Epicuro

Nació en la isla griega de Samos en el año 341 antes de la era común.
Murió en el año 270 antes de la era común

Epicuro de Samos fue el fundador de una corriente filosófica (hedonismo). Nació en el año 341 a.C. y recibió la influencia del atomismo de Demócrito. Fundó su escuela en unos jardines de Atenas en el año 306. Adquirió gran prestigio por su nobleza. Era un hombre culto y fino en el trato con los demás. De sus muchos escritos hasta nosotros sólo han llegado fragmentos. Murió en el año 270.
Según los epicúreos, el saber por el saber mismo carece de sentido. El saber es un saber para la vida, y su valor se conoce por su utilidad para ella. La Filosofía ha de conducirnos a la felicidad y el saber adquiere valor en cuanto nos lleva en esa dirección.

Para describir el proceso mediante el cual conocemos, Epicuro sostenía que de las cosas emanan efluvios que ingresan a nosotros a través de los sentidos. Los conceptos son sólo asociaciones del contenido común de múltiples representaciones y no pueden hacernos conocer nada más allá de ellas (sensismo y materialismo).

Según Epicuro, la Naturaleza no está regida por la necesidad sino por el azar (entendido como ausencia de causalidad). Con ello buscaba evitar el concepto estoico de “destino” —que encontraba tanta y tan fuertes raíces en el “fatalismo” de la cultura griega— para salvar la libertad del hombre. Epicuro era un hedonista y el hedonismo carece de sentido en un mundo regido por la necesidad.

Como la Filosofía debe estar al servicio de una vida feliz, Epicuro atacaba los mitos religiosos, en especial los referidos a los castigos que los dioses propinan a los hombres luego de esta vida. Esas ideas no hacían sino amargar la vida de los hombres. Sostenía que en la Naturaleza no hay ninguna necesidad de intervención de los dioses. Epicuro no profesaba el ateísmo, no sostiene que los dioses no existen, pero dice que, siendo éstos tan perfectos, no pueden tener ni noticia de nuestra existencia: el sólo contemplar nuestra condición imperfecta iría en detrimento de ellos. Por eso sostenía que los dioses viven una vida de plena felicidad en unos interespacios cósmicos sin relación alguna con los hombres. Con esta afirmación anulaba toda la religión griega, en la que la característica principal de los dioses no era su relación con la Naturaleza sino con los hombres.

El fin de la vida es lograr el placer y evitar el dolor. El placer es el principio y el fin de la vida feliz. Lo moralmente bueno es buscar el placer. Llamamos bueno a lo que nos gratifica, nos da placer. La salud del cuerpo y la imperturbabilidad del alma es el fin de una vida feliz. De todos modos, la palabra “placer” no debe confundirnos. Epicuro no promovía una vida de desenfreno, de búsqueda irracional del placer. Por el contrario, propone buscar la ataraxia (ausencia de dolor y paz del alma), el reposo. Enseñaba que los bienes del espíritu son superiores a los del cuerpo y hacía notar que se debía usar la razón y el cálculo para ver qué placer es conveniente y cuál termina acarreando con el tiempo un dolor más grande que el placer momentáneo que produce. Principio de toda vida dichosa y, por ello, el sumo bien es la prudencia; es superior a la misma Filosofía; de ella se desprenden las demás virtudes, pues sin prudencia, sin moralidad y sin justicia, no es posible vivir dichoso, como viceversa, sin placer tampoco se puede vivir racional, moral y justamente.

Su contribución más importante al racionalismo son sus pensamientos ampliamente divulgados a través del Imperio Romano de que los dioses no crean ni intervienen en el universo, el cual evoluciona naturalmente. La vida después de la muerte no puede existir así que no hay ni cielo ni infierno.

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