Dios para niños

Por: Francisco Viturro

Hola, queridos niños.
Lo primero que quiero hacer es presentarme: Mi nombre es Dios.

Así es como me llaman ahora y aquí, porque como sabréis, en otras épocas tenía otros nombres (Yavé, Jehová, Zeus) y en otros lugares también (Alláh, Manitú…).

Pero lo importante es que todo el mundo me conoce.

Para que todos los hombres tuvieran noticias mías, se me ocurrió el método del “libro sagrado”.Consiste básicamente en hacerles creer a algunos pobres infelices que les estoy hablando.
De esa manera, se tragarán cualquier cosa que les cuenten, porque es una “revelación”.
Acordaos bien, ya que la revelación es el único modo en que dicto mis normas a los humanos.

Podría hacerlo de otras formas -como sabéis soy omnipotente- pero encuentro que así es muy divertido. Además, en cada tiempo y lugar imparto normas diferentes, para que se peleen entre ellos intentando averiguar quién tiene razón.
No sabéis qué bien me lo paso cuando se matan en mi nombre… A veces, algunas personas se niegan a creer en la “revelación” de otras. Quizá porque me paso en lo absolutamente estúpido de las normas que les dicto (¡y aún así las cumplen!), je, je, el caso es que se me rebelan contra la revelación.
Pues bien, nunca he tenido problemas con eso. Si tenéis curiosidad, leed las vidas de los Papas (mis representantes oficiales, como dicen ellos), o de muchos santos.
Veréis cómo hay que hacer para “convencer” a los que se muestran un tanto escépticos.

Pero eso es otra historia. Estamos aquí para que veáis quién soy en realidad, porque desde que envié a mi hijo –todos lo conocéis, se llama Jesús- la religión se ha convertido en cosa de flojos y debiluchos, todo el tiempo predicando chorradas como lo del amor al prójimo, la bondad, la piedad, la misericordia, y cosas así.
Es la parte de la Biblia que menos me gusta, el Nuevo Testamento.
Por culpa de esas ideas se me ha perdido totalmente el respeto.
Ya no se me teme, no se me hacen sacrificios decentes, ni se condena al infierno hasta el fin de la eternidad.
Así no hay quien gobierne un Universo.
Los viejos tiempos eran otra cosa. El Antiguo Testamento, ¡eso sí era orden divino!. Teníais que ver cómo se me obedecía, con qué fe. Y rapidito, no como ahora, que todo se pone en duda y se piensan las cosas dos veces (ay, esos ateos…).

Qué tiempos aquellos, en que exterminaba naciones enteras: [1] Yavé, tu Dios, te introducirá en la tierra adonde vas y que pasará a ser tuya; arrojará delante de ti a muchos pueblos, al heteo y al guergaseo, al amorreo y al cananeo, al fereceo, al jeveo y al jebuseo, siete naciones mucho más numerosas y poderosas que tú. [2] Cuando las entregue en tus manos y tú las derrotes, los exterminarás según la ley del anatema. No harás alianza con ellas ni les tendrás compasión. (Dt. 7) ¿Qué os parece?.

El problema era que yo les había prometido a mis elegidos (los judíos de entonces) unas determinadas tierras, y resulta que ya estaba ocupadas. Así que hubo que exterminar a unos cuantos miles de inocentes. ¿Y qué? Al fin y al cabo yo los creé, ¿no?.
Y Moisés, qué gran hombre. Los militares de ahora deberían aprender de él: Moisés les dijo: «¿Así, pues, han dejado con vida a las mujeres? [16] Precisamente ellas fueron las que, siguiendo el consejo de Balaam, indujeron a los hijos de Israel a que desobedecieran a Yavé (en el asunto de Baal-Peor) y una plaga azotó a la comunidad de Yavé. [17] Maten, pues, a todos los niños hombres, y a toda mujer que haya tenido relaciones con un hombre. [18] Pero dejen con vida y tomen para ustedes todas las niñas que todavía no han tenido relaciones. (Núm. 31)

En ocasiones, tenía que asesinar a tanta gente, que me era prácticamente imposible hacerlo en persona.

Menos mal que tengo ayudantes: [36] Esa misma noche el Angel de Yavé hirió de muerte a ciento ochenta y cinco mil hombres del campamento asirio. A la hora de levantarse, en la mañana, no había más que cadáveres. (Is. 37)
Es posible que a estas alturas os estéis preguntando: Pero ¿qué Dios es éste, que mata a sus hijos como si fueran cucarachas?. ¿No era el Dios padre bueno, amoroso, misericordioso, bla, bla, bla?.

La respuesta es obvia: NO.

A ver si os enteráis de una vez, queridos niños.

Soy la creación de un grupo de nómadas primitivos, apenas unos criadores de cabras, que plasmaron en unos cuantos libros todas las leyendas que durante miles de años les contaron sus antepasados, que a su vez eran también criadores de cabras. Y me hicieron así de sanguinario, feroz, cruel, injusto, mentiroso y prepotente.

Las madres tuvieron que comerse a sus hijos, a sus niños de pecho. Fueron asesinados en el santuario de Yavé sacerdote y profeta. [21] Por tierra yacen en las calles niños y ancianos; mis vírgenes y mis jóvenes cayeron a cuchillo; mataste en el día de tu cólera, mataste sin compasión. (Lam. 2)

Qué le vamos a hacer. Claro que no todo va a ser enfados, cabreos y mala leche. Si queréis una prueba de mi sentido del humor, mirad lo que le hice a Abrahán, el padre de la patria israelita:
[1] Tiempo después, Dios quiso probar a Abrahán y lo llamó: «Abrahán.» Respondió él: «Aquí estoy». [2] Y Dios le dijo: «Toma a tu hijo, al único que tienes y al que amas, Isaac, y vete a la región de Moriah. Allí me lo ofrecerás en sacrificio, en un cerro que yo te indicaré.» [3] Se levantó Abrahán de madrugada, ensilló su burro, llamó a dos muchachos para que lo acompañaran, y tomó consigo a su hijo Isaac. Partió leña para el sacrificio y se puso en marcha hacia el lugar que Dios le había indicado. [4] Al tercer día levantó los ojos y divisó desde lejos el lugar. [5] Entonces dijo a los muchachos: «Quédense aquí con el burro. El niño y yo nos vamos allá arriba a adorar, y luego volveremos donde ustedes.» [6] Abrahán tomó la leña para el sacrificio y la cargó sobre su hijo Isaac. Tomó luego en su mano el brasero y el cuchillo y enseguida partieron los dos. [7] Entonces Isaac dijo a Abrahán: «Padre mío.» Le respondió: «¿Qué hay, hijito?» Prosiguió Isaac: «Llevamos el fuego y la leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?» [8] Abrahán le respondió: «Dios mismo proveerá el cordero, hijo mío.» Y continuaron juntos el camino. [9] Al llegar al lugar que Dios le había indicado, Abrahán levantó un altar y puso la leña sobre él.

Luego ató a su hijo Isaac y lo colocó sobre la leña. [10] Extendió después su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo, [11] pero el Ángel de Dios lo llamó desde el cielo y le dijo: «Abrahán, Abrahán.» Contestó él: «Aquí estoy.» [12] «No toques al niño, ni le hagas nada, pues ahora veo que temes a Dios, ya que no me has negado a tu hijo, el único que tienes.» (Gn. 22)
¿Os dais cuenta?.
Le pido al tío que mate a su hijo para ofrecérmelo en sacrificio (algo que me encanta) y ni siquiera protesta.
Eso es obediencia, y lo demás son tonterías.

Reconozco que ahí estuve sentimental y le paré la mano, pero os juro que su idea era matarlo para mí. Gran persona, este Abrahán… y muy leal.

Hasta hizo cargar a su hijo con la leña!!!.

Como veis, el asesinato y la masacre no es algo extraño ni anómalo en mi comportamiento.
Que los hombres me teman es muy productivo en determinadas circunstancias. Y no importa si son amigos o enemigos míos, todos deben estar bajo un horror tan agudo que les impida siquiera pensar en rebelarse contra Dios.
Una costumbre muy extendida entre las religiones actuales es sostener que las calamidades que ocurren en el mundo se deben a los hombres, que son pecadores, imperfectos, etc.
Cuando los ateos les dicen a los creyentes: ¿Porqué Dios no evitó tal o cual desgracia, siendo como es, omnipotente?, éstos responden muy serios algo referente al “libre albedrío” (o sea, la libertad de hacer lo que se quiera, bueno o malo).

Pues bien, recordad lo que dije hace ya muchos años: [7] Yo soy Yavé, y no hay otro más; yo enciendo la luz y creo las tinieblas, yo hago la felicidad y provoco la desgracia, yo, Yavé, soy el que hace todo esto. (Is. 45)

Después de haber provocado tantas muertes, exterminios, pestes y enfermedades en la antigüedad, no me importa nada seguir machacando a la humanidad, por mí creada. Los pobres judíos todavía se creen el pueblo elegido, y mira que les mando desgracias (lo de los nazis aún está reciente). ¿Qué tengo que hacer para que se decidan a repudiarme de una vez?.

Yo creo que son masoquistas, les gusta sufrir un montón. Y ante eso nada puedo hacer, la estupidez humana es lo único infinito de este Universo mío.
Si no, ved lo que dicen de mí, incluso después de achicharrarlos con azufre, matarlos y despedazarlos sin miramientos a miles, a millones: [8] El Señor es ternura y compasión, paciente y lleno de amor. [9] El Señor es bondad para con todos, sus ternuras están en todas sus obras. (Sal. 145)
¿Os dais cuenta, queridos niños?.

Mmmm, niños.

Eso me recuerda aquello que dijo Jesús: “Dejad que los niños se acerquen a mí”.
Deberíais tener en cuenta que yo no soy tan indulgente con vosotros, pequeñas criaturas indefensas.

Esto les pasó a los egipcios, por tener a los judíos como esclavos: [29] Sucedió que, a media noche, Yavé hirió de muerte a todo primogénito del país de Egipto, desde el primogénito del Faraón que está sentado en el trono, hasta el del preso que está en la cárcel, y a todos los primeros nacidos de los animales. [30] Faraón se levantó de noche, y con él toda su gente y todos los egipcios. Se oyó un clamor grande por todo Egipto, pues no había casa donde no hubiera algún muerto. (Ex. 12)
Una gran hazaña, lo reconozco.
Maté a todos los primeros hijos de cada familia y de cada animal en una sola noche.
Desde aquél día, los judíos celebran la Pascua sacrificando un cordero en mi nombre.

¡Sólo un cordero, con lo que me agrada un buen sacrificio de un niño pequeño, o de una virgen!. Pero las buenas costumbres se van perdiendo, como podéis ver.

Otro botón de muestra de cómo me las gasto yo con los niños, lo tenéis en la orden que le di a Samuel: Esta es la palabra de Yavé de los Ejércitos: [2] He decidido castigar a Amalec por lo que le hizo a Israel, puesto que no lo dejó seguir su camino cuando regresaba de Egipto. [3] Ahora, vete y castiga a Amalec; tú lo declararás anatema con todo lo que le pertenece. No le tendrás compasión, sino que matarás a todos, hombres y mujeres, jóvenes y niños, bueyes y ovejas, camellos y burros.» (I Sam 15)

¿Qué os parece?.

Impresionante, ¿verdad?.
Si es que no hay nada como ser Dios Todopoderoso, ya que nadie te protesta.
Y si lo hace, lo matas y “a otra cosa, mariposa”.
A él y a toda su descendencia, por supuesto.

Y para terminar con el asunto de los niños (que, reconocedlo, a veces sois muy pesaditos), leed este pequeño detalle de cómo reacciono cuando me enojo: [23] De allí subió a Betel. Iba subiendo (Eliseo) por el camino cuando unos niños pequeños salieron de la ciudad y se burlaban de él, diciendo: [24] «¡Sube, calvo! ¡Sube, calvo!» El se dio la vuelta, los vio y los maldijo en nombre de Yavé. Salieron dos osas del bosque y destrozaron a cuarenta y dos de ellos. [25] De allí Eliseo partió para el monte Carmelo, y regresó a Samaria. (II Re. 2)
Como si tal cosa.

Así que tened cuidadito de lo que decís y sobre todo de lo que pensáis sobre mí, vuestro Dios.

Porque si algo tengo claro, es que la mejor forma de que los niños aprendan respeto y buenas costumbres, es gracias al castigo duro.
Y no me refiero a quedaros sin postre, o no ver la tele. Mirad, mirad…

[24] No usar la vara es no amar al hijo: el que lo ama no demora en corregirlo.

(Pr. 13) [13] No vaciles en corregir a un niño: el haberlo azotado no lo hará morir.

(Pr. 23) [15] Los azotes y las correcciones llevan a la sabiduría, el niño que lo dejan hacer todo será la vergüenza de su madre.

(Pr. 29) [6] Una palabra dicha en mal momento es como música en momentos de duelo, pero los azotes y las sabias reprensiones convienen en cualquier momento.

(Ecl. 22) [1] El que ama a su hijo no le escatima los azotes, más tarde ese hijo será su consuelo. [2] El que educa bien a su hijo, tendrá sus satisfacciones; se sentirá orgulloso de él delante de sus parientes.

 (Ecl. 30) [9] ¿Quieres mimar a tu hijo? un día te hará temblar; juguetea con él, y te causará tristeza. [10] No te rías con él si no quieres un día afligirte con él y tener al fin que rechinar los dientes. [11] No le des rienda suelta en su juventud, [12] Pégale en las costillas cuando sea pequeño, no sea que se empecine y se te rebele. (Ecl. 30)

Pero a veces, los golpes no son suficientes.

Por ello doy el siguiente consejo:
[18] Si un hombre tiene un hijo rebelde y desvergonzado, que no atiende lo que mandan su padre o su madre, ni los escucha cuando lo corrigen, [19] sus padres lo agarrarán y llevarán ante los jefes de la ciudad, a la puerta donde se juzga, [20] y les dirán: «Este hijo nuestro es rebelde y desvergonzado, no nos hace caso, es un vicioso y un borracho.» [21] Entonces todo el pueblo le tirará piedras hasta que muera. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti, y todo Israel, al saberlo, temerá. (Dt. 21)

Creo haber dejado claro cuál es mi actitud con relación a la infancia.

En otro orden de cosas, para que podáis comprobar cómo cambian los tiempos, ahí va un ejemplo de legislación en materia de derechos humanos:
[44] Si quieres adquirir esclavos y esclavas, los tomarás de las naciones vecinas: de allí comprarás esclavos y esclavas. [45] También podrán comprarlos entre los extranjeros que viven con ustedes y de sus familias que están entre ustedes, es decir, de los que hayan nacido entre ustedes.
Esos pueden ser propiedad de ustedes, [46] y los dejarán en herencia a sus hijos después de ustedes como propiedad para siempre. (Lv. 25)

Con relación a la venta de esclavos, no hace falta que sean extranjeros. ¡Los familiares valen!.
[7] Si un hombre vende a su hija como esclava, ésta no recuperará su libertad como hace cualquier esclavo. [8] Si la joven no agrada a su dueño que debía tomarla por esposa, el dueño aceptará que otro la rescate; pero no la puede vender a un extranjero, en vista de que la ha traicionado. (Ex. 21)

Es posible que a estas alturas, después de lo que habéis leído (y que seguramente, nunca nadie os había contado) estéis algo asustados y confusos.

¿Dónde está aquél Dios bueno y justo del Catecismo?.

Si vuestro desasosiego os lleva a dirigiros a un cura, una monja, o un profesor cristiano practicante para preguntar si todo esto es cierto, con casi total seguridad os responderán:

“Si, pero eso eran otros tiempos, otras gentes y hoy en día las cosas son de otra manera…”.
O bien: “Bueno, la Biblia no hay que tratar de entenderla literalmente…”

Ni que decir tiene que tanto una cosa como la otra son falsas.

Mis leyes son eternas e inmutables, valen para allí y para aquí, para entonces y para ahora.
Y podéis estar seguros de que si digo “todo el pueblo le tirará piedras hasta que muera”, no quise decir “todo el pueblo le dirá que fue malo, malísimo”… ¿me habéis entendido?.

Ya para finalizar, os recomendaré que leáis mucho la Biblia –al fin y al cabo es mi Palabra- y que seáis muy buenos.
Aunque después de leer esto, entenderé que no deseéis estar conmigo en el cielo toda la eternidad…