por extraordinariamente improbable que parezca un hecho, si se produce hay que admitirlo, no importa que ocasione una crisis científica descomunal. Aunque para Hume ninguna prueba podría demostrar un milagro, pues siempre sería éste más improbable que el error en los testimo-nios aportados, creo que sí sería posible registrar fehacientemente unos hechos que violaran las leyes naturales (aunque otra cosa sería probar su origen sobrenatural). Podríamos estar aquí ante un caso, pues se aducen pruebas de la resurrección de Jesús. Recordémoslas brevemente.La creencia en la resurrección de Jesús se basa sobre todo en los testimonios evangélicos. Esos testimonios, en primer lugar, fueron escritos bastantes años después de la muerte de Jesús y no por testigos de los hechos. Pero es que, además, hay muy considerables contradicciones entre ellos. Si esos testimonios se llevaran a un juicio normal, el juez no dudaría en considerarlos carentes de fuerza probatoria.Conviene recordar la máxima que popularizó Carl Sagan: “afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias”. Si lo que se afirmara fuera que Jesús murió como consecuencia de la crucifixión, aún habría dudas, pero no habría motivo para sospechar que no pudo ser así.Además de los debilísimos testimonios evangélicos, muchos creyentes cristianos han hecho una fuerte apuesta al decir que hay una prueba física contrastable de la resurrección de Jesús: la llamada sábana santa.En España fue el conocido ufólogo Juan José Benítez quien popularizó el asunto. En 1978 dijo que “Científicos y técnicos de la NASA -después de tres años de estudio- han aportado datos suficientes como para deducir que Cristo resucitó”. Recientemente ha tenido oportunidad de defender la autenticidad de la sábana santa en una serie suya en la televisión pública estatal. La NASA no ha examinado nunca el lienzo de Turín. La investigación corrió en realidad a cargo del Proyecto para la Investigación del Sudario de Turín (STURP), de la que formaban parte, a título particular, algunas personas vinculadas a la NASA. Un miembro muy notable del equipo era Walter McCrone, considerado a la sazón el microanalista forense más competente del mundo, pero fue expulsado del grupo. La razón fue que, tras analizar los rastros de supuesta sangre, McCrone llegó a la conclusión de que lo que había era bermellón y ocre rojo en un medio de témpera al colágeno, materiales comunes para los artistas del siglo XIV: la imagen era una bonita pintura medieval.Estos resultados fueron demoledores, pero faltaba un estudio que para muchos era crucial (pocas veces mejor dicho): la determinación objetiva de la edad de la sábana. Vittorio Pesce, antropólogo de la Universidad de Bari, mantenía que la sábana había sido confeccionada entre 1250 y 1350. Y es que los documentos históricos, la iconografía, los materiales y las técnicas empleadas coincidían en situar la aparición de la sábana en Francia a mediados del siglo XIV. En 1988 el Vaticano aceptó al fin que se sometiera la sábana santa a la datación mediante radiocarbono. Los análisis científicos fueron llevados a cabo de manera independiente por tres laboratorios de Estados Unidos, el Reino Unido y Suiza. Unánimemente concluyeron que el tejido del sudario de Turín había sido confeccionado entre los años 1260 y 1390 (margen estadístico establecido con más del 95 % de confianza). “Los resultados proporcionan pruebas concluyentes de que el lino del sudario de Turín es medieval”, establece el informe publicado por veintiún científicos en la revista Nature (Damon et al. 1989).La Iglesia acató el veredicto de la ciencia; pero el cardenal Anastasio Ballestrero confirmó “su respeto y su veneración a esta imagen de Cristo, que sigue siendo objeto del culto de los fieles”. El Vaticano no asegura que la sábana envolvió el cuerpo de Jesucristo, pero la considera una obra que refleja el sufrimiento de la Pasión de forma coherente con la tradición cris-tiana. El mensaje, a menudo, es ambiguo. El papa Juan Pablo II visitó en Turín la sábana santa el 24 de mayo de 1998. Su discurso ante ella se tituló muy significativamente “La Sábana santa, espejo del Evangelio”, y en él dijo que “la sábana santa es una provocación a la inteligencia”.En la actualidad, numerosos autores católicos cuestionan todos los resultados científicos y he podido constatar de manera directa que hay profesores de religión que en los centros escolares españoles siguen defendiendo ante sus alumnos las insensatas tesis de Juan José Benítez (algunas, pues otras, no menos insensatas, son incompatibles con el catolicismo). Sólo me queda añadir algo obvio que suele olvidarse: aunque la sábana tuviese casi dos milenios, aunque realmente hubiera envuelto el cuerpo de Jesús, ¿dónde estaría la demostración de su resurrección?

Milagros contemporáneos

Los milagros son importantes para la religión católica -y otras- no sólo para apoyar el carácter divino de su mensaje, sino para atraer a la gente con la esperanza de que Dios -o un intermediario- alivie sus cuitas o le proporcione bienes de diverso tipo. Si interesa tanto que en el pasado haya intervenido Dios en los asuntos humanos es porque alienta lo que un creyente religioso común quiere: que le ayude a él en esta vida y que le garantice la otra. Y, en efecto, se cuentan numerosas historias de intervenciones divinas, milagros, realizados por Dios mismo o por intermediación de al-guno de sus santos siervos pretéritos o contemporáneos. Se cuenta… pero nunca se ha probado un milagro con rigor científico.Es evidente que se dan curaciones espontáneas extraordinariamente infrecuentes y llamativas, y que en algunos de esos casos no llega a saberse el mecanismo de la curación. Pero eso no basta para proclamar que se han violado las leyes naturales mediante una intervención sobrenatural. En muchos casos, esta supuesta intervención ni siquiera se ha solicitado.Los milagros no son el único tipo de fenómenos de los que se dice que contravienen las leyes naturales: están también muchos de los llamados fenómenos mágicos y paranormales. Alguna Universidad, como la de Edimburgo, ha hecho frente directamente a estas pretensiones, rechazándolas en todos los casos de estudios controla-dos. Pero destaca la muy acreditada labor del CSICOP (Comité para la Investigación Científica de los Supuestos Hechos Paranormales), creado en Estados Unidos en 1976: la investigación científica de los supuestos hechos paranormales invariablemente ha probado la falsedad o la normalidad de éstos. Sin embargo, parece que ningún centro científico de prestigio se decide a afrontar sin reservas el asunto de los milagros, aunque sí hay científicos y médicos que, a título particular, se pronuncian -en uno u otro sentido- sobre fenómenos tales como las curaciones inesperadas.Pocas veces hay declaraciones tan claras como esta de Paul Davies (1999, p. 65 de la trad. española): “la ciencia rechaza los milagros genuinos”. Es llamativa la tarea de un afamado ilusionista, James Randi, como experto en desenmascarar farsantes. Randi creó una fundación para diferenciar el ilusionismo de los fenómenos paranormales y milagrosos. De hecho, instauró hace años un premio de un millón de dólares para quien consiga demostrar, en un entorno controlado, ese tipo de fenómenos. De momento nadie ha pasado de las pruebas preliminares. Al margen de la cuestión de las pruebas, con todos los milagros hay un problema de fondo desde el punto de vista del alcance de la ciencia. Se dice que los milagros están causados por Dios, la Virgen o los santos, quienes están en un mundo trascendente, más allá del dominio de la ciencia, de la realidad física. Pero entonces estamos ante una causa no física (fuera del ámbito de la ciencia) que produce un efecto físico (dentro del ámbito de la ciencia), lo cual es un contrasentido, un absurdo. O bien ese mundo trascendente no puede conectar con el mundo físico, con lo cual los milagros son imposibles, o bien sí son éstos posibles porque sí hay conexión entre los dos mundos, y entonces el llamado mundo trascendente sí sería objeto de indagación científica. En otras palabras: Dios no es objeto de la ciencia… mientras no se diga que Dios actúa sobre la realidad material.Se han hecho intentos de sortear estas dificultades apelando (véase Pol-kinghorne 1998 o Guitton et al. 1991) a un Dios que intervendría a través de fenómenos cuánticos no-deterministas y/o a través del caos determinista, en el que en ocasiones se produce el popular ‘efecto mariposa’ (gran sensibilidad a pequeñas alteraciones). Es un intento obvio de encontrar lagunas en la descripción científica de la realidad material donde hacer actuar a Dios sin problema. Parecería una especie de Dios que actúa donde no se le pueda coger in fraganti, no un Dios que juega a los dados, sino que truca los dados y se esconde. Realmente estas hipótesis no se han formulado con un rigor intelectual que reclame aquí mayor atención.En definitiva, acerca del “Dios personal” con capacidad de intervenir sobre el que se preguntó a los científicos, sí tiene que hablar la ciencia. En mi opinión, esto explica los resultados de los sondeos de Leuba, Larson y Witham, explica que el mayor conocimiento científico vaya habitualmente acompañado de una menor creencia en ese Dios capaz de alterar los procesos naturales.Hoy ya hay muchos teólogos más o menos conscientes de este conflicto de la religión con la ciencia a causa de las intervenciones divinas, y llegan a hablar de fe “a pesar de los milagros”, de los milagros como un obstáculo para la fe. Pero habría que preguntarse qué sería de las religiones, qué quedaría de la religiosidad popular sin los milagros, sin la esperanza de intervenciones desde el más allá en la vida personal. ¿No se invocan estas intervenciones en las prácticas religiosas, como las misas? Conviene conocer que en EE UU -ya que lo venimos tomando como referencia-, el 89 % de la población cree en los milagros (Winseman 2004); este valor sube al 95 % entre los cristianos (Harris Interactive 2003). En España, aunque sólo cree “con seguridad” en los milagros el 33 %, hay otro 30 % que “tiene dudas” (Pérez-Agote, Santiago 2005).Incluso entre quienes rechazan la idea de un Dios interviniendo providencial y frecuentemente en los asuntos humanos, abundan quienes no pueden prescindir de al menos unas pocas intervenciones divinas en la historia del universo. El origen de la vida, el origen del hombre y el propio origen del universo han sido y son momentos irrenunciables para el catolicismo oficial y popular.

El origen de la vida y del hombre

Es muy triste que en países avanzados como el nuestro la evolución apenas sea conocida, entendida y aceptada por una gran parte de la población. No parece haber datos estadísticos sobre los españoles, pero puede orientarnos -considerando los datos comparados de otras creencias religiosas- saber que un gran porcentaje de la población estadounidense sigue creyendo al pie de la letra las historias bíblicas sobre nuestros orígenes.En la encuesta de ABC News publicada el 15 de febrero de 2004, la mayoría dice creer que los relatos bíblicos -como el de Noé y el Diluvio (60%), o el de Moisés y el Mar Rojo (64%)- son “literalmente verdaderos”: están convencidos de que ‘el mundo’ tiene menos de 10.000 años. Después de casi 150 años desde Darwin, la historia de la creación en la que Dios creó el mundo en seis días es creída por el 61%. En la encuesta aparecen como mucho más creyentes en esos absurdos mitos los protestantes (creen en torno al 88 %) que los católicos (en torno al 48 %). En otra encuesta (Newport 2004), sólo el 35 % piensa que la evolución está bien apoyada en pruebas y sólo el 13% cree que en la aparición del hombre no intervino directamente Dios. Eso explica que el 76 % no se sentiría contrariado si en las escuelas públicas se explicara la teoría creacionista según la cual la especie humana procede de creación directa por Dios, no de la evolución (Carlson 2005). Con ese respaldo popular, extrañan menos los incesantes intentos de que no se explique la evolución adecuadamente en las escuelas: a los 80 años del célebre juicio contra el profesor John Thomas Scopes por enseñar la evolución, se ha celebrado un nuevo proceso en Kansas para llevar el antievolucionismo a la enseñanza. En definitiva, en Estados Unidos la mayoría aceptaría sin dudar el llamado “argumento del diseño”, y cabe pensar que en España el respaldo sería mucho menor, pero considerable. El argumento del diseño ha sido utilizado, junto a los argumentos ontológico y cosmológico, como prueba de la inevitable existencia de un creador del universo. El teólogo del siglo XVIII William Paley lo exponía en un pasaje muy conocido al comienzo a su Teología natural, o pruebas de existencia y atributos de la divinidad recogidas a partir de los aspectos de la naturaleza, de 1802. Básicamente decía que si la complejidad y precisión del diseño de un reloj nos fuerzan a concluir que tuvo un fabricante inteligente, las obras de la naturaleza nos fuerzan con mucho más motivo. Sin embargo, David Hume, en su Diálogos sobre la religión natural, publicado en 1779, ya había hecho una crítica demoledora a la lógica de la utilización del aparente diseño de la naturaleza como prueba positiva de la existencia de Dios: el argumento del diseño es sólo una analogía, que puede servir de guía para formular una hipótesis, pero no es un criterio válido de prueba; además, es una analogía débil si atendemos con detenimiento a las similitudes entre los seres vivos y los objetos diseñados por el hombre.A pesar de la contundencia de los argumentos de Hume, no había una explicación satisfactoria de la complejidad del mundo, sobre todo de la vida, ni pruebas de la aparición natural de los seres vivos. El principio de esta explicación y esas pruebas vino de la mano de Alfred Russel Wallace y, sobre todo, de Charles Darwin, cuando publicó en 1859 El origen de las especies. Desde entonces las pruebas del hecho evolutivo son abrumadoras, y sólo discuten la existencia de la evolución, conociendo esas pruebas, personas obcecadas (véase una buena divulgación evolucionista en Dawkins 1986).

Los defensores del “diseño inteligente” (una nueva versión del viejo creacionismo que evita hablar de una Tierra de 6.000 años de antigüedad), muchos de ellos en el Discovery Institute de Seattle, aceptan la evolución pero declaran que es imposible sin la mano guiadora de un impulsor. Intentan contar con un fundamento científico demostrando aquella imposibilidad, y están siendo cada vez más activos en los campus universitarios. De hecho, la revista Nature, pregunta desde su portada del 28 de abril de 2005: Is intelligent design coming to your campus? (¿Está llegando el diseño inteligente a tu campus?) Y en el editorial pide a los científicos que no se ignore esta “amenaza al mismo corazón de la razón científica”, que defiendan esta razón ante los estudiantes.Las “demostraciones” que propone el diseño inteligente lo que suelen probar es falta de conocimiento de los procesos evolutivos y, en general, de los mecanismos generadores de complejidad. Sus defensores desconocen, aparte de los mecanismos evolutivos biológicos que está desentrañando la genética, la biología molecular y la biología teórica en general, los mecanismos de alcance general que estudia la termodinámica de sistemas alejados del equilibrio, el caos determinista y otras aproximaciones a los fenómenos de autoorganización (véase Lewin 1999). En el mejor de los casos, nos las vemos con el viejo “Dios de los huecos” o “Dios tapaagujeros”, el que hace siglos valía para explicar tantas cosas, pero que ha ido retrocediendo empujado por el avance del conocimiento científico. Ese Dios que surgió de la ignorancia es un anacronismo que se mantiene por el peso de la tradición y por la propia ignorancia científica actual.Los defensores deldiseño inteligente parecen ignorar que la arquitectura y funcionamiento de los seres vivos, aun siendo sobrecogedores, distan, como señaló el propio Darwin, de la perfección. El gran biólogo francés François Jacob (1981) dejó claro que la evolución -si se quiere una imagen antropomórfica- actúa como una gran oportunista sin planes de futuro, aficionada al bricolaje, no perspicaz diseñadora. ¿No es notable, por ejemplo, que ningún animal haya incorporado el enormemente ventajoso movimiento rotatorio de las ruedas? (Holliday 2003).Los avances en el conocimiento de la evolución no han eliminado las fuertes controversias sobre aspectos concretos de los procesos y los mecanismos implicados, pero, dada la enorme coincidencia de todos los seres vivos conocidos sobre la Tierra en el plano celular y molecular, pocos dudan de que tienen un origen común. Es decir, cada célula de cada ser vivo (incluyéndolo a usted) procede de otra célula (omnia cellula ex cellula), que a su vez procede de otra… Esto nos lleva a un viaje ininterrumpido hacia el pasado en el que finalmente nos encontraríamos con una célula, o mejor, una población celular, que sería el ancestro común a todos los seres vivos (se la conoce en la literatura científica como LUCA, de Last Universal Common Ancestor).Incluso para muchos de quienes aceptan la evolución, y entienden que una especie se moldea mediante una acumulación de cambios a partir de organismos ancestrales y en ocasiones mucho más simples, la aparición de los primeros organismos sobre la Tierra supone un problema sin solución. Desde luego, es un problema que no resuelve la teoría evolutiva convencional, pues ésta se ocupa de las transformaciones de especies ya existentes. Pero el cómo pudo emerger la vida es un problema genuinamente científico, aunque con dificultades excepcionales: la ciencia podrá demostrar cómo pudieron ocurrir probablemente los hechos (el origen de la vida), e incluso probarlo en el laboratorio, pero parece que nunca podrá certificar que ocurrieron de esa manera. Desde que Alexander I. Oparin y John B. S. Haldane propusieron las primeras hipótesis científicas en torno al origen de la vida en los años 1920, y desde que Stanley L. Miller demostró en el laboratorio, en 1953, que la simulación de las condiciones de la Tierra primigenia originaba espontáneamente compuestos característicos de los seres vivos (aminoácidos), se ha avanzado mucho en la comprensión del problema y en el planteamiento de soluciones. Hoy es un campo activo y apasionante de investigación en el que quedan importantes asuntos que resolver para entender, sobre bases sólidas, cómo pudieron ensamblarse las primeras células; sin embargo, no son hipótesis científicas lo que falta (véase la de Günter Wächtershäuser (1988) como hipótesis modélica, y una perspectiva general en Aguilera (1993)). Por tanto, no se puede sostener -si no es por ignorancia o mala fe- que el origen de la vida es un problema que la ciencia no puede ni podrá explicar. Pocos científicos informados dudan de que el origen de la vida fue un suceso natural, espontáneo, aunque haya diversidad de pareceres en cuanto a la probabilidad del suceso dadas las condiciones adecuadas (lo que afecta también a la probabilidad de vida extraterrestre).Lo que sabemos del origen de la vida permite decir, una vez más, que la hipótesis de Dios es innecesaria. Pero yo añadiría -en la línea de François Jacob- que, si aceptáramos al Dios creador y diseñador como hipótesis de trabajo, concluiríamos que se trató (trata), aparentemente, de un ignorante en Biología molecular. El propio código genético, con el que se traducen los mensajes genéticos al lenguaje de las proteínas, parece fácilmente mejorable. De hecho, los humanos, que apenas hemos empezado a avanzar en Biología molecular, ya estamos proyectando la mejora de ese código en especies existentes… o en especies desarrolladas casi de novo. El último episodio de la evolución biológica donde las religiones suelen invocar la intervención divina es la aparición de la especie humana. La Iglesia católica, que acabó aceptando en 1992 que “la evolución es algo más que una hipótesis”, sigue manteniendo fuera del alcance evolutivo la aparición de los humanos: hubo Dios de intervenir para insuflar el alma. Este mito del alma, refutado de manera implacable y exhaustiva por Gonzalo Puente Ojea (2000), es uno de los últimos refugios del Dios tapaagujeros… sólo que, desde el punto de vista científico, cuesta ver qué agujero es el que se pretende tapar. Con los conocimientos científicos actuales, la hipótesis del alma no es solamente innecesaria o metafísica. La ciencia no sólo no la contempla por su materialismo metodológico, pues si se dice que el alma afecta a las funciones cerebrales, cae en las redes científicas: es una hipótesis del ‘reino empírico’. Pero como tal, está incluso pendiente de formulación rigurosa, me temo que porque la formulación clara choca de inmediato con los hechos y la razón. En estos tiempos es difícil imaginarse a alguien documentado que crea que Dios dirigió la creación y la evolución del universo y de la vida en la Tierra con el objetivo de llegar al hombre. La historia evolutiva que condujo a nuestra especie estuvo -como ha explicado convincentemente Gould- plagada de contingencias; la caída de un gran meteorito hace 65 millones de años, decisiva para el fin de los dinosaurios y tantas otras especies y para la prosperidad de nuestros antepasados, es sólo una de ellas. El conocimiento cada vez más profundo de la evolución (por ejemplo, a nivel genético y molecular) deja cada vez más clara la no singularidad de nuestra especie.La visión anticientífica, por motivos religiosos, de la especie humana y sus orígenes, tiene a veces consecuencias desgraciadas. Veamos como ejemplo el caso de la homosexualidad. Diversas religiones la consideran “contra natura” sobre la base de asignar a la naturaleza, y especialmente a los humanos, los propósitos divinos. Sin embargo, es evidente que la homosexualidad es natural, se observa en multitud de especies animales (véase Bagemihl 1999). Otro caso de creencias religiosas anticientíficas con efectos morales graves son la existencia de alma en los zigotos y embriones humanos -recordemos que hablamos de un alma capaz de afectar, en su momento, a la acción cerebral- y la virginidad de la madre de Jesús… además de las ya consideradas, como los hechos milagrosos en general (y la resurrección de Jesús en particular) y la evolución dirigida por Dios. En todos los casos se pone de manifiesto que la ciencia no puede dictar normas morales, pero sí señalar la verosimilitud de sus fundamentos.Ante las dificultades para defender una evolución guiada por Dios, y las intervenciones de seres trascendentes en general sobre el funcionamiento del mundo, muchos de los defensores de una acción divina orientada a la aparición de la especie humana han encontrado una solución en la cosmología: Dios habría generado el universo con sus leyes y ya no intervendría más. Dios actuaría de forma inmanente a través de las leyes naturales: no tiene que ir haciendo ajustes (incluso no debe), se soslaya el problema de la existencia del mal siendo Dios omnipotente e infinitamente bueno (teodi-cea) y se evita el conflicto con la ciencia. Más aún: la ciencia ofrecería indicios de esa acción divina primigenia. Veamos esto.

El origen del universo: ¿último refugio para Dios?

 Salvo los ofuscados creacionistas, pocas personas informadas rechazan la evolución del universo desde su explosivo principio, aunque haya apasionantes controversias sobre el proceso. Lo que ha resultado sorprendente ha sido la constatación de que, si en esos inicios se hubieran impuesto unas constantes físicas (la constante de Planck, o la intensidad de las cuatro fuerzas fundamentales del universo) ligeramente diferentes a las existentes, el universo no habría evolucionado de forma compatible con la vida que conocemos… con la existencia humana, por tanto. A esta constatación se la conoce con el nombre de «principio antrópico» (expresión introducida por Brandon Carter en 1974; véase Davies 1992). Hay una versión «débil» del principio que no es mucho más que el desarrollo lógico de la constatación señalada. Pero una versión «fuerte» añade que aquellas constantes fundamentales se seleccionaron para que apareciera la vida. En otras palabras, al comienzo del universo hubo un ajuste fino de las constantes, un ajuste intencionado. ¿Cómo explicar si no tamaña coincidencia? Es curioso que algunos defensores del diseño apelen a un Dios creador cósmico para generar un universo que hiciera la vida probable o necesaria y, al mismo tiempo, apelen a un Dios creador biológico para explicar el origen de la vida porque es sumamente improbable. ¿Es admisible, desde la ciencia, esa intervención única de un Dios, hace unos 14.000 millones de años? Un Dios que no sería aquel ser providente que ha guiado cuidadosamente la evolución de la especie humana, ese a quien se puede rezar para que obre milagros… Para empezar, lo evidente: apelar a un Dios creador para explicar el origen del universo no hace sino retrasar el problema hacia el origen de Dios mismo. No deben valer los trucos de asignar a ese Dios propiedades físicas, como la eternidad, y negárselas al propio universo físico. En definitiva: ese Dios no es que no parezca una explicación satisfactoria, simplemente no parece una explicación. El origen de todo, la cuestión de Leibniz (¿por qué hay algo en vez de nada?) es el problema de los problemas, pero desde la Física ha aparecido una propuesta de solución; se trata de la hipótesis de Alexander Vilenkin acerca del origen del universo a partir de una fluctuación cuántica aleatoria de la nada, pero no parece que eso sea posible sin violar los principios de conservación. Menos evidente es el asunto del aparente ajuste de las constantes físicas. Sin embargo, cuando lo que se plantea es la necesidad de recurrir a un ajuste intencionado, se está ignorando lo que la física hipotetiza, y lo que sabe (y no sabe), a saber:

  • No se conocen los mecanismos mediante los que esas constantes se generan. No se percibe ninguna razón por la que no podamos llegar a conocerlos algún día. Si llega ese día -como cabe esperar-, podremos discutir el asunto sobre bases más firmes.
  • No está demostrado que alguna forma de vida -o de inteligencia- sólo sea posible en un rango muy estrecho de parámetros físicos.
  • En el caso de que al generarse un universo existan varias (quizá infinitas) posibilidades de elección de constantes, hay diversas hipótesis puramente físicas que quieren explicar la existencia de este nuestro universo con las constantes adecuadas. Remito al lector a la lectura -en Internet puede encontrar exposiciones asequibles- de las hipótesis acerca de la existencia de una infinidad de universos -o un multiverso- aleatorios con todas las posibles combinaciones de leyes y constantes físicas (André Linde), lo que quizás sea más fácil de explicar que la existencia de un solo universo; la hipótesis relacionada del citado Vilenkin -desarrollada con variantes por Sean Carroll y Jennifer Chen- que opina que hay buenas razones para pensar que el universo es infinito, con infinitos big bangs; y la propuesta de una evolución por selección natural de universos (Lee Smolin, Quentin Smith). Victor Stenger (2003) ha hecho una magnífica labor divulgativa de estas “extrañas” hipótesis. Pero caben dudas sobre si en su estado actual son realmente hipótesis científicas: ¿son susceptibles de falsación? (requisitopopperiano).

En definitiva, el último reducto del Dios tapaagujeros empieza a verse inseguro. En cualquier caso, la negación desde la ciencia, más allá de dudas razonables, de la existencia de milagros y de almas, de un Dios providente y de otros seres trascendentes capaces de afectar a la realidad material sin ser objetos de la actividad científica, está siendo muy dura de asumir, incluso por buena parte de los científicos. Pero este reconocimiento de la realidad me parece un gran paso, y un paso necesario, en el tránsito de la infancia a la edad adulta. Especialmente si se quiere mejorar esa realidad.

Más allá de la ciencia

Como se ha dicho, la ciencia no nos da un sentido de la vida, una moral. Esto no es lo mismo que decir que, siguiendo a la ciencia, la vida carezca necesariamente de sentido, incluido el moral. La moral y el sentido son creaciones humanas que están fuera del ámbito científico, aunque, en mi opinión, tienen que estar muy atentas a la ciencia porque no deben ignorar los conocimientos sobre la realidad material. Pero, además, quizás el método científico pueda sugerir algunos comportamientos deseables en las relaciones sociales, en los conflictos: el rigor en la expresión, el rechazo de las falacias argumentativas, el mantenimiento de la duda razonable… La cultura científica y la razón crítica pueden ser emancipadoras, herramientas que nos permiten ser dueños de nuestra voluntad y nuestro pensamiento, auténticamente responsables. Nos sirven para evitar la irracionalidad en forma de percepciones falsas, errores lógicos, decisiones incoherentes, malas apuestas. Y para detectar manipulaciones y engaños. Los grandes males de nuestro tiempo (piénsese en los siguientes, ligados entre sí: la pobreza, el deterioro ambiental, la explotación laboral, las diversas formas y grados de terrorismo -incluido el ejercido desde el poder oficial-, el imperialismo, el militarismo, la colonización cultural…) no vienen de un exceso de racionalidad, como nos dicen los oscurantistas, sino, en buena medida, de su defecto. Vienen de que se sustituyen o disfrazan en parte las viejas formas de manipulación y dominio por otras que se alimentan de las nuevas tecnologías. Frente a todas, el conocimiento, la razón y la crítica son nuestras mejores armas. Y deberán emplearse a fondo a la hora de decidir los objetivos de las investigaciones científicas, de promover una ciencia al servicio de la humanidad, no preferentemente de los poderes económicos y militares, como hoy sucede.

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(1) Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Granada (España).
Publicado originalmente en la revista Mientras Tanto (publicación trimestral de ciencias sociales de la Fundación Giulia Adinolfi – Manuel Sacristán), vol. 95 (verano 2005), pp. 125-153.

Dios para niños

Por: Francisco Viturro

Hola, queridos niños.
Lo primero que quiero hacer es presentarme: Mi nombre es Dios.

Así es como me llaman ahora y aquí, porque como sabréis, en otras épocas tenía otros nombres (Yavé, Jehová, Zeus) y en otros lugares también (Alláh, Manitú…).

Pero lo importante es que todo el mundo me conoce.

Para que todos los hombres tuvieran noticias mías, se me ocurrió el método del “libro sagrado”.Consiste básicamente en hacerles creer a algunos pobres infelices que les estoy hablando.
De esa manera, se tragarán cualquier cosa que les cuenten, porque es una “revelación”.
Acordaos bien, ya que la revelación es el único modo en que dicto mis normas a los humanos.

Podría hacerlo de otras formas -como sabéis soy omnipotente- pero encuentro que así es muy divertido. Además, en cada tiempo y lugar imparto normas diferentes, para que se peleen entre ellos intentando averiguar quién tiene razón.
No sabéis qué bien me lo paso cuando se matan en mi nombre… A veces, algunas personas se niegan a creer en la “revelación” de otras. Quizá porque me paso en lo absolutamente estúpido de las normas que les dicto (¡y aún así las cumplen!), je, je, el caso es que se me rebelan contra la revelación.
Pues bien, nunca he tenido problemas con eso. Si tenéis curiosidad, leed las vidas de los Papas (mis representantes oficiales, como dicen ellos), o de muchos santos.
Veréis cómo hay que hacer para “convencer” a los que se muestran un tanto escépticos.

Pero eso es otra historia. Estamos aquí para que veáis quién soy en realidad, porque desde que envié a mi hijo –todos lo conocéis, se llama Jesús- la religión se ha convertido en cosa de flojos y debiluchos, todo el tiempo predicando chorradas como lo del amor al prójimo, la bondad, la piedad, la misericordia, y cosas así.
Es la parte de la Biblia que menos me gusta, el Nuevo Testamento.
Por culpa de esas ideas se me ha perdido totalmente el respeto.
Ya no se me teme, no se me hacen sacrificios decentes, ni se condena al infierno hasta el fin de la eternidad.
Así no hay quien gobierne un Universo.
Los viejos tiempos eran otra cosa. El Antiguo Testamento, ¡eso sí era orden divino!. Teníais que ver cómo se me obedecía, con qué fe. Y rapidito, no como ahora, que todo se pone en duda y se piensan las cosas dos veces (ay, esos ateos…).

Qué tiempos aquellos, en que exterminaba naciones enteras: [1] Yavé, tu Dios, te introducirá en la tierra adonde vas y que pasará a ser tuya; arrojará delante de ti a muchos pueblos, al heteo y al guergaseo, al amorreo y al cananeo, al fereceo, al jeveo y al jebuseo, siete naciones mucho más numerosas y poderosas que tú. [2] Cuando las entregue en tus manos y tú las derrotes, los exterminarás según la ley del anatema. No harás alianza con ellas ni les tendrás compasión. (Dt. 7) ¿Qué os parece?.

El problema era que yo les había prometido a mis elegidos (los judíos de entonces) unas determinadas tierras, y resulta que ya estaba ocupadas. Así que hubo que exterminar a unos cuantos miles de inocentes. ¿Y qué? Al fin y al cabo yo los creé, ¿no?.
Y Moisés, qué gran hombre. Los militares de ahora deberían aprender de él: Moisés les dijo: «¿Así, pues, han dejado con vida a las mujeres? [16] Precisamente ellas fueron las que, siguiendo el consejo de Balaam, indujeron a los hijos de Israel a que desobedecieran a Yavé (en el asunto de Baal-Peor) y una plaga azotó a la comunidad de Yavé. [17] Maten, pues, a todos los niños hombres, y a toda mujer que haya tenido relaciones con un hombre. [18] Pero dejen con vida y tomen para ustedes todas las niñas que todavía no han tenido relaciones. (Núm. 31)

En ocasiones, tenía que asesinar a tanta gente, que me era prácticamente imposible hacerlo en persona.

Menos mal que tengo ayudantes: [36] Esa misma noche el Angel de Yavé hirió de muerte a ciento ochenta y cinco mil hombres del campamento asirio. A la hora de levantarse, en la mañana, no había más que cadáveres. (Is. 37)
Es posible que a estas alturas os estéis preguntando: Pero ¿qué Dios es éste, que mata a sus hijos como si fueran cucarachas?. ¿No era el Dios padre bueno, amoroso, misericordioso, bla, bla, bla?.

La respuesta es obvia: NO.

A ver si os enteráis de una vez, queridos niños.

Soy la creación de un grupo de nómadas primitivos, apenas unos criadores de cabras, que plasmaron en unos cuantos libros todas las leyendas que durante miles de años les contaron sus antepasados, que a su vez eran también criadores de cabras. Y me hicieron así de sanguinario, feroz, cruel, injusto, mentiroso y prepotente.

Las madres tuvieron que comerse a sus hijos, a sus niños de pecho. Fueron asesinados en el santuario de Yavé sacerdote y profeta. [21] Por tierra yacen en las calles niños y ancianos; mis vírgenes y mis jóvenes cayeron a cuchillo; mataste en el día de tu cólera, mataste sin compasión. (Lam. 2)

Qué le vamos a hacer. Claro que no todo va a ser enfados, cabreos y mala leche. Si queréis una prueba de mi sentido del humor, mirad lo que le hice a Abrahán, el padre de la patria israelita:
[1] Tiempo después, Dios quiso probar a Abrahán y lo llamó: «Abrahán.» Respondió él: «Aquí estoy». [2] Y Dios le dijo: «Toma a tu hijo, al único que tienes y al que amas, Isaac, y vete a la región de Moriah. Allí me lo ofrecerás en sacrificio, en un cerro que yo te indicaré.» [3] Se levantó Abrahán de madrugada, ensilló su burro, llamó a dos muchachos para que lo acompañaran, y tomó consigo a su hijo Isaac. Partió leña para el sacrificio y se puso en marcha hacia el lugar que Dios le había indicado. [4] Al tercer día levantó los ojos y divisó desde lejos el lugar. [5] Entonces dijo a los muchachos: «Quédense aquí con el burro. El niño y yo nos vamos allá arriba a adorar, y luego volveremos donde ustedes.» [6] Abrahán tomó la leña para el sacrificio y la cargó sobre su hijo Isaac. Tomó luego en su mano el brasero y el cuchillo y enseguida partieron los dos. [7] Entonces Isaac dijo a Abrahán: «Padre mío.» Le respondió: «¿Qué hay, hijito?» Prosiguió Isaac: «Llevamos el fuego y la leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?» [8] Abrahán le respondió: «Dios mismo proveerá el cordero, hijo mío.» Y continuaron juntos el camino. [9] Al llegar al lugar que Dios le había indicado, Abrahán levantó un altar y puso la leña sobre él.

Luego ató a su hijo Isaac y lo colocó sobre la leña. [10] Extendió después su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo, [11] pero el Ángel de Dios lo llamó desde el cielo y le dijo: «Abrahán, Abrahán.» Contestó él: «Aquí estoy.» [12] «No toques al niño, ni le hagas nada, pues ahora veo que temes a Dios, ya que no me has negado a tu hijo, el único que tienes.» (Gn. 22)
¿Os dais cuenta?.
Le pido al tío que mate a su hijo para ofrecérmelo en sacrificio (algo que me encanta) y ni siquiera protesta.
Eso es obediencia, y lo demás son tonterías.

Reconozco que ahí estuve sentimental y le paré la mano, pero os juro que su idea era matarlo para mí. Gran persona, este Abrahán… y muy leal.

Hasta hizo cargar a su hijo con la leña!!!.

Como veis, el asesinato y la masacre no es algo extraño ni anómalo en mi comportamiento.
Que los hombres me teman es muy productivo en determinadas circunstancias. Y no importa si son amigos o enemigos míos, todos deben estar bajo un horror tan agudo que les impida siquiera pensar en rebelarse contra Dios.
Una costumbre muy extendida entre las religiones actuales es sostener que las calamidades que ocurren en el mundo se deben a los hombres, que son pecadores, imperfectos, etc.
Cuando los ateos les dicen a los creyentes: ¿Porqué Dios no evitó tal o cual desgracia, siendo como es, omnipotente?, éstos responden muy serios algo referente al “libre albedrío” (o sea, la libertad de hacer lo que se quiera, bueno o malo).

Pues bien, recordad lo que dije hace ya muchos años: [7] Yo soy Yavé, y no hay otro más; yo enciendo la luz y creo las tinieblas, yo hago la felicidad y provoco la desgracia, yo, Yavé, soy el que hace todo esto. (Is. 45)

Después de haber provocado tantas muertes, exterminios, pestes y enfermedades en la antigüedad, no me importa nada seguir machacando a la humanidad, por mí creada. Los pobres judíos todavía se creen el pueblo elegido, y mira que les mando desgracias (lo de los nazis aún está reciente). ¿Qué tengo que hacer para que se decidan a repudiarme de una vez?.

Yo creo que son masoquistas, les gusta sufrir un montón. Y ante eso nada puedo hacer, la estupidez humana es lo único infinito de este Universo mío.
Si no, ved lo que dicen de mí, incluso después de achicharrarlos con azufre, matarlos y despedazarlos sin miramientos a miles, a millones: [8] El Señor es ternura y compasión, paciente y lleno de amor. [9] El Señor es bondad para con todos, sus ternuras están en todas sus obras. (Sal. 145)
¿Os dais cuenta, queridos niños?.

Mmmm, niños.

Eso me recuerda aquello que dijo Jesús: “Dejad que los niños se acerquen a mí”.
Deberíais tener en cuenta que yo no soy tan indulgente con vosotros, pequeñas criaturas indefensas.

Esto les pasó a los egipcios, por tener a los judíos como esclavos: [29] Sucedió que, a media noche, Yavé hirió de muerte a todo primogénito del país de Egipto, desde el primogénito del Faraón que está sentado en el trono, hasta el del preso que está en la cárcel, y a todos los primeros nacidos de los animales. [30] Faraón se levantó de noche, y con él toda su gente y todos los egipcios. Se oyó un clamor grande por todo Egipto, pues no había casa donde no hubiera algún muerto. (Ex. 12)
Una gran hazaña, lo reconozco.
Maté a todos los primeros hijos de cada familia y de cada animal en una sola noche.
Desde aquél día, los judíos celebran la Pascua sacrificando un cordero en mi nombre.

¡Sólo un cordero, con lo que me agrada un buen sacrificio de un niño pequeño, o de una virgen!. Pero las buenas costumbres se van perdiendo, como podéis ver.

Otro botón de muestra de cómo me las gasto yo con los niños, lo tenéis en la orden que le di a Samuel: Esta es la palabra de Yavé de los Ejércitos: [2] He decidido castigar a Amalec por lo que le hizo a Israel, puesto que no lo dejó seguir su camino cuando regresaba de Egipto. [3] Ahora, vete y castiga a Amalec; tú lo declararás anatema con todo lo que le pertenece. No le tendrás compasión, sino que matarás a todos, hombres y mujeres, jóvenes y niños, bueyes y ovejas, camellos y burros.» (I Sam 15)

¿Qué os parece?.

Impresionante, ¿verdad?.
Si es que no hay nada como ser Dios Todopoderoso, ya que nadie te protesta.
Y si lo hace, lo matas y “a otra cosa, mariposa”.
A él y a toda su descendencia, por supuesto.

Y para terminar con el asunto de los niños (que, reconocedlo, a veces sois muy pesaditos), leed este pequeño detalle de cómo reacciono cuando me enojo: [23] De allí subió a Betel. Iba subiendo (Eliseo) por el camino cuando unos niños pequeños salieron de la ciudad y se burlaban de él, diciendo: [24] «¡Sube, calvo! ¡Sube, calvo!» El se dio la vuelta, los vio y los maldijo en nombre de Yavé. Salieron dos osas del bosque y destrozaron a cuarenta y dos de ellos. [25] De allí Eliseo partió para el monte Carmelo, y regresó a Samaria. (II Re. 2)
Como si tal cosa.

Así que tened cuidadito de lo que decís y sobre todo de lo que pensáis sobre mí, vuestro Dios.

Porque si algo tengo claro, es que la mejor forma de que los niños aprendan respeto y buenas costumbres, es gracias al castigo duro.
Y no me refiero a quedaros sin postre, o no ver la tele. Mirad, mirad…

[24] No usar la vara es no amar al hijo: el que lo ama no demora en corregirlo.

(Pr. 13) [13] No vaciles en corregir a un niño: el haberlo azotado no lo hará morir.

(Pr. 23) [15] Los azotes y las correcciones llevan a la sabiduría, el niño que lo dejan hacer todo será la vergüenza de su madre.

(Pr. 29) [6] Una palabra dicha en mal momento es como música en momentos de duelo, pero los azotes y las sabias reprensiones convienen en cualquier momento.

(Ecl. 22) [1] El que ama a su hijo no le escatima los azotes, más tarde ese hijo será su consuelo. [2] El que educa bien a su hijo, tendrá sus satisfacciones; se sentirá orgulloso de él delante de sus parientes.

 (Ecl. 30) [9] ¿Quieres mimar a tu hijo? un día te hará temblar; juguetea con él, y te causará tristeza. [10] No te rías con él si no quieres un día afligirte con él y tener al fin que rechinar los dientes. [11] No le des rienda suelta en su juventud, [12] Pégale en las costillas cuando sea pequeño, no sea que se empecine y se te rebele. (Ecl. 30)

Pero a veces, los golpes no son suficientes.

Por ello doy el siguiente consejo:
[18] Si un hombre tiene un hijo rebelde y desvergonzado, que no atiende lo que mandan su padre o su madre, ni los escucha cuando lo corrigen, [19] sus padres lo agarrarán y llevarán ante los jefes de la ciudad, a la puerta donde se juzga, [20] y les dirán: «Este hijo nuestro es rebelde y desvergonzado, no nos hace caso, es un vicioso y un borracho.» [21] Entonces todo el pueblo le tirará piedras hasta que muera. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti, y todo Israel, al saberlo, temerá. (Dt. 21)

Creo haber dejado claro cuál es mi actitud con relación a la infancia.

En otro orden de cosas, para que podáis comprobar cómo cambian los tiempos, ahí va un ejemplo de legislación en materia de derechos humanos:
[44] Si quieres adquirir esclavos y esclavas, los tomarás de las naciones vecinas: de allí comprarás esclavos y esclavas. [45] También podrán comprarlos entre los extranjeros que viven con ustedes y de sus familias que están entre ustedes, es decir, de los que hayan nacido entre ustedes.
Esos pueden ser propiedad de ustedes, [46] y los dejarán en herencia a sus hijos después de ustedes como propiedad para siempre. (Lv. 25)

Con relación a la venta de esclavos, no hace falta que sean extranjeros. ¡Los familiares valen!.
[7] Si un hombre vende a su hija como esclava, ésta no recuperará su libertad como hace cualquier esclavo. [8] Si la joven no agrada a su dueño que debía tomarla por esposa, el dueño aceptará que otro la rescate; pero no la puede vender a un extranjero, en vista de que la ha traicionado. (Ex. 21)

Es posible que a estas alturas, después de lo que habéis leído (y que seguramente, nunca nadie os había contado) estéis algo asustados y confusos.

¿Dónde está aquél Dios bueno y justo del Catecismo?.

Si vuestro desasosiego os lleva a dirigiros a un cura, una monja, o un profesor cristiano practicante para preguntar si todo esto es cierto, con casi total seguridad os responderán:

“Si, pero eso eran otros tiempos, otras gentes y hoy en día las cosas son de otra manera…”.
O bien: “Bueno, la Biblia no hay que tratar de entenderla literalmente…”

Ni que decir tiene que tanto una cosa como la otra son falsas.

Mis leyes son eternas e inmutables, valen para allí y para aquí, para entonces y para ahora.
Y podéis estar seguros de que si digo “todo el pueblo le tirará piedras hasta que muera”, no quise decir “todo el pueblo le dirá que fue malo, malísimo”… ¿me habéis entendido?.

Ya para finalizar, os recomendaré que leáis mucho la Biblia –al fin y al cabo es mi Palabra- y que seáis muy buenos.
Aunque después de leer esto, entenderé que no deseéis estar conmigo en el cielo toda la eternidad…